domingo, 20 de marzo de 2016

La Impostora: Capítulo 49

—Yo no... no podría... nunca podría mentir sobre lo que siento por tí —insistió ella emocionada.

— ¿De verdad? Pero mientes muy fácilmente sobre tu hermana. Me dijiste que no se llevaban bien, que no sabías dónde estaba.

Ella dió impulsivamente un paso hacia adelante.

— ¡Y no nos llevamos bien! ¡Mica sabe que no apruebo su forma de vida!

—Dices eso como si casarse con alguien pretendiendo ser otra persona fuera un comportamiento aceptable.

—Sé que estuvo mal, pero me daba pánico perderte.

—Te daba pánico perder un marido rico.

Pau lo negó con vehemencia. Su corazón latía tan rápidamente que casi no podía respirar o pensar con claridad.

— ¡Eso no es verdad! ¿Es que no lo entiendes? Me enamoré de tí y pensé que, si te enterabas de lo que había hecho Mica, la odiarías y odiarías a cualquiera que te recordara a ella. Me mirarías y la verías a ella. No me verías a mí.

—Así que te hiciste pasar por ella para conseguirme —dijo él fríamente.

Pau  cerró los ojos desesperada. Él hacía que pareciera tan sórdido.

—No fue así. Pensaba decirte la verdad cuando estuvieras recuperado. En el primer momento pensé que no importaba que la gente creyera que yo era Mica. Pero entonces me di cuenta de que me había enamorado de tí y pensé que, si te daba tiempo para conocerme, quizá... —lo miró entonces suplicándolo con la mirada—. Y ocurrió, Pedro, notaste la diferencia. La mujer que habías conocido antes del accidente no era la misma después. Tú te enamoraste de esa mujer. Te enamoraste de mí.

— ¿Y por qué no me lo dijiste entonces?

— ¡Porque pensé que no importaba! ¡Yo te quería y tú me querías a mí!

— ¿Para qué remover las cosas si nadie iba a salir dañado, no? —Pedro preguntó burlonamente.

—Te he hecho daño y es lo último que hubiera querido que ocurriera. Mi única excusa es que te amo demasiado —dijo ella ahogada por las lágrimas, que no quería dejar escapar.

Pedro se acercó a ella y la tomó por la barbilla.

—Tú no me amas, Pau. Ni siquiera sabes lo que significa esa palabra.

El corazón de Pau latió dolorosamente.

— ¡Sí, te amo, te amo!

Él negó con la cabeza.

—Me deseas. No puedo negar la pasión, pero eso no es amor. Una persona enamorada no habría hecho lo que hiciste tú. No me hubiera dejado sin elección.
A Pau se le hizo un nudo en la garganta cuando empezó a ver las cosas desde su punto de vista. Había cometido un terrible error, ahora lo sabía, y lo único que podía hacer era defenderse y esperar que algo de lo que dijera le llegara al corazón.

—Sí sé lo que es amar a alguien, Pedro. El amor es estar sólo medio viva cuando tú no estás conmigo. Es la alegría que siento cuando oigo tu voz y veo tu sonrisa. Es que me duela lo que a tí te duele. El amor es saber que no hay sitio en el mundo en el que yo quisiera estar sin tí —dijo con una voz llena de emoción.

— ¿Incluso sabiendo que te desprecio?

—Incluso así, porque sé que me quieres.

Él la soltó y se dió la vuelta. Se acercó a la ventana y se quedó mirando hacia la oscuridad.


3 comentarios:

  1. Pero qué odioso este Pedro, se va a arrepentir después.

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  2. Ay! Que manera horrible se fue a enterar Pedro! Espero que entre en razón y la entienda, aunque se lo haya tenido que haber contado hace tiempo!

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