viernes, 10 de abril de 2015

Una Llamada Inesperada: Capítulo 21

-¡Centro Comercial! -anunció el conductor, sacándola de sus fantasías de colegiala. Paula bajó despacio y se dirigió hacia una tienda que Cecilia le había recomendado para comprar un vestido para la fiesta de Sofía. Se probó un vestido azul con motivos florales y quedó sorprendida porque hacía juego con sus ojos y por el modo en que la tela voluminosa caía en pliegues femeninos hasta sus tobillos. Sonrió ante el espejo, volviéndose con celeridad para ver cómo el delicado bajo flotaba en el aire. De pronto pensó en su hermana mayor. Paula siempre la había acompañado a las tiendas y observado a la mágica Macarena probarse un vestido tras otro para los muchos bailes y fiestas a los que asistía. Era deslumbrante y poseía un gusto especial para elegir el vestido que mejor resaltaba su piel perfecta y su más que perfecta figura. Su madre permanecía detrás de Macarena mientras la dependienta proclamaba a su hija la joven más hermosa a la que jamás había visto. Nadie le quitaba los ojos de encima, en particular su madre, de quien Macarena había heredado los luminosos ojos verdes y el lustroso pelo rubio.
Mientras tanto, Paula, que se llamaba así por su padre, del cual había sacado los ojos azules y el corriente pelo castaño, se retraía más y más. En una ocasión incluso la olvidaron en una tienda. Su padre, a quien adoraba, había ido a recogerla y se había detenido en una tienda de empeños para comprarle una cámara de 35 mm. Al instante quedó enganchada a la fotografía, que se convirtió en su vía de escape, en su ventana a la condición humana y en un vínculo con su querido padre. Él había muerto de cáncer el verano que ella cumplió dieciséis años. Recordó que acababa de aprender a conducir. y lo gracioso era que nunca se había sacado el carné.
Su madre también la quería; pero sencillamente había estado ocupada con Macarena y en todo lo que era su hermana. Aún era así, aunque entonces incluía al marido rico de Macarena ya sus dos preciosas hijas. Era un trabajo a tiempo completo para su madre seguir los pasos de la vida maravillosa de su hija en Denver. Paula había quedado a su libre albedrío, potenciando su gusto por la fotografía y asistiendo a la escuela de enfermería. No había que tener un aspecto espectacular, sentir inclinación por la música o ser una gran bailarina para sacar fotos o ser enfermera.
Estudió su silueta y frunció el ceño. Menos mal, pensó.
Se llevó el vestido. Mientras caminaba por el centro comercial, no pudo dejar de pensar en la llamada telefónica. Ni mostrar obsesión por la reacción de Tomás. Maldita Cecilia por haber sacado las preguntas en primer lugar. y maldito Pedro Alfonso por abrirse paso a la fuerza en su mente ocupada. De pronto, le alegró saber que con toda probabilidad jamás volvería a verlo.
Tal como le había recomendado su amiga, se dirigió a Elm y, al no conocer la elegante tienda, vagó por ella hasta que encontró el departamento de accesorios. Sintiéndose observada, miró alrededor antes de probarse sombreros. Había tantos. Se probó un estilo tras otro, luego reconoció que hacía tiempo que no se divertía tanto. Incluso se soltó el pasador del pelo y jugó con la idea de llevarlo suelto para la boda.

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