viernes, 21 de agosto de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 3: Capítulo 55

Estar con él la hacía sentir bien, se dijo ella mientras le acariciaba el pecho desnudo. Le gustaba sentir la calidez de su piel. Todavía no podía creerse que estuviera allí, desnuda y acariciándolo cuando y como quisiera. Él le pasó un dedo por el labio inferior.
—¿Por qué eres enfermera?
—Quería ayudar a la gente y que la gente me necesitara —se quedó atónita de su sinceridad.
—Buenos motivos.
—Altruista, en parte, y a la vez egoísta —reconoció ella—. También quería una profesión que me sustentara. Sabía que tendría que mantenerme económicamente.
—¿Nunca pensaste en casarte con un hombre rico? —preguntó él con una sonrisa.
—Nunca pensé en casarme con nadie.
—¿Por qué?
Ella sabía por qué. No confiaba en ningún hombre lo suficiente para creer que la amaba.
—No soy de las que se casan, y no me importa.
—¿No crees que las personas tienen la necesidad biológica de emparejarse?
—¿Por qué lo preguntas? —Paula parpadeó.
—Fui a la universidad —contestó él con una sonrisa engreída.
—Donde te licenciaste en animadoras y en ser irresistible.
—Me licencié en antropología cultural.
—¿Qué? —preguntó ella sin dar crédito a lo que había oído.
—Me pareció que gustaría a las mujeres y me conseguiría muchas.
—Al menos, eres sincero —Paula se rió.
—Intento serlo. Bueno, volviendo a tu pregunta. Sí, creo que la mayoría de las personas necesitan pareja. Sin embargo, la necesidad es mayor en unas que en otras. Para mí no tiene mucha importancia. Sólo quiero poder ocuparme de mí mismo. Comprarme mi casa me metió en ese camino.
—Te cambia la cara cuando hablas de tu casa.
—¿De verdad? Será porque me encanta. Me encanta poder decorarla como quiero. Me encanta tener una provisión de fondos para emergencias, por si necesito un calentador de agua nuevo o tengo algún problema de fontanería. Me encanta pagar un poco más de hipoteca cada mes para poder saldarla en quince años en vez de en treinta. Me siento seguro allí —concluyó Pedro sin dejar de mirarla—. Sentirte segura es importante para ti.
Él no hizo una pregunta, era suficientemente inteligente para deducirlo.
—Me crié en una caravana en Tacoma. No era la idea de una buena vida —dijo ella.
—Delfina dijo que tu madre era complicada.
—¿De verdad? ¿Qué más te dijo mi hermana?
—Que tu madre se desahogaba contigo.
—Mi madre bebía mucho —le explicó Paula con tristeza—. Cuando estaba borracha, era muy mala.
—¿Y ahora? —preguntó él.
—Lleva siete años sin probar el alcohol.
—Eso está bien, ¿no?
—Supongo. Intenta volver a juntar las piezas.
Pedro se inclinó sobre ella y la besó levemente.
—¿Vas a dejar que lo consiga?
—No seas demasiado agudo. Cambiaría mi opinión de tí.
—Puedo soportarlo. ¿Vas a contestarme?
—No lo sé —reconoció lentamente ella—. Algunas veces quiero de verdad que lo consiga.
—¿Pero…?
—Pero todavía estoy furiosa con ella —Paula  arrugó la nariz—. Ya sé que es espantoso. Es mi madre. Está recomponiendo su vida y yo sigo rabiosa por cómo me trató cuando tenía doce años. Tendría que olvidarlo y seguir adelante.
—Eso lo dice tu cabeza, no tu corazón.
—Espera un segundo —ella entrecerró los ojos—. Un título en antropología cultural no te permite jugar al psicólogo conmigo.
—¿Qué te parece si jugamos desnudos? —Pedro sonrió.
—Estamos desnudos y mi respuesta es: no.
—No eres una mujer fácil —Pedro la besó.
—Gracias. Toda mi vida he ambicionado no ser fácil.
—Te creo. ¿Por qué no te has casado?

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