viernes, 24 de abril de 2015

Una Llamada Inesperada: Capítulo 84

-Siéntate mientras te traigo algo frío para beber. Hmm. ¿Sabías que tienes fundida la bombilla de la heladera?
Paula  asintió. y se dejó caer en una silla. Al menos el casero había cumplido su palabra y le había arreglado el termostato aquella mañana mientras estaba en el hospital. ¿No sería . agradable que pudiera re programar su corazón? Se llevó las manos a la cara y recordó a Pedro corriendo junto al autobús. ¿Qué lo había impulsado a ir tras ella... la culpabilidad por su conducta? ¿Miedo a que informara de lo sucedido a su superior? Bajo ningún concepto preocupación por haberla manipulado.
Las cosas que le había dicho... .Oh, Dios.. Sonó el teléfono, provocándole un nudo en la garganta. Cecilia  y ella intercambiaron una mirada, pero dejó que sonara dos, tres, cuatro veces, hasta que se activó el contestador.
-Paula, soy Pedro -su voz sonora y profunda llegó hasta ellos.
El sollozo se convirtió en un hipo. ¿Cómo se atrevía a llamarla?
Si estás ahí, levanta el auricular.
Permaneció pegada a la silla, mirando el aparato con ojos entrecerrados. Lo oyó suspirar.
-Mira, no te culpo por no querer volver a hablarme. Imagino lo que debes pensar de mí. Solo quería decirte que... Lo siento. Lo siento mucho, Paula. Empezó como una diversión inocente y se escapó de las manos. Cuando llegué a conocerte, quise contártelo. Intenté decírtelo en la recepción antes de que... bueno, ya sabes.
Cecilia enarcó las cejas. Paula cerró los ojos.
-Incluso pensé en una manera de contártelo hoy... por eso quería que nos viéramos a solas. Aunque no puedo afirmar con sinceridad que lo hubiera hecho, porque las cosas parecían ir bien entre nosotros y esperaba. ..
Paula abrió un ojo. ¿Esperaba  -Esperaba...
Abrió el otro ojo. ¿Esperaba?
-Esperaba que no me odiaras.
Frunció el ceño. Demasiado tarde. -Lamento haberte engañado, pero te juro que sentía todo lo que te dije por teléfono.
Cecilia  frunció los labios.
-Bueno -continuó él tras una pausa-, no volveré a molestarte. No podía permitir que las cosas terminaran así. Lo siento, Paula.
La comunicación se cortó. Ella se secó los ojos. El cuerpo y la cara le dolían por la emoción acumulada.
Cecilia depositó en la mesa dos vasos con limonada y se sentó en la silla de al lado.
-Bueno --comentó, alzando su vaso para beber un poco.
-Bueno, ¿qué?
-Bueno, parecía sincero.
-Sí, lo siente -bufó-. ..siente que lo haya descubierto.
-¿Qué fue eso de -ya sabes» sobre la recepción?
Paula  no apartó la vista del vaso, pero supo que tenía la cara roja. -¿Paula?
-Lo hicimos en un cuarto a oscuras -suspiró.
-Ah. De modo que ahí es donde desapareció. Pensé que te habías marchado para llamar a Tomás.

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