domingo, 12 de abril de 2015

Una Llamada Inesperada: Capítulo 28

 -Sí.
-Te... temía que pensaras que había sido demasiado directa.
La risa tímida que soltó ella era la brisa que había esperado toda la noche. Pedro cerró los ojos. TomásTrainer no se la merecía.
-En absoluto. Estuviste maravillosa. Ella suspiró, un sonido aterciopelado que hizo que él contuviera un gemido.
-Ojalá te sintieras mejor -musitó ella con añoranza.
Pedro se sentó más recto sin dejar de mantener el teléfono apartado de la boca.
-Me siento bastante... bien.
-¿Bastante bien? -rio y el cuerpo de él se endureció-. ¿Bastante bien para una repetición? .
Se apoyó sobre las almohadas y soltó el aire por la boca.
-Absolutamente -desde un rincón de su mente surgió una protesta, pero el deseo la eliminó. Deseo por Paula Chaves. Porque a pesar de lo maravillosas que habían sido las fantasías de la noche anterior, en ese momento sabía qué aspecto tenía ella, la luminosidad de su piel, el modo en que movía las manos ¿Qué llevas puesto?
-Nada -musitó-. Hace demasiado calor. Él gimió y la imaginó en la cama, con los
brazos extendidos por encima de la cabeza, la espalda arqueada. Lo tocaba y le provocaba una erección en segundos.
-Paula, Dios mío, eres tan hermosa. Ven a mí.
-Estoy aquí -dijo-. Bésame... tócame. -Mis manos. ..en tus hombros, brazos, estómago.
-Hmmmm... más abajo. -Oh, me estás matando. -Eso es. Ahí.
La serie de gemidos que soltó ella puso a prueba su resistencia. Cuando ya no fue capaz de soportarlo más, dijo:
-Pasa tus piernas alrededor de mi cintura. -Hmmm. Hazme el amor... ahora.
La petición ronca estuvo apunto de empujarlo por el precipicio, pero se contuvo, ya que deseaba prolongar su encuentro. El cabello se extendió alrededor de su cabeza, largo y oscuro sobre las sábanas. Los pechos se irguieron, los muslos... le dieron la bienvenida. Oh, que Dios lo ayudara.
-Ahhhhhh -jadeó, penetrándola-. Oh, sí.
-Hmmmm. ..hasta el fondo -instó Paula-. Sí, más hondo. ..más deprisa.
Obedeció y apretó los dientes para seguir su ritmo sin perder el control.
-Paula, no puedo... durar mucho más. Eres demasiado.
-Oh, ya casi he llegado... sí...
Jadeó, luego gritó, un sonido desesperado y divino que vació de energía a Pedro y quebró su contención. Cedió a la intensidad de ella, luego la igualó y sus gemidos se fundieron hasta formar una única canción. Los espasmos comenzaron a menguar.
Un silencio cómodo se extendió entre los dos mientras se recuperaban despacio. Estaba claro que los suspiros de Paula eran la cura para su insomnio.

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