domingo, 6 de marzo de 2016

Necesito Tu Amor: Capítulo 73

—No me querías cuando nos casamos.

—Estabas conmigo cuando salí del coma.

Aquello no venía a cuento, pensó ella.

—Sí.

—Fueron tus palabras, tu voz, la que me devolvió a la vida.

Ella se mordió un labio. ¿Había sido así?

—No lo sé. Tal vez fuera el momento.

—No, tesoro. No fue eso. ¿Sabes cómo lo sé?

Ella sacudió la cabeza.

—Recuerdo lo que me dijiste. Me dijiste que me amabas.

Podía haberlo adivinado.

—Aunque no me creas, es verdad. Te oí y me desperté.

—No podía soportar la idea de un mundo sin tí —dijo, colocándole la mano sobre el corazón, aunque ahora no necesitara una confirmación de su vitalidad.

—Supe desde que me desperté que me amabas, y eso me dió vida cuando había muy poca dentro de mí.

—Pero tú no me quieres. Sólo dijiste que te importaba —incluso pronunciar esas palabras era doloroso.

—¿Y cuándo te importa alguien no lo quieres?

—¿Qué quieres decir? —la esperanza estaba empezando a abrirse en su corazón como una rosa al sol.

—¿Cómo podrías traerme de vuelta de una muerte en vida si no hubiera amor en mi corazón para corresponderte?

Ella sacudió la cabeza, aterrada por creerlo.

—Al principio no me dí cuenta y quise seguir como antes... por seguridad.

—Giuliana.

—Sí. A ella sólo le importaba mi dinero.

—Y tu cuerpo.

—Sin amor sólo es eso. Un cuerpo. Pero para tí sólo existo yo, ¿verdad?

—Sí.

—¿Nunca te preguntaste por qué quise casarme antes de salir de Nueva York?

Claro que sí, pero toda su boda había sido un despropósito.

—No entendí nada de aquello. Ni que te quisieras casar conmigo, ni que todo fuera tan rápido.

—No quería arriesgarme a perderte y sabía que te comprometerías seriamente. Te deseaba, pero no estaba dispuesto a admitir que te amaba. Habría recibido mi merecido si hubieras preferido a Fede, como temía.

—¿Pensabas que quería a tu hermano? —¿Acaso estaba ciego? Siempre había pensado que el enfado de Pedro por el tiempo pasado con su hermano respondía a un orgullo posesivo, no a un miedo real— Pero si nunca flirteé con él...

—Pero él sí contigo —al recordarlo no pudo evitar una oleada de rabia.

—Pero me dijiste que no me querías —recordó ella, aún incapaz de creer.

—Rompí con Giuliana en Nueva York.

—¿Qué?

—Le dije que no me quería casar con ella porque un duendecillo de ojos marrones me visitaba en sueños, y se enfrentaba a mí de un modo que ninguna otra mujer osaría.

—¿Rompiste con ella por mí? —ella pensaba que había sido por no poder andar—. Ella dijo..

—Ella se convenció a sí misma de que lo hacía por ella y que, cuando volviese a andar, la querría a mi lado. Pero no la quería ni la quiero. Sólo te quiero a tí,  Paula.

No hay comentarios:

Publicar un comentario