lunes, 13 de abril de 2015

Una Llamada Inesperada: Capítulo 35

-¿Es usted la amiga que va a casarse?
-Oh, no, esa es Sofía Alexander. Yo soy Cecilia. Cecilia Wheeler.
-Encantado de conocerla, Cecilia sonrió. -Lo mismo digo -repuso y aleteó las pestañas.
Vió a Paula antes de que ella los viera. Ponía un esparadrapo en el brazo de un hombre de mediana edad que acababa de terminar de dar sangre. Le sonrió y le indicó una mesa donde había refrescos. Pedro experimentó una punzada de envidia... quería ser él quien recibiera su sonrisa radiante. Su perfil era de una belleza clásica y por enésima vez se preguntó si Tomás hoy le había puesto un anillo en la mano.
-Paula -llamó Cecilia con voz dulce-, mira quién ha venido a verte.
Ella giró y la sonrisa desapareció de su cara.
-Hola -saludó Pedro con una inclinación de cabeza.
-Hola.
Si la ciudad pudiera embotellar esa frialdad, la ola de calor se mitigaría.
-Paula -reprendió Cecilia-, no me dijiste que tu poli fuera tan atractivo.—
-¿Lo es? No lo había notado.
Cecilia la miró con expresión extraña, le entregó el formulario y se marchó.
-¿No soy atractivo? -preguntó él con expresión dolida.
-¿Qué hace aquí? -He venido a cumplir con mi deber cívico. -¿Está seguro de que la sangre no le hierve después de la celebración de su cumpleaños? -esbozó una sonrisa edulcorada.
Al parecer, eso no le había parecido divertido a ella. Sonrió con timidez, sosteniendo la gorra en ambas manos.
-Yo, hmm, lo siento. Mi compañero se deja dominar por las bromas.
-Hmm. -En cualquier caso, intenté encontrarla, después, pero había desaparecido.
-Mire, oficial, estoy bastante ocupada. Si quiere dar sangre, túmbese.
Pedro obedeció, pensando que quizá esa sería la única oportunidad que tendría de estar cerca de ella y echado al mismo tiempo. Ella le tomó la presión arterial mientras escuchaba con el estetoscopio.
-Por su expresión -rió-, debo de estar muerto.
-No, pero su tensión se eleva hacia el extremo de lo que es normal. ¿Es normal eso?
-No, siempre ha sido perfecta -aunque su cuerpo ya estaba acostumbrado a cobrar vida al oír su voz... Probablemente se debe a los estímulos del día.
-¿Puedo donar? -ella asintió.
-Pero compruebe la tensión otra vez dentro de unos días, para asegurarnos. Súbase la manga, por favor.
Se desabotonó el puño de su camisa azul de uniforme.
-No llegamos a tomar el perrito caliente. ¿A qué hora sale?
-Dentro de un par de horas -repuso con expresión carente de todo interés.

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