lunes, 24 de agosto de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 3: Capítulo 71

—A mí me hacía lo mismo —añadió Alejandra—. Todavía puedo ver a aquella chiquilla deliciosa en medio de la cocina con un puchero y gritando que nos sentáramos a comer juntas, que si no lo hacíamos nos sentaría ella misma.
Paula notó la avalancha de recuerdos, casi todos malos. Intentó esquivarlos, como hacía siempre, pero su madre siguió hablando de todo lo que había hecho.
—Habría estado perdida sin tí —concluyó Alejandra—. ¿Te lo había dicho alguna vez? Es verdad.
Paula se sintió muy incómoda. Su madre y ella no se llevaban bien. No estaba permitido que estrecharan lazos.
—No fue para tanto.
—Claro que lo fue. Una parte de la rehabilitación consiste en reconocer cómo afectó el alcohol a tu familia. A tí te obligó a crecer demasiado de prisa. Tú te convertiste en la madre. Yo nunca quise serlo.
Paula  se movió, incómoda, en el sofá.
—No pasa nada —murmuró con ganas de cambiar de conversación.
—Sí pasa —replicó su madre—. Ojalá las cosas hubieran sido distintas —Alejandra frunció el ceño—. ¿Dónde están tus gafas? ¿Llevas lentillas?
—Se ha operado —intervino Delfina con tono orgulloso—. ¿Verdad que está muy guapa?
—Nunca será tan guapa como tú —fue la respuesta de su madre.
Delfina hizo una mueca de disgusto, pero sirvió para que Paula recuperara la perspectiva.
—Creí que no querías operarte de los ojos —comentó Alejandra.
—No puedo llevar lentillas —le explicó Paula—. Lo intenté, pero es imposible. Ya no tengo que preocuparme por las gafas.
—¿Hay algún hombre? —preguntó su madre sin rodeos—. Las mujeres siempre hacemos tonterías por un hombre.
Paula  recordó que había querido cambiar de tema, pero no a ése.
—No lo he hecho por un hombre —afirmó Paula rotundamente—. Me gusta poder ver sin gafas.
Su madre no se inmutó. Paula  no soportaba que pareciera que había cambiado por Pedro. Él había sido un catalizador, pero no el motivo.
—De acuerdo. Estoy viendo a alguien, más o menos. No es nada importante.
—¿Nada importante? —preguntó Delfina—. Es fabuloso, como él. ¿Te acuerdas de Pedro Alfonso? Aquel jugador de béisbol imponente que se fastidió el hombro el año pasado y tuvo que retirarse.
—No me acuerdo de eso —contestó Alejandra—, pero ¿no han publicado un artículo despreciable sobre él hace poco? Algo sobre que era un… —Alejandra no terminó la frase.
Paula  no sabía qué decir. Parecía que si callaba otorgaba y si no lo hacía, significaría que lo sabía de primera mano.
—No es verdad —dijo por fin—. Nada de todo eso es verdad.
—Entiendo.
Alejandra y Delfina intercambiaron una mirada. Paula prefirió no saber lo que estaban pensando.
—Es fantástico —dijo Delfina—. Adora a Paula.
—Me alegro —Alejandra sonrió—. Ya era hora de que encontraras a alguien.
Paula supuso que la vida nunca era rectilínea, como tampoco lo eran las personas. Alejandra lo había intentado. No lo había conseguido, pero lo había intentado.
Paula se sirvió un poco de pollo a la naranja.
—Está muy bueno —comentó—. ¿Dónde está ese sitio de comida para llevar?
—A un par de manzanas de aquí. Te lo enseñaré. Por fuera no parece gran cosa, pero la comida es muy buena.

Pedro y ella estaban sentados en el suelo de la sala de casa de Gloria con las espaldas apoyadas en el sofá. La mesita estaba llena de recipientes de aluminio. Pedro había llevado la comida y una botella de vino blanco. Paula estaba segura de que acabarían en el dormitorio, pero le gustaba esa situación. Era más normal, por decirlo de alguna manera.
—Anoche todo fue bastante raro con mi madre —Paula volvió al tema de conversación que estaban teniendo—. Sé que está intentando reconciliarse y empiezo a creer que se siente fatal por lo que pasó durante los años que bebía. Sé que lo correcto es perdonarla.
—La perdonarás cuando estés preparada.
—Es posible.
A veces quería perdonarlo todo y estar cerca de su madre, pero otras se sentía tan furiosa que quería castigarla para siempre.
Todavía se acordaba de cuando tenía diez años y se le rompió su vaso favorito. Era un vaso alto, perfecto para mezclar bebidas sin mucho hielo que aguara el alcohol. Paula estaba lavando los platos y se le resbaló el vaso. Su madre estaba borracha y cuando Paula confesó, empezó a gritar.
—¡No sirves para nada! Lamento haberte traído al mundo. Naciste por accidente. Ya tengo una hija perfecta, ¿para qué iba a querer una niña espantosa como tú?
El dolor todavía se clavaba en ella, como los trozos de cristal roto.

2 comentarios:

  1. Espectaculares los 5 caps Naty. Cada vez más linda esta historia.

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  2. Muy buenos capítulos! que HDP la madre de Pau, con razón ella es así...

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