viernes, 21 de agosto de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 3: Capítulo 59

—Fue tan imperativa… —se quejó Paula—. «Pregunta por Ramón. Dile que vas de mi parte». ¿Quién se ha creído que es? ¿Un miembro de la realeza europea? Es una anciana con la cadera rota y no acepto órdenes de ella.
Delfina  sonrió desde el extremo opuesto del sofá de cuero de un salón de belleza silencioso y elegante.
—Pobre Gloria —la compadeció Delfina—. Tanta inquietud porque te dio el nombre de su peluquero, como un favor. En cuanto a aceptar órdenes, es parte de tu profesión.
Paula  tomó la enorme taza de café entre las manos y frunció el ceño.
—Si vas a ser lógica, nos ahorramos esta conversación. No puedo creerme que esté aquí. Mi pelo no tiene solución. Pedro  ni siquiera se dará cuenta y si lo hace, le parecerá espantoso.
—¿Pedro? —Delfina dió un sorbo de su café—. ¿Qué le importa? —preguntó con tono inocente.
—Te mataré —Paula la miró fijamente—. Te lo juro. No me pongas a prueba.
—Vaya, violencia… Debe de tratarse de él. Además, nunca has querido hacer nada por un hombre. ¿Por qué éste es diferente?
—Lo es, punto.
Paula no quería entrar a hablar de algo que no sabía bien.
—Pedro te considera fantástica —Delfina sonrió con delicadeza—. Está enamorándose de ti.
Por mucho que Paula quisiera que eso fuera verdad, tenía sus dudas.
—Una noche de sexo no consolida una relación.
—A veces ayuda. ¿Por qué iba a arriesgarse con algo tan íntimo con una persona a la que tiene que ver todos los días si no le importa?
—No lo sé. Llevará mucho tiempo de abstinencia y yo estaba al alcance de la mano. Gloria me avisó. Tendría que haberle hecho caso.
—Cariño, te quedaste embobada en cuanto lo viste.
Era verdad, pero no lo reconocería ni aunque la torturaran.
—Yo no soy como las otras mujeres con las que se acuesta. No soy insustancial y guapa.
—Entonces, está cambiando. Ahora quiere sustancia además de belleza. ¿Qué tiene de malo?
Paula, más resignada que otra cosa, pensó que esas palabras no la describían.
—No puedo hacerlo —masculló—. No voy a hacerlo.
—¿Vas a tirar la toalla? —preguntó su hermana—. Eso es fantástico. Conoces a un hombre estupendo en el que no puedes dejar de pensar y, por motivos disparatados, renuncias sin intentarlo siquiera. ¿Alguna vez has pensado que las mejores cosas de la vida exigen cierto riesgo? No se presentan solas y te dispensan todo lo que quieres.
Paula dejó la taza de café con cierta brusquedad.
—Para tí es muy fácil decirlo. Si no recuerdo mal, eso describe bastante acertadamente tu vida. ¿Cuándo te has esforzado por algo?
—Yo estuve donde tenía que estar e hice lo que tenía que hacer —replicó Delfina  sin alterarse—. Efectivamente, tuve algunas ventajas. Lo sé y me ayudaron. Ser guapa me permitió entrar en el equipo de animadoras, pero no me mantuvo allí. Tuve que trabajar mucho para aprender las coreografías. La universidad tampoco fue fácil para mí.
—¿Estudiar se interpuso en tu vida social?
A Paula no le gustó cómo lo dijo. Cuando menos se lo esperaba, se dejaba arrastrar por la amargura del pasado.
—Perdona —rectificó inmediatamente—. No se trata de ti y lo sé. Estoy excediéndome.
—También lo sé —su hermana le sonrió—. Tienes miedo. Nunca habías intentado nada con un hombre.
—Vamos, estoy intentando ser conciliadora. Deja de machacarme.
—Te digo la verdad y lo sabes. Te quiero desde el preciso instante que naciste. Eres mi mejor amiga. Quiero lo mejor para tí, pero he visto que te alejas de lo que quieres una y otra vez porque no quieres intentarlo. Me espantaría que perdieras a Pedro por eso.

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