domingo, 13 de marzo de 2016

La Impostora: Capítulo 21

—Claro que no. Pedro lo sentirá mucho, pero estoy segura de que lo entenderá —respondió Ana, aunque por su tono parecía decir que era ella quien no lo entendía.

—Dígale que lo veré mañana —añadió fríamente, antes de colgar el teléfono.

Suspirando, no hizo ningún movimiento para levantarse aunque tenía muchas cosas que hacer. Siempre había creído que el amor sería una experiencia maravillosa, pero había estado equivocada. Era muy dolorosa.


Al final fue al partido, dispuesta a pasárselo bien. No tenía ningún sentido ir con la cara larga. Y además, no quería estropearle la noche a Santiago. El béisbol le gustaba mucho y era estupendo ver un partido con alguien que estaba tan emocionado como ella. Había algo catártico en gritar y animar a coro con la multitud y los perritos calientes y los refrescos nunca le habían sabido mejor. Durante un par de horas se olvidó de los problemas y acabó tan feliz como su pequeño compañero cuando su equipo ganó el partido.

— ¡Jo, qué bien! —dijo el niño mientras salían arropados por la multitud.

— ¿Lo has pasado bien, Santi? —preguntó sonriendo, aunque ya sabía la respuesta.

Él devolvió la sonrisa, mostrando el hueco que acababa de dejar uno de sus dientes de leche.

—Ha sido el mejor regalo de cumpleaños que me han hecho nunca. ¡Ya verás cuando se lo cuente a mamá!

Por un segundo, Pau sintió pena por su amiga. Zaira odiaba el béisbol, pero era una madre divorciada y no quería que su hijo se perdiera nada, así que iba a todos los partidos de los niños y escuchaba a Santiago hablar sobre ellos horas y horas.

— ¿Te apetece tomar un café? —invitó Zaira cuando llegaron a casa.

Pau  había pensado decir que no, pero cambió de opinión. Podía ser bueno para ella hablar con alguien.

— ¿Has hecho galletas? —preguntó siguiendo a Zaira a la cocina.

—Aja, huelo problemas —dijo su amiga con una sonrisa irónica que desapareció cuando vio que Pau no sonreía—. Un hombre, ¿verdad? —suspiró sirviendo café en dos tazas y dejando un plato de galletas sobre la mesa.

— ¿Por qué lo dices? —preguntó Pau.

—Porque sólo un hombre hace que una mujer tenga esa cara.

Colocando una taza humeante frente a Pau, se sentó en una silla frente a ella.

—Tengo razón, ¿no?

Pau podría haber cambiado de tema, pero sabía que eso no engañaría a su amiga.

—Sí.

— ¿Lo conozco?

—No, no lo conoces— dijo Pau mordiendo una galleta.

— ¿Es guapo?

En su mente, Pau vió la cara de Pedro y su corazón se encogió.

—Es el hombre más guapo que he visto nunca.

Zaira apoyó los codos en la mesa y apoyó la barbilla en la mano.

— ¿Cuál es el problema, está casado?

Con un profundo suspiro, Pau miró a Zaira.

—Es el prometido de Micaela.

Zaira se quedó atónita.

— ¿El prometido de tu hermana?

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