miércoles, 29 de abril de 2015

Atrapada en este Amor: Capítulo 19

—Ahora sí la quiero.
—En ese caso, pregúntale a tu madre.
—No vas a llegar a ninguna parte tratando de implicar a mi madre en esto. Los dos sabemos que no sentía ningún aprecio por tí.
—Me odiaba. Tengo parientes indios, ¿recuerdas? Mis orígenes son humildes. Mis padres tenían una pequeña granja. Yo recuerdo tener que llevar zapatos de segunda mano antes de que mis tíos se hicieran cargo de mí. Ni siquiera entonces tuve dinero o clase social, que era precisamente lo que tu madre quería para ti. Tenía que ser una mujer de sangre azul.
Pedro detuvo el coche delante de la casa de la tía de Paula.
—La mayoría de las madres quieren lo mejor para sus hijos.
—Es cierto —afirmó ella, pensando en Franco—, pero no todas las madres se entrometen en los asuntos de sus hijos hasta el punto de tomar decisiones que les conciernen sólo a ellos. Yo no lo haría jamás.
Pedro apagó el motor y las luces, y se giró para mirar la casa.
— ¿Por qué sigues aquí? —le preguntó—. Si hay un hombre esperándote en Chicago, ¿por qué no regresas con él?
—Tengo mis razones.
Pedro deslizó el brazo sobre el respaldo del asiento.
Paula  recordó lo que había sentido al estar entre aquellos brazos.
Él pareció sentir esos recuerdos porque, cuando volvió a hablar, lo hizo con voz muy ronca.
—La primera vez fue debajo de un árbol al lado del lago de mi rancho —dijo, como si le hubiera leído el pensamiento—. Habíamos salido a montar a caballo, pero, los dos ardíamos de deseo. Yo te quité la camiseta. Tú me dejaste. Te tumbé sobre la hierba. Te desnudé, me desnudé... Ni siquiera pude esperar lo suficiente para excitarte. Te penetré con un único y rápido movimiento.
— ¡No digas eso! —exclamó ella, sonrojándose.
— ¿Te avergüenza? —le preguntó, aprisionándola contra su pecho—. Estabas muy tensa y tenías miedo. Cuando empecé a temblar de placer, me preguntaste si me dolía algo —añadió, susurrándole las palabras contra el cabello, contra la boca—. La segunda vez te besé de la cabeza a los pies, te mordí el interior de los muslos y los pezones. Cuando te poseí, tú estabas lista para recibirme. Aquella vez fue tan explosivo... Tú alcanzaste el orgasmo después de mí, sentada encima. Yo te observé...
La lengua de Pedro siguió el camino de las palabras hasta alcanzar los suaves labios. Paula sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas y se abrazó a él. Pedro  abrió la boca, insistente, mientras las manos se le perdían en la blusa de Paula, tratando de alcanzar la suave calidez de su cuerpo.
Ella no pensó en los cambios que seguramente iba a encontrar. Era inevitable que notara ciertos cambios de madurez.
Pedro le introdujo una mano por debajo de la copa del sujetador y se lo levantó. Entonces, levantó la cabeza y la miró con pasión.
—Los tienes más grandes.
—Soy mayor.
Antes de que Paula se diera cuenta de lo que él tenía intención de hacer,Pedro le levantó la blusa y el sujetador y la miró extasiado. La voz se le ahogó en la garganta ante lo que vio.
—Oh, nena...
—Ya no... ya no soy una niña —susurró ella, tratando de desviar su curiosidad.
—Eso ya lo veo, Dios Santo. Te convertiste en una mujer entre mis brazos. ¿Acaso creíste que podría olvidarlo nunca? —le preguntó, mientras le acariciaba los pezones al hablar—. Paula..
Bajó la cabeza y atrapó entre los labios un erecto pezón. Entonces, el brillo de los faros de un coche y el rugido de un motón le obligaron a levantar la cabeza. Paula se aprovechó de ese momento para bajarse la ropa y apartarse de él. Cuando el coche había desaparecido al otro lado de la calle, ella ya había salido del coche.
Pedro  consiguió alcanzarla mientras ella subía los escalones del porche.
—Te deseo —dijo él con la voz desgarrada.
—Eso ya lo sé —replicó ella muy secamente—. Sigo siendo tan vulnerable como lo era con  veintiún años y, aparentemente, igual de estúpida cuando me acerco a ti. Sin embargo, eso ya no te va a volver a funcionar. No pienso volver a ser tu amante una segunda vez. He aprendido muy bien la lección.
— Sé que sigues deseándome —susurró él con la respiración entrecortada—. Podría conseguir que te pusieras de rodillas para suplicarme. De hecho, ya lo hice. ¿Te acuerdas?
Por supuesto que lo recordaba. Había sido justo antes de que su madre le llenara la cabeza con mentiras sobre Facundo. Él la había humillado y la había excitado, pero Paula  había estado demasiado enamorada como para resistirse. Había cedido porque estaba profundamente enamorada de él y porque creía que Pedro también lo estaba de ella. No había sido así. Pedro sólo la deseaba.
—Lo recuerdo —replicó muy tensa—. Ahora, suéltame.
—No quieres que lo haga.
—Tu madre sí —replicó ella, jugando la única carta que le quedaba. Esperaba que ésta sirviera para distraerlo, porque su cuerpo estaba empezando a traicionarla. Habían pasado tantos años desde la última vez que había estado con Pedro... Lo deseaba profundamente, pero no se atrevía a dejarse llevar.
Él dudó y ella se echó hacia atrás.
— ¿Te acuerdas de tu madre, Pedro? —le preguntó Paula, fríamente—. Nada ha cambiado. Ella sigue odiándome.
—Ella no tiene que apreciar a la mujer con la que yo me acuesto —replicó, echando mano de la crueldad al sentir que la frustración y el dolor se apoderaban de él.
—Yo no me estoy acostando contigo —afirmó ella.
—Dime que no lo deseas, Paula —dijo Pedro en tono de burla.
Ella se acercó hacia la puerta y rebuscó las llaves en el bolso.
— Lo que yo desee no viene al caso —repuso. Abrió la puerta, entró y se volvió para mirarlo—. No quiero volver a pasar por esa locura. Y tú tampoco. Vete a casa, Pedro. Estoy segura de que tu madre agradecerá la compañía.
—No ha venido a verte, ¿verdad? Me has mentido.
—No sé por qué me sorprende aún que pienses que, si alguien ha hecho algo malo, ésa debo de ser yo. Ana debería de estar orgullosa. Te ha enseñado muy bien que es ella la que tiene la única verdad.
—Al menos, ella es capaz de hacerlo.
Paula  sonrió.
—En una ocasión, pensé que serías capaz de amarme —dijo ella—, pero, en el momento en el que te pusiste del lado de tu madre comprendí que era sólo deseo. El amor y la confianza son dos lados de la misma moneda.

4 comentarios:

  1. Es apasionante esta historia. Espero que Paula pueda lograr su objetivo y desenmascare a la bruja de la madre. Y después sí que se vuelvan a enamorar.

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  2. grrrrrr ! a la madre de Pedro y a el por que le cree todo... quiero que se entere de todo.. y despues empiece a REMAR jajajajajajaja! genial la novela

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  3. Muy buenos capítulos!!! Como quiero que llegue el momento en que Pedro sepa la verdad! dónde se va a meter él y su mamá!???

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