viernes, 10 de abril de 2015

Una Llamada Inesperada: Capítulo 20

Su forma de comunicarse era, como mínimo. ..Económica. Pero la boda de Sofía se celebraría en tres días, y había tenido ganas de asistir con Tomás con la esperanza de que contemplar el compromiso de otra persona proyectara alguna luz sobre su camino sin objetivos.
Giró la cabeza y observó la ancha espalda del oficial Pedro Alfonso. Aún sostenía al perro herido en brazos. Sonrió, pensando en los pocos hombres que se habrían tomado el tiempo de ayudar a un animal herido. Le había sorprendido que conociera a Tomás. Parecía mucho más... mundano... que los amigos contables de Tomás. Claro que había mencionado que lo trataba por el gimnasio. Frunció el ceño y lo vio desaparecer de vista. Por otro lado, debían de ser más que simples conocidos si Tomás había mencionado su nombre.
Se mordió el labio y comprendió que jamás había pensado en el tipo de cosas que Tomás podía contarle a sus amigos de ella. ¿Les hablaría sobre el sexo telefónico? Ella se lo había revelado a Cecilia, pero solo porque su amiga la había animado a compartir sus fantasías con Tomás en primer lugar. Además, Cecilia era su confidente.
Pero la idea de que los amigos de Tomás la supieran la molestaba. Casi tanto como el hecho de que desconocía si él se lo contaría.
De hecho, sabía poco de los hábitos y amistades del hombre al que había conocido en la fiesta de un amigo de un amigo diez meses atrás. Habían hablado de una película que ambos habían visto y odiado. No la había deslumbrado, pero era agradable y parecía no ser psicótico... algo positivo en el mercado de solteros.
Pero nunca había sido demasiado locuaz y ni siquiera recordaba si alguna vez le había mencionado que tenía hermanos. Tampoco estaba al tanto de si le gustaban los animales, aunque lo dudaba.
Un bocinazo le hizo apartar la vista del último punto en que había visto al atractivo oficial de policía. El conductor del autobús la miró con ojos furiosos a través de la puerta abierta.
-¿Va a subir o no, señorita?
Se levantó de un salto y subió al vehículo. Debía dejar de soñar despierta. Pero avanzar entre al autobús lleno no pudo distraerla de sus recuerdos de Pedro Alfonso. ¿Los hombros de Tomás eran tan anchos? Con un suspiro reconoció que la razón por la que había respondido físicamente ante el hombre uniformado era porque la sesión nocturna con Tomás había despertado puntos desobedientes en su interior. Le hormigueaban los muslos, sentía los pechos colmados y un nudo en el estómago. La vista se le tornó borrosa y los ruidos externos disminuyeron. -
¿También él habría sentido una conexión al  conocerse? ¿Una atracción física eléctrica nacida de la proximidad y un objetivo en común?
Se reprendió por tener pensamientos eróticos con un hombre al que acababa de ver, pero algo en el oficial Pedro Alfonso parecía familiar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario