miércoles, 29 de abril de 2015

Atrapada en este Amor: Capítulo 16

—Eso es mentira.
—Como tú quieras. ¿Qué vas a cenar?
—Mi madre no tiene que pagarte para que te marches de la ciudad. Yo puedo librarme de ti cuando quiera.
— ¿De verdad? Resultaría fascinante ver cómo lo intentas.
— ¿Acaso no me crees? —Preguntó él con una sonrisa muy calculadora—. Por ejemplo, podría comprar la hipoteca de la casa de tu tía.
—La casa no tiene ninguna hipoteca —replicó ella. Efectivamente, Juan la había comprado al contado.
Pedro pareció muy sorprendido.
—En ese caso, podría despedirte.
—Puedo conseguir otro trabajo. Ni siquiera tú puedes controlar todos los negocios de esta ciudad. De hecho, podría ir a ver a tus enemigos para que me dieran trabajo.
—Inténtalo.
— ¿Por qué no le preguntas a tu madre por qué quiere que me marche?
—Sé por qué. Cree que tú encontrarás el modo de volver a meterte en mi vida y que volverás a hacerme daño, como lo hiciste hace muchos años. Me engañaste y ayudaste a otro hombre a que me robara.
— ¿Y yo? ¿Acaso no cuenta lo que me hicieron tu madre y tú?
—Nosotros no te hicimos nada, aunque podríamos haberlo hecho. Te podríamos haber enviado a prisión por robo.
—No lo creo. Un buen abogado hubiera hecho pedazos a Facundo. Por cierto, ¿dónde está ahora?
—No lo sé.
—Es una pena. Me gustaba Facundo a pesar de lo que tu madre y él me hicieron.
— ¡Mi madre no te hizo nada!
— ¿Nada? Pregúntaselo a ella. Pregúntale por qué estoy aquí. Por qué no quiero marcharme. Pregúntale la verdad.
—Sé cuál es la verdad —afirmó él, levantándose de la mesa y arrojando la servilleta sobre el mantel—. Esta vez no me encontraras tan vulnerable.
—Ni tú a mí tampoco. Puedes decirle a tu madre que mi precio ahora está más allá de lo que ella puede pagar.
—Ten cuidado —le advirtió él—. Ahora estás en mi terreno. Lucharé hasta ganar.
—En ese caso, es mejor que vayas puliendo tu espada, hombretón —replicó Paula—. Esta vez vas a tener que esforzarte un poco más. Buenas noches.
Con eso, Paula se dio la vuelta y se dirigió a la mesa de al lado sin pestañear.
Aquella noche, Ana Alfonso no cenó nada. Su entrevista con Paula no había ido tal y como ella esperaba. No había tenido intención de realizar amenazas, pero la joven la había asustado. No se estaba enfrentando a la adolescente asustada de hacía seis años. No. Aquella nueva Paula tenía cualidades desconocidas y, cuando ella no había podido quebrantar su compostura, le había dicho cosas que jamás había tenido intención de decir.

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