miércoles, 2 de marzo de 2016

Necesito Tu Amor: Capítulo 65

Ella se mordió el labio inferior.

—¿Estás seguro? Tal vez no esté bien hecha... Me sentía llena con tu dedo. No creo que podamos hacer que eso entre dentro de mí.

Si se reía de ella, era hombre muerto. Él lo sabía, pero necesitó de todo su auto control para contener la risa y el alivio que le habían provocado sus palabras.

—No te preocupes, cara, confía en mí.

Él la miró mientras ella tragaba saliva y se preparaba para enfrentarse a lo que estaba por venir.

—De acuerdo.

Él avanzó con cuidado hacia la cama. Su equilibrio mejoraba a ojos vista, pero no iba a arriesgarse a caerse. Ella pareció hundirse entre las almohadas, con los ojos llenos de temor. Él se detuvo cuando sus piernas llegaron al borde de la cama.

—¿Quieres tocarme?

Era una pregunta difícil de hacer. Estaba teniendo una reacción física ante ella, pero el miedo de no disfrutar de una respuesta sexual plena aún le afectaba. Si ella lo acariciaba y la erección no aumentaba, o lo que era peor, perdía la dureza que había conseguido, sería un golpe terrible para su orgullo.

Pero haberla visto sufrir tanto por su cobardía aquella mañana pareció ser suficiente motivo como para arriesgarse. Ella no respondió a la cuestión y se quedó mirando su virilidad como petrificada. Después, sus pestañas descendieron al tiempo que un escalofrío la recorría.

—Sí —fue sólo un susurro y él apenas la oyó.

—Tal vez ayudara, tesoro, si empezaras por otro lugar.

Sus brillantes ojos lo miraban como suplicando. Él la tomó de las manos y la hizo arrodillarse sobre la cama. Después guió sus manos hacia su pecho, colocándoselas sobre los ya estimulados pezones varoniles. Ambos se estremecieron con el contacto. Ella se adelantó y lo besó, lamiéndolo para saborear su piel.
Él gimió

—Hazlo de nuevo —pidió en un murmullo.

Ella obedeció sin detenerse, esta vez mordiéndolo ligeramente y entonces sus manos empezaron a moverse, como la noche anterior. Pero esa vez él no intentó detenerla. Le arañó con suavidad el pecho, y él le quitó el camisón por encima de la cabeza.

Después, él la atrajo hacia sí, abrazando el suave cuerpo desnudo de ella contra su pecho duro, y los dos se excitaron al notar sus cuerpos uno contra el otro. Él sintió su sexo duro chocar con la suave piel de su vientre y tuvo que contenerse con todas sus fuerzas para no darle la vuelta y penetrarla en ese momento. Saber que lo podía hacer hizo que se endureciera aún más.

Ella podía notar cómo se hinchaba contra ella. Su frente seguía apoyada contra el pecho de él mientras le clavaba las uñas en la muralla de músculos que tenía en frente. Quería tocarlo, pero ahora que era el momento, estaba aterrada. ¿Qué pasaría si lo hacía mal? ¿Y si lo aburría con sus caricias temblorosas e inexpertas?

Pero él tomó la decisión por ella. Le tomó las manos y las fue bajando por su torso hasta que llegaron a los suaves rizos negros bajo su cintura. Ella hizo presión con los dedos y su cuerpo tembló, con lo que ella se sintió más confiada. Con suavidad y firmeza a la vez, él guió su mano hacia la protuberancia dura como una roca.

—Tócame, amore. Tócame aquí.

Y ella lo rodeó con los dedos, sorprendida por la suavidad de la piel que rodaba aquella rigidez de acero. Ella lo acarició para probar desde la punta hasta la base, complacida de los gemidos guturales que él dejaba escapar. No se estaba aburriendo. Con su mano cerrada sobre la de ella, le mostró el ritmo y la presión que le daba más placer.

Él dejó caer su mano y ella siguió acariciándolo, alucinada por el modo en que su cuerpo se estaba tensando. Levantó la cabeza para ver la expresión de éxtasis de su cara, el calor de su piel, la dureza de sus pezones y el nivel de excitación general que nunca hubiera soñado con poder generar en él.

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