viernes, 28 de agosto de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 3: Capítulo 81

—Vamos a divertirnos, Pedro—susurró la primera mientras se mordía el labio inferior—. Desnudos y ardientes… Lo pasarás muy bien. Te lo prometo.
—Yo también —añadió su hermana.
Pedro, sin importarle si parecía un estúpido, se dió la vuelta y salió corriendo. Bajó las escaleras de tres en tres y encontró a Paula con su abuela. Le pidió hablar con ella. Paula lo acompañó al pasillo.
—¿Qué pasa? —preguntó ella—. Tienes una cara muy rara. ¿Estás enfermo? ¿Te duele algo?
Él no supo qué contestar. ¿Cómo podía decirle la verdad? Ella no lo entendería. Paula  tenía principios. Unos los entendía y otros no, pero los tenía.
—Eres importante para mi —Pedro la acarició la mejilla—. Lo sabes, ¿verdad?
—¿Qué has hecho? —preguntó ella con los ojos entrecerrados.
—No he hecho nada. Lo juro. No he sido yo. No ha sido culpa mía.
—La eterna letanía del hombre irresponsable.
—No lo es. Paula, me conoces. Sabes que soy un hombre íntegro. Nunca te haría daño.
—Cuéntamelo —Paula se cruzó de brazos.
—Te deseo —Pedro supo que estaba complicándolo todo, pero no sabía qué decir—. Significas mucho para mí. Más que mucho. Me gusta nuestra relación y a ti también le gusta. Nunca haría nada que lo estropeara.
—Pero…
—Llegué a casa y subí a ducharme porque tú también ibas a subir. Entré en el dormitorio y ellas estaban allí. Yo no las dejé entrar. Yo no estaba. Lo sabes, ¿verdad? Estaba en el gimnasio. Ellas ya estaban allí.
Pedro  se calló y se preparó para la explosión.
—¿Quién estaba allí?
—Esas dos mujeres. Las gemelas. Quería que se fueran, pero no he sabido cómo sacarlas. Me ha dado miedo de que si decía algo lo tomaran como una insinuación.
Él no pudo interpretar su expresión. Algo destelló en sus ojos, pero desapareció antes de que pudiera reconocerlo.
—¿Están arriba? —preguntó ella.
—En mi cama. Desnudas.
—¿Hay dos mujeres desnudas en tu cama? —preguntó ella con los ojos como platos.
Él asintió con la cabeza vehementemente y la agarró del brazo.
—Tienes que ayudarme. No las he tocado, lo juro. No quiero que estén ahí. No quiero nada de esto.
—¿El jugador de béisbol granuja y grandullón tiene miedo? —preguntó ella con una leve sonrisa.
—Terror.
—¿Esperas que suba y las eche a patadas?
—Sería fantástico.
—Doy por supuesto que te acostaste con ellas.
—Fue hace mucho tiempo —reconoció Pedro con la mirada clavada en el suelo.
—¿Con las dos a la vez?
Él asintió con la cabeza y con un gesto sombrío.
—Impresionante.
Pedro la miró. Quizá no fuera el mejor analizando a las mujeres, pero habría dicho que ella no estaba furiosa con él.
—¿Qué quieres que les diga? —preguntó ella con otra leve sonrisa.
—Que estamos juntos. Que no soportas esas cosas. Si quieres, puedes decirles que no me interesan. Es verdad. Eres la única mujer que me interesa en mi vida.
—Muy bien.
Se dió la vuelta y subió las escaleras. Él la siguió sin saber cómo iba a acabar todo aquello, pero aliviado porque Paula había tomado las riendas. Ella cruzó la sala y entró en el dormitorio. Las gemelas estaban desnudas y tumbadas en la cama. La de la derecha sonrió al ver a Paula.
—Hola. Nunca habíamos sido cuatro. Puede ser divertido.
Paula miró alrededor, vió la ropa impecablemente doblada sobre la cómoda y fue a por ella.
—¿No son un poco mayorcitas para estos juegos? Meterse desnudas en la cama de un hombre es impropio de ustedes. Son atractivas. Hagan algo de provecho. Vayan a la universidad, elijan una profesión. Sean algo más que unos buenos pechos.
Las gemelas se miraron y luego miraron a Paula.
