lunes, 27 de abril de 2015

Atrapada en este Amor: Capítulo 9

Paula se había llevado algunas prendas viejas para no despertar las sospechas de Pedro. Al vestirse para su nuevo trabajo, se alegró de ello.
Se puso una falda vaquera y una blusa blanca de manga larga. A continuación, se calzó unos zapatos bajos y tomó un bolso de piel sintética. A continuación se recogió el cabello y se marchó de casa para tomar un autobús.
Mientras aspiraba el aire de la mañana, pensó que Billings era un lugar muy hermoso a primeras horas de la mañana. No tenía nada que ver con Chicago. Echaba de menos a su hijo, pero el cambio había resucitado su espíritu de lucha y le hacía sentirse menos deprimida. La increíble presión a la que su trabajo la sometía había podido con ella últimamente.
Se bajó del autobús delante del restaurante. Era grande y parecía muy prospero. Estaba pegado a un hotel. A través de la ventana, vio que todas las camareras llevaban unos impolutos uniformes blancos. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que se sintió nerviosa en compañía de la gente, pero allí, sin su riqueza para protegerla, se sentía incómoda. Entró y preguntó por la encargada.
—La señora Dade está en ese despacho —le respondió muy educadamente una mujer—. ¿La está esperando?
—Creo que sí.
Paula llamó a la puerta y entró.
—Me llamo Paula... Chaves—dijo. El nombre le parecía muy extraño. Estaba tan acostumbrada a que la llamaran Pau Gonzalez...
—Oh, sí —respondió la señora Dade, poniéndose de pie—. Me llamo Matilde Dade. Me alegro de conocerte. Pedro me dijo que acababas de perder a tu tía y que necesitabas trabajo. Por suerte para todos, tenemos una vacante. ¿Tienes experiencia como camarera?
—Bueno, un poco. Trabajé en el Bear Claw hace algunos años.
—Ya me acuerdo. Me pareció reconocerte —comentó la mujer, entornando la mirada—. Siento mucho lo de su tía.
—La echaré de menos. Era la única pariente que me quedaba en el mundo.
La señora Dade la miró atentamente, observando todos los detalles de su atuendo.
—El trabajo es duro, pero las propinas son buenas y yo no soy una negrera. Puedes empezar ahora mismo. Te podrás marchar a las seis, pero tendrás que trabajar algunas tardes. Eso es inevitable en este negocio.
—No me importa —respondió Paula—. No necesito tener las tardes libres.
— ¿A tu edad? Por el amor de Dios, ¿no estás casada?
-No
Paula  utilizó un tono de voz que, sin caer en la grosería, hizo que la otra mujer se sintiera incómoda.
—¿Cansada de los hombres, entonces? —comentó la mujer con una sonrisa, pero no insistió en el tema. Pasó a explicar los detalles de los honorarios de Paula y su sueldo, junto con información sobre los uniformes y las mesas.
Paula no hacía más que recordarse el papel que debía representar. Se obligó a olvidarse de que era Pau Gonzalez y a sonreír y escuchó atentamente todo lo que se le decía. No obstante, no dejaba de pensar en cuanto tiempo iba a pasar hasta que Pedro Alfonso volviera a mover ficha.
Aquella tarde, Pedro entró en los jardines de la enorme casa de los Alfonso. Miró sin muchas ganas las columnas de imitación clásica que adornaban el porche de entrada. Recordaba que, de niño, había jugado en aquel porche con su madre muy cerca, observándolo. Ella siempre se había mostrado demasiado posesiva y protectora con su único hijo, algo que, con los años, había causado algunas fricciones entre ellos. De hecho, su relación se había desmoronado con la marcha de Paula Chaves.... A partir de entonces, Pedro había cambiado.
Colgó el sombrero en el perchero del vestíbulo y entró con aire distraído en el elegante salón. Ella estaba sentada en su sillón habitual, haciendo ganchillo. Levantó los ojos oscuros y le sonrió.
—Llegas temprano, ¿no?
—He terminado antes que de costumbre —contestó, sirviéndose un whisky solo antes de sentarse en su propio sillón—. Esta noche cenaré fuera. Los Peterson van a celebrar una charla sobre los nuevos contratos de minerales.
—Negocios, negocios. En la vida hay mucho más que ganar dinero. Pedro, deberías casarte. Te he presentado a un par de chicas muy agradables que acaban de presentarse en sociedad y...
—No pienso casarme —dijo con una fría sonrisa—. Estoy curado contra eso, ¿te acuerdas?
—Eso... eso fue hace mucho tiempo —respondió su madre, palideciendo.
—Como si hubiera sido ayer. Ha regresado a la ciudad, ¿lo sabías?
—¿Ella? —preguntó su madre después de un silencio casi sepulcral.
—Sí. Paula Chaves en persona. Le he dado trabajo en el restaurante.
Ana Alfonso llevaba viviendo con su terrible secreto, y con su sensación de culpabilidad, desde hacía tanto tiempo que se había olvidado de que no era la única que lo sabía. Paula  también lo conocía. Irónicamente, la información que había utilizado para expulsar a Paula  de la ciudad podría volverse en su contra con resultados devastadores. El escándalo podía terminar de destruir la relación que tenía con su hijo. El pánico se apoderó de ella.
— ¡No puedes hacer eso! Pedro, no debes volver a relacionarte con esa mujer. ¿Acaso has olvidado lo que te hizo?
—No, madre, no me he olvidado. Ni pienso empezar una relación con ella. Una vez fue más que suficiente. Su tía ha muerto.
—No lo sabía —dijo Ana, no sin cierto nerviosismo.
—Estoy seguro de que tiene facturas que pagar y cabos sueltos. Seguramente se marchará al lugar del que ha venido tan pronto como lo arregle todo.
—Ella va a heredar esa casa —comentó Ana, que no parecía tan segura.
— Sí. Por lo menos tendrá donde resguardarse. No sé dónde ha estado todos estos años, pero sé que no tenía nada cuando se marchó de la ciudad —concluyó, tomándose el whisky como si fuera agua.
—Eso no es cierto. Tenía dinero.
— ¿Acaso se te ha olvidado que Facundo devolvió el dinero que, supuestamente, ella había robado?
—Estoy segura de que tenía algo de dinero —insistió, cada vez más pálida—. Segura.
—Jamás me creí que ella hubiera podido tomar parte en algo así. Facundo nos contó la historia como si se la hubiera aprendido de memoria y Paula me juró que él jamás la había tocado, que nunca habían sido amantes.
—Una chica así podría tener muchos amantes...
Los ojos de Pedro se oscurecieron al recordar los momentos compartidos con Paula, el fuego que había ardido entre ellos. Aún la veía temblando por lo mucho que lo deseaba.

5 comentarios:

  1. Que mala lamama de Pedro.!! ... a ver que pasa , esta muy interesante la historia

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  2. Que mala lamama de Pedro.!! ... a ver que pasa , esta muy interesante la historia

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  3. Vieja bruja la madre!!! Y esa Paulita va a dar el zarpazo cuando menos se lo espere.

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  4. Muy buenos capítulos! que suegra que se echó Paulita! Toda una HDP!

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  5. q mala q es la madre de Pedro x favor

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