domingo, 26 de abril de 2015

Atrapada en este Amor: Capítulo 2

Se dio la vuelta y sonrió. Su rostro oval y su cremosa piel estaban enmarcados por una elegante melena castaña. Tenía el aspecto de una princesa, gracia y con clase. La seguridad que tenía en sí misma era legado de Juan Gonzalez, quien, a su muerte, le había dejado mucho más que el control de un imperio. Había contratado tutores para que le enseñaran etiqueta y cómo ser una buena anfitriona, para que la educaran en el mundo de las finanzas y de las relaciones comerciales. Ella había sido una alumna dispuesta y con muchas ganas y tenía la mente tan abierta como una esponja.
—Ese hombre luchará —dijo Joaquín.
Paula  sonrió. Delgado y calvo, Joaquín se parecía a Juan, sobre todo cuando fruncía los labios de una cierta manera. Era diez años menor que Juan y diez años mayor que Paula, competente en los negocios, pero muy conservador. Por el contrario, Paula era muy agresiva. Se habían enfrentado en más de una ocasión sobre la política de la empresa. Las operaciones nacionales corrían a cargo de Paula y no iba a permitir que Don le dijera lo que tenía que hacer al respecto.
—Que luche, Joaquín —respondió—. Así tendrá algo que hacer mientras me adueño de su empresa.
—Necesitas descansar —suspiró Joaquín—. Franco te ocupa mucho tiempo y has estado enferma.
—La gripe es inevitable con un niño que va a la guardería —le recordó ella—. No esperaba que se convirtiera en una neumonía. Además, esa OPA es fundamental para mis planes de expansión. Por mucho tiempo o energía que requiera, tengo que darle prioridad. Mientras decido lo que hacer con la casa de mi tía Gladys, podré recabar mucha información.
—No debería haber ningún problema. Ella dejó testamento y, aunque no lo hubiera hecho, Henry le pagó la casa.
—Eso no lo sabe nadie en Billings —dijo Paula. Se apartó de la ventana—. Yo le escribía y ella vino a verme en varias ocasiones, pero yo no he regresado a Billings desde... Desde que tenía vientiún años.
—De eso hace cinco años, casi siete. El tiempo lo cura todo.
— ¿Tú crees? —replicó ella—. ¿De verdad crees que seis o siete años son suficientes para olvidar lo que me hicieron los Alfonso? La venganza no es digna de una persona inteligente. Juan me repetía eso constantemente, pero no puedo evitar lo que siento. Ellos me acusaron de un delito que no cometí y me echaron de Billings embarazada y rodeada de verguenza —añadió, cerrando los ojos y echándose a temblar—. Estuve a punto de perder a mi hijo. Si no hubiera sido por Juan...
—Estaba loco por Franco y por tí —comentó Joaquín, con una sonrisa—. Jamás he visto a un hombre tan feliz. Fue una pena lo del accidente. Tres años no es tiempo suficiente para que un hombre pueda encontrar y perder todo lo que más quiere.
—Se portó muy bien conmigo. Todo el mundo creyó que me casaba con él porque tenía dinero. Era mucho mayor que yo, veinte años. Sin embargo, lo que nadie supo jamás es que no me dijo lo rico que era hasta que me convenció para que me casara con él. Estuve a punto de salir huyendo cuando me enteré de lo que valía. Todo esto —comentó, señalando la elegante sala y las valiosas antigüedades—, me aterrorizaba.
—Por eso él no te lo dijo hasta que no fue demasiado tarde —musitó Joaquín—. Se había pasado la vida haciendo dinero y viviendo para esta empresa. Hasta que tú apareciste, ni siquiera sabía que quería una familia.
—Y se encontró con una ya hecha —suspiró Paula—. Yo deseaba tanto poder darle un hijo... —susurró. Se dio la vuelta sabiendo que pensar en todo aquello no le serviría de nada—. Tengo que ir a Billings. Quiero que te ocupes de Franco y del señor Gimenez, si no te importa. Después del intento de secuestro, estoy muy preocupada por los dos.
— ¿No te gustaría que el señor Gimenez te acompañara? Después de todo, allí hay indios, osos Grizzly, felinos de las montañas...
—No —repuso ella, riendo—. El señor Gimenez vale su peso en oro y cuidará muy bien de Miguel. No hay necesidad de tener mucho contacto con él, dado que él te molesta. Franco lo quiere mucho.
—Franco no es lo suficientemente mayor para darse cuenta de lo peligroso que es ese hombre. Sé que vale su peso en oro, pero es un hombre buscado por la justicia...
—Sólo por la policía de un país de África del Sur. Y de eso hace mucho tiempo.
—Muy bien, como tú quieras. Trataré de estar al tanto, pero, si yo estuviera en tu lugar, no permitiría que ese animal estuviera cerca de mí.
—Tiny vive en un terrario. Y es muy mansa.
—Es una iguana gigante.
—Las iguanas son animales vegetarianos y no es tan grande. Además, está muy apenado por la muerte de Dano.
—Estamos hablando de una iguana de más de metro y medio a la que acariciaba. Creo que se comió a mi perro ese día en el que Franco y tú vinieron a visitarme con esa cosa.
—Tu perro se escapó. Las iguanas no comen perros. Además, se trata sólo de unas semanas, hasta que me ocupe de la casa de tía Gladys y encuentre el modo de derrotar a los Alfonso. Primero, tendré que investigar un poco. Quiero ver cómo les va a los Alfonso hoy en día. Quiero ver cómo le va a él —añadió con el rostro sombrío.
—Probablemente ya sepa quién eres, así que ten cuidado.
—No, no lo sabe. Me he preocupado de descubrirlo. Al principio, Juan se mostró muy protector conmigo, por lo que no le dijo a nadie nada sobre mí. Dado que siempre me llamaba Pau, existen muy pocas probabilidades de que Pedro Alfonso sepa el vínculo que tengo con Gonzalez International. Tan sólo me conoce como Paula Chaves. Si me dejo el Rolls aquí y no presumo de diamantes, no sabrá quién soy. Y, más importante aún, su madre tampoco lo sabrá —añadió con frialdad.
—Jamás se me hubiera ocurrido pensar que Pedro Alfonso fuera un niño de su mamá.
—Y no lo es, pero su madre es una manipuladora. Yo entonces sólo tenía veintiún años y no era rival para su astuta mente. Se libró de mí con una facilidad casi ridícula. Ahora me toca a mí manipular. Quiero Alfonso Properties y voy a conseguirlo.
Don abrió la boca para advertirle, pero volvió a cerrarla. Paula  había conocido a Pedro Alfonso como hombre y como amante, pero no sabía nada sobre la mente empresarial que se apoyaba sobre aquellos anchos hombros. Si insistía en adueñarse de Alfonso, podría salir escarmentada. Otras personas se habían enfrentado a Alfonso y habían salido perdiendo. Él podía ser un enemigo formidable, el más cruel de los hombres de negocios.

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