lunes, 17 de agosto de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 3: Capítulo 45

Paula pasó la noche muy inquieta y la mañana fue complicada. No conseguía concentrarse en lo que hacía, sobre todo, porque no paraba de revivir la conversación con Pedro.
Sabía que había dicho la verdad, pero le costaba creer que una mujer lo rechazara tan fácilmente. Efectivamente, era demasiado guapo para ser de verdad, pero también era encantador y divertido. Además, sólo de pensar que volvía a besarla, le flaqueaban las rodillas por muy humillante que eso fuera. Al parecer, conocerse a sí misma no tenía nada que ver con ser inexpugnable. No podía dejar de dar vueltas en su cabeza a lo que él le había contado: que lo hubiera dejado alguien de quien estuvo enamorado, que lo hubiera rechazado sin compasión. Tenía que haber algo más.
Paula sabía que muchas preguntas se quedarían sin respuesta; sobre todo, por qué le resultaba tan fascinante todo aquello. No quería saber la respuesta a eso.
Terminó de retirar los platos de la comida y de meterlos en el lavaplatos. Luego, fue a ver a Gloria. La paciente dejó el libro que estaba leyendo cuando entró ella.
—La mujer de mi nieto mayor va a venir a visitarme —Gloria lo dijo con más resignación que agrado—. Acaba de tener una hija. El padre biológico lo consiguió en un banco de esperma. ¿Puedes creértelo? No entiendo que Matías quisiera volver con una mujer que hace algo así.
Como si fuera una vaca de cría que…
Paula arqueó las cejas. Gloria tomó aliento y se calló.
—La mujer de mi nieto va a venir a visitarme —empezó otra vez—. Va a traer a su hija. ¿No te parece maravilloso?
—Creo que te gustará la compañía —Paula sonrió.
—Me gustan los bebés —dijo Gloria lentamente—. Independientemente de dónde… —volvió a callarse—. Sofía es guapa, seguro que su hija será muy atractiva.
—Vas avanzando —la animó Paula—. ¿Qué tal te sientes?
—La mayoría de las veces, ridícula —reconoció Gloria—. Pero tienes razón. Tiene importancia. Quiero que mi familia forme parte de mi vida y si ése el precio, lo pagaré.
—Las cosas que hacemos por amor…
—O que no hacemos —replicó Gloria mirándola fijamente—. ¿Por qué no estás casada?
—Nadie me lo ha pedido.
—Me extraña. Eres muy apta.
Paula supo que tras ese calificativo tan poco estimulante había un halago sincero.
—Vaya, debería bordarlo en un almohadón: «Muy apta».
—Sabes lo que quiero decir. Eres el tipo de mujer que sería una buena esposa.
—A tí te lo parezco, ¿verdad? Sin embargo, al parecer, los hombres han decidido que pueden vivir sin mí.
Paula lo dijo con desenfado, sin reconocer que podía sentir cierto resquemor. Tenía casi treinta años y ningún hombre se había enamorado de ella. La teoría de su hermana era que siempre elegía hombres que nunca le gustarían para que le fuera más fácil poder mantener las distancias. Ella no estaba segura. Nunca se había enamorado, así que Delfina podía tener razón. Además, efectivamente, se inclinaba hacia hombres que no le causaran problemas.
Excepto con Pedro. Ella nunca le gustaría, pero podía soñar con él. Había pasado toda su vida sin encapricharse de nadie. ¿Por qué tenía que pasarle en ese momento y con él?
—No eres suficientemente sexy —sentenció Gloria.
—¿Cómo dices? —Paula la miró fijamente.
—Los hombres son unos necios con el sexo. Lo han sido siempre. No resaltas tus atractivos.

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