viernes, 10 de abril de 2015

Una Llamada Inesperada: Capítulo 19

-Como ya he dicho, oficial, la clínica veterinaria está en la Calle Dieciséis. No necesita pedir cita.
El ladeó la cabeza, desesperado por alargar la conversación.
-¿No... no la conozco de alguna parte?
-No lo creo -se mostró perpleja-. Jamás he tenido problemas con la policía.
-Paula Chaves -murmuró, fingiendo reflexionar en su identidad, cuando en realidad le gustaba el sonido de su nombre en la lengua-. Paula Chaves...
-Quizá me haya visto en los pasillos del hospital -indicó ella.
-Espere un minuto -dijo, improvisando-. Conozco a un tipo llamado Tomás que sale con una mujer llamada Paula.
-¿Tomás Trainer? -dió un paso hacia él..
-Hmm, sí -pasó el peso del perro a su brazo izquierdo mientras extendía la mano derecha-. Pedro Alfonso.
Ella titubeó, luego apoyó su mano suave en la de él.
-Encantada de conocerlo, oficial Alfonso.
-Pedro es mejor -le soltó a regañadientes la mano.
-Le diré a Tomás que me encontré con usted cuando vuelva de su viaje de trabajo.
-Bueno, quizá no me recuerde... solo he hablado con él un par de veces... de forma casual -tragó saliva-. iEn el gimnasio!
-¿El gimnasio de la Calle Arrow? Sí, es ahí adonde va Tomás -acarició la oreja del perro--. Pobrecito, espero que se encuentre bien.
Él solo pudo asentir, aturdido por la coincidencia que los había reunido. No era supersticioso, pero debía de tratarse de alguna señal.. . ¿no?
-Bueno -dijo ella, despidiéndose con un gesto de la mano--, buena suerte.  Estoy convencida de que la clínica dejará a su amigo como nuevo.
Giró en redondo y reveló una extraordinaria figura. El pelo oscuro estaba recogido en parte con un pasador en la nuca, mientras el resto caía hasta la mitad de su espalda. La enfermera Paula Chaves avanzó unos diez metros hasta una parada de autobús, luego se sentó en un banco de madera a esperar, como si no fuera la mujer más hermosa de Birmingham.
Entonces Pedro  sonrió. La mujer más hermosa de Birmingham estaría sola unos días.
El perro gimió y lo sacó de la tierra de fantasía en la que estaba sumido. Se dirigió hacia el coche patrulla.
Paula se movió en el banco de madera, con las mejillas encendidas por la vergüenza. Como Tomás había elegido dejarle un mensaje en el hospital en vez de hablarle en persona, debía de estar molesto por su pequeña “sesión”. Cecilia tenía razón; lo había asustado siendo tan directa. Volvió a leer la nota. He tenido que salir inesperadamente de la ciudad. Tomás.

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