sábado, 11 de abril de 2015

Una Llamada Inesperada: Capítulo 23

Sus dedos empequeñecían el vaso de papel que le extendió. Bebió despacio el refresco gaseoso al tiempo que sentía que la penetraba con la mirada.
-Hoy es un héroe, ¿eh? -Aquí no hay ningún héroe -sonrió con gesto infantil-. Solo cumplo con mi trabajo. El mundo es muy pequeño, verdad? -preguntó.
Ese uniforme... esos ojos... como si pudiera ahondar en su psiquis y ver todos sus secretos. Aún tenía que recobrarse de su episodio con Tomás y ahí estaba, deseando a un desconocido. De la noche a la mañana, se había visto inmersa en una ciénaga de sexualidad.
-Parece que hasta ahora se había estado divirtiendo -continuó, señalando las bolsas de Elm.
En su caso, la diversión siempre conducía a la desgracia.
-¿Alguna ocasión especial? -inquirió, mirando la caja del sombrero.
-Una boda -graznó.
-¿La suya?
-No. -¿Está segura de que se encuentra bien? - ladeó la cabeza.
-Desde luego -se retiró para masajearse el costado-. Siempre y cuando no me haya roto una costilla. Soy enfermera, oficial Alfonso, perfectamente capaz de administrarme a mí misma el tratamiento Heimlich.
-Pero no lo estaba haciendo -señaló de forma general la zona de su pecho.
-Buscaba con calma una silla del tamaño adecuado -inhaló indignada.
-Bueno, perdóneme -pareció muy divertido-. Quizá tendría que haber dejado que se pusiera azul mientras buscaba la silla adecuada. O, mejor aún, quizá debería haberla enviado a una clínica del otro lado de la ciudad.
Era demasiado arrogante. Se levantó y empezó a caminar alejandose.
-¡Espere! ¿No va a terminar de comer? Tal vez tendría que hacer que la viera un médico.
-Oficial, creo que eso es algo que puedo determinar por mí misma -se inclinó para recoger las bolsas y notó que tenía unos pies extremadamente grandes. Vaya.
-Tendré que redactar un informe sobre lo sucedido aquí informó--. ¿Quiere que le envíe una copia?
-No -¿para que le recordara lo que había pasado?- Adiós.
-Señorita -inclinó la cabeza. Su edulcorada cortesía solo sirvió para avivar la ansiedad de Paula. Apartó la vista de él y se dirigió hacia la salida más cercana. En esos momentos, su conciencia cobró vida; Con un suspiro resignado, se volvió.
-A propósito, ¿cómo está el perro? Él cruzó los brazos y exhibió todo tipo de músculos.
-El veterinario dijo que se pondrá bien. -Bien -Pedro asintió con expresión inescrutable, aunque ella tuvo la impresión de que no pensaba en el perro rescatado-. Bueno... gracias.
-De nada, señorita. No miró atrás al marcharse, pero pudo sentir sus ojos clavados en ella, incluso después de terminar las compras y llegar a su apartamento. Entre el uniforme y su enorme figura, irradiaba un poderoso magnetismo sexual.

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