—Pero nos gusta esto.
Paula  les tiró la ropa.
—¿De verdad? ¿Están orgullosas? ¿Pueden decirle a su abuela lo que hacen? Cuando eran pequeñas, ¿querían dedicarse a esto?
La gemela de la izquierda parpadeó.
—A mí siempre me gustaron los animales, pensé que trabajaría en una clínica veterinaria.
—Muy bien. Hazlo. Haz algo. Dentro de unos diez años, ya no serán tan guapas. Piensen en su porvenir. Hagan un plan de pensiones, piensen en la realidad. Maduren. Entretanto, se visten y se largan  de aquí. Estoy con Pedro  y él no me engaña.
Las gemelas volvieron a mirarse y se encogieron de hombros.
—Muy bien —dijo la de la derecha.
Se levantaron y se vistieron.
—Sentimos habernos colado. No sabíamos que Pedro estuviera saliendo en serio con alguien.
Pedro se mantuvo en silencio durante la conversación y con el convencimiento de que todo iría mejor si se ocupaba Paula. Se acercó a ella y le rodeó los hombros con un brazo.
—Claro que voy en serio —afirmó claramente—. Completamente en serio.
—Qué bien —las gemelas sonrieron—. Bueno, mucha suerte.
Recogieron los bolsos y se marcharon. Él esperó a que se dejaran de oír sus pasos y miró a Paula.
—Me has salvado.
—Eso crees. No puedo creerme que hayas salido con ellas.
Él la miró fijamente.
—No he salido con ellas. Sólo fue sexo. Yo era así. Un canalla que aceptaba cualquier proposición que me hacían. No pedía nada de ellas y estoy seguro de que ellas tampoco pedían nada de mí —era completamente sincero—. No estoy orgulloso de mi pasado. No voy a disculparme, pero está zanjado. Ya no soy así.
Se preparó para algún comentario burlón o algo peor, que ella lo dejara. Sin embargo, Paula se puso de puntillas y lo besó.
—Lo sé —susurró ella—. Te has convertido en alguien increíble.
A él le gustó oírlo. La agarró de la cintura y la estrechó contra sí.
—Siempre he sido increíble.
—Es posible, pero ahora no tiene nada que ver con desnudarse.
Él le tomó el trasero con las manos.
—Podría…
—Tengo que bajar con tu abuela —ella se rió levemente—, pero queda pendiente para luego, ¿de acuerdo?
—De acuerdo…
Los dos sonrieron y fue como si lo hubieran alcanzado en el pecho con una pelota de béisbol. Notó el golpe y se quedó sin respiración. La amaba. Amaba cómo hablaba, cómo pensaba, el aroma de su piel, su sentido del humor, su mezcla de sensibilidad y dureza. Era lo mejor que tenía y había hecho de él un hombre mejor. La quería y la necesitaba. Quería estar con ella todo el tiempo. Quería casarse con ella.
—Pedro, ¿te pasa algo?
—Estoy bien.
Quiso decírselo en ese preciso instante, pero dudó. Decirle que la amaba era algo muy importante y quería decirlo bien. Quería decirlo en un momento especial e intenso. No quería que ella pensara que estaba agradecido porque había lidiado con las gemelas. Se lo diría esa noche, cuando estuvieran solos. Le confesaría sus sentimientos y sus intenciones. ¿Tendría tiempo para comprarle un anillo?
Sonó el móvil de Paula. Lo sacó del bolsillo y miró la pantalla.
—Es Delfina —dijo con tono de preocupación—. No me molestaría en el trabajo si no fuera algo urgente —pulsó el bolón para contestar—. Hola.
Pedro comprobó que la preocupación daba paso a la euforia.
—¿Estás segura? —preguntó Paula—. ¿De verdad? ¿Cuándo? Voy ahora mismo. Lo sé. Es increíble.
Paula colgó y miró a Pedro.
—Ha recibido la llamada. Hay un donante.

2 comentarios:

  1. Excelentes los 5 caps Naty. Me encanta esta novela.

    ResponderEliminar
  2. Hermosos capítulos! cuantas cosas pasaron! Pobre Dani! no tiene suerte con los hombres! y que buena noticia la del donante!

    ResponderEliminar