jueves, 23 de abril de 2015

Una Llamada Inesperada: Capítulo 79

Pedro dió un salto cuando el café caliente cayó sobre su regazo.
-iMaldita sea! -se secó con una toalla de papel y luego observó a su compañero-. ¿Qué miras?
Desde su mesa de al lado, Marcos enarcó una ceja.
-Me pregunto cuándo secuestraron a mi compañero de temperamento amable y dejaron en su lugar a un oso herido.
-Solo tengo un mal día, eso es todo.
Marcos señaló el montón de postales y cartas que se habían acumulado a lo largo del día.
-Sí, es duro ser un jodido héroe, ¿Verdad?...
Pedro miró el correo con el ceño fruncido.
-El teléfono de mi casa no ha parado de sonar – todo el que tenía su número había llamado: su madre, sus hermanas, su hermano, sus vecinos, sus amigos... todos menos Paula. Desde el sábado no había pensado más que en ella, preguntándose si Trainer había regresado y si ella había descubierto que no hablaba con su novio cuando...
Se frotó los ojos irritados con los puños.  Había dormido  poco las dos últimas noches y el café que había tomado para despejarse la cabeza empezaba a irritarlo. Frunció el ceño. Tuvo que reconocer que  era su conciencia lo que lo volvía irritable. Una decisión de un segundo para aprovechar deforma egoísta el momento había ido creciendo hasta convertirse en una ciénaga emocional.  El hecho de que hubiera utilizado a una mujer agradable e inocente hacía que se sintiera decepcionado  consigo mismo. Con anterioridad, se había considerado una persona  decente, pero uno de los dichos favoritos de su padre no dejaba de revolotear en su cabeza : “Es fácil ser  una buena persona si tu carácter jamás es puesto a prueba”.-
Dios, había fallado miserablemente. Suspiró.  La respuesta era dolorosa pero sencilla: Debía contarle  a Paula  la verdad, sin importar las consecuencias.
-¿Problema femenino? –inquirió Marcos, dándole una palmada en el hombro.
-¿Por qué diablos piensas eso? -alzó la vista.
-Se necesita algo importante para sumirte en ese estado de confusión.
-Bueno, pues no se trata de una mujer - frunció el ceño.
-Eres un mal mentiroso, hijo -Marcos meneó la cabeza.
No, era un estupendo mentiroso... ese era el problema.
-Se trata de aquella enfermera que vino el otro día, ¿verdad?
-No.
-Esa a la que quisiste impresionar convenciendo a todos los chicos de que fueran a donar sangre.
-No.
-Bueno, al menos es una mujer notable. Puede que te convierta en un hombre honesto.
-Maldita sea, Marcos-aporreó la mesa con el puño-, te digo que no es... --calló cuando vió nada menos que a Paula Chaves siendo conducida hasta su mesa. Esbozó una sonrisa bobalicona. Se levantó con tanta brusquedad que la silla voló hacia atrás, y el corazón le dió un vuelco.

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