sábado, 25 de abril de 2015

Una Llamada Inesperada: Capítulo 91

-Paula, ¿a qué se dedica?
-A hacerme feliz, mamá. ¿Puedo llamarte dentro de un rato?
-Desde luego, querida.
Colgó y se llevó la mano a la boca. Su padre se había dedicado a aventuras extramaritales porque su madre odiaba el sexo. No porque una mujer no fuera suficiente para él. No porque disfrutara poniendo a prueba sus posibilidades de salirse con la suya. No porque no amara a su familia. Su madre había sido la primera en violar los votos matrimoniales al no satisfacer las necesidades físicas de su marido. Paula había juzgado erróneamente a su padre. Envió una plegaria de disculpa y le sonrió al hombre al que siempre había adorado, pero cuya situación jamás había podido apreciar adecuadamente.
Sonrió. De modo que no había heredado tendencias oscuras y lujuriosas. Su impulso sexual se había disparado debido a un hombre al que estaba destinada a conocer. Un hombre que le agitó el alma incluso antes de conocerlo, por el que se sentía atraída física y espiritualmente.
Contó hasta diez para calmar el corazón desbocado. Amaba a Pedro. Era imposible, pero cierto. Habían conectado tan deprisa y con tanta intensidad, que se había asustado.. Como era demasiado bueno para ser verdad, no se lo había creído. Pero, en algún rincón del subconsciente, ¿no había esperado en todo momento que fuera Pedro con quien tenía las fantasías sexuales telefónicas?
Se le estaba concediendo un regalo. No iba a darle la espalda al amor para huir.
Miró el teléfono y rió al darse cuenta de que aún tenía su número programado. Apretó la tecla y mientras esperaba sintió cómo el corazón le palpitaba con fuerza. ¿Estaría en casa? Era muy tarde. ¿Dormiría? ¿Le alegraría oír su voz?
-Hola --contestó, y su voz le llenó de calor el pecho.
- Pedro, soy Paula.
-Hola -sonó feliz pero inseguro--. Me encanta oír tu voz. No creía...
-Yo también te amo --oyó unos sonidos ahogados en la línea-. ¿Te atragantas? Porque conozco el movimiento  -él rio--. Me preguntaba si sabes dónde vivo.
-Sí, señorita.
-Bueno, en ese caso, quería saber si querías venir a mi casa ---oyó un ruido como si el auricular se hubiera caído--. ¿ Pedro?
Por el ritmo de los sonidos se dio cuenta de que el auricular se bamboleaba del cable. Soltó una carcajada al oír el ruido de su puerta al cerrarse.
Paula cruzó los brazos, con la esperanza de que Pedro tuviera el coche patrulla y pudiera encender la sirena. Odiaba esperar.

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