domingo, 23 de agosto de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 3: Capítulo 63

El Valerie's Garden era un antiguo jardín victoriano restaurado en una parcela de media hectárea. A la derecha había unas plazas de aparcamiento, pero el resto del jardín que rodeaba la casa estaba asilvestrado y era muy bonito. Tenía plantas exuberantes, setos, árboles y senderos que atraían a Dani. Quiso recorrerlos para descubrir los secretos de ese lugar tan hermoso.
Sin embargo, entró por la puerta principal y pasó al comedor. La recibió una joven con pantalones caqui, una camisa blanca de manga larga y un mandil con flores bordadas.
—Está cerrado, es la hora de la comida —dijo la chica con una sonrisa—, pero a lo mejor puedo convencer a la cocinera para que prepare algo rápido para llevar. ¿Qué te parece?
Dani agradeció la intención y se fijó en el nombre de la joven.
—Gracias, Belhany. Soy Dani Alfonso y tengo una cita con Valerie a las dos y media.
—Ah, es verdad. Está esperándote. Su despacho está por ahí.
Belhany la acompañó hasta el fondo de la casa y luego subió un tramo de escaleras bastante estrecho. El despacho de Valerie había sido un dormitorio. El papel de la pared tenía flores, casi todas moradas. Valerie era una mujer de cincuenta y tantos años, con el pelo largo y rubio, tirando a canoso, sujeto en lo alto de la cabeza y llevaba ropa vaporosa y romántica.
—Val, es Dani Alfonso —la presentó Bethany.
—Perfecto —Valerie se levantó y rodeó la mesa—. Dani, me alegro mucho de conocerte. Llevo toda la vida buscando alguien que dirija esto. Es muy difícil encontrar a alguien con la mezcla adecuada de talento y conceptos fundamentales, pero según lo que me ha contado Sofía, tengo muchas esperanzas con esta entrevista.
—Yo también.
Dani estrechó la mano de la mujer y tomó nota de que tenía que llamar a su cuñada para agradecerle el cable que le había echado.
—Muy bien. Empezaremos con una charla, luego daremos una vuelta y terminaremos comiendo algo. Le he pedido a Martina, nuestra cocinera jefe, que te impresione.
—Estoy deseándolo.
Dani se sentó en una silla blanca de enea sorprendentemente cómoda.
—Es muy buena. Mejor que muy buena. ¿Eres vegetariana?
—No —Dani vaciló—. Lo siento. Las condiciones del trabajo decían que no era un inconveniente.
—No lo es —la tranquilizó Valerie—. Sólo hay que conocer muy bien los distintos platos. Hay que conocerlos en cualquier sitio, pero aquí es muy importante. Nuestros vegetarianos estrictos quieren saber exactamente lo que van a tomar, mientras que los que están experimentando quieren ideas para hacer en casa.
—Aprender el menú no me costará.
—Muy bien. Somos apasionados de los productos frescos. Tenemos proveedores de temporada que nos suministran casi todos nuestros productos. Son increíbles.
Dani se acordó de lo insistente que era Sofía con que los productos tenían que ser frescos.
—Es fundamental que los ingredientes sean adecuados —comentó Dani.
—Ya me gustas —Valerie sonrió—. Vamos, te enseñaré el restaurante.
Fueron a la zona de provisiones en el piso de arriba y luego bajaron para conocer al personal, que estaba comiendo y charlando. También vio la bodega, los dos comedores principales y oirás tres habitaciones pequeñas que servían para reuniones privadas.
La cocina ocupaba la parte trasera de la casa. Era espaciosa, luminosa y olía muy bien. Martina era una mujer diminuta y con una sonrisa muy franca.
—Conozco a Sofía—dijo a modo de saludo—. Dice cosas muy buenas de ti.
Dani y ella se estrecharon las manos y Martina le presentó a su equipo.
—La mayoría de las cocinas son sitios complicados y crispantes —siguió Martina—. Yo intento que ésta sea distinta. Todos queremos agradar a nuestros clientes. Prefiero la armonía. Naturalmente, estoy dispuesta a partir alguna cabeza si hace falta.
A Dani le encantó el restaurante. Le encanto todo el personal y le encantaron Valerie y Martina. Le encantó el sitio, el ambiente y que nadie pareciera aterrado.
—Id a sentaros —le pidió Martina—. Gerald te llevará el primer plato. He preparado un menú degustación para vosotras dos.
—Fantástico —dijo Valerie—. Gracias.
Valerie la llevó a una mesa situada al lado de la ventana. Era invierno y la vista del jardín era impresionante. Dani no pudo por menos que imaginarse cómo sería en verano.
—Espero que todo se resuelva contigo —comento Valerie mientras se sentaban—, pero aunque sea así, estoy tentada de fingir un par de entrevistas más para que Marina siga preparando su menú degustación. Es delicioso. Empezaremos con quesadillas vegetales con algunas sorpresas especiadas y una sopa de puerros de chuparse los dedos.
Gerald, un hombre guapo de treinta y pocos años, apareció con una bandeja y una jarra de té helado.
—Lo elaboramos nosotros —aclaró Valerie mientras les llenaban los vasos.
Luego Gerald sirvió unos cuencos con sopa y dejó una bandeja de tortitas humeantes entre ellas dos.
Dani probó el té y se quedo mirando fijamente el vaso. No era muy aficionada al té, pero le gustaba tomar un vaso de vez en cuando. Sin embargo, aquél tenía un sabor raro. Como si lo hubieran mezclado con zumo de apio o agua de pepino. No era una combinación muy buena.
Probó una cucharada de sopa. Los puerros tenían un aspecto insulso y no esperaba gran cosa, pero mucho menos el sabor punzante a regaliz.
—¿Anises? —preguntó ella mientras hacía un esfuerzo para tragarlo.
—Hinojo y algunas otras hierbas que resaltan el sabor. El caldo tiene una base de coliflor y lo hacemos todos los días. Los clientes nos suplican que les demos la receta o que les vendamos algo de caldo, pero Martina lo mantiene en secreto.
Dani asintió con la cabeza y una sonrisa, pero sintió cierta preocupación. Le encantaban Valerie y el restaurante. Nunca le había pasado que encontrara el sitio ideal para trabajar y que no pudiera comer su comida. Todo iría a mejor, se dijo a sí misma. Sin embargo, la quesadilla vegetal fue peor que la sopa, que resultó ser la estrella de la comida.

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