domingo, 9 de agosto de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 3: Capítulo 17

Gloria cruzó el despacho lenta y penosamente. Cuando llegó a la cama, Paula la sujetó mientras la tumbaba.
—Lo has hecho muy bien.
Paula lo dijo con un tono casi inexpresivo. No estaba halagándola ni quería que Gloria lo creyera. Al menos, esas tareas la distraían y la mantenían ocupada para no pensar en las fotos que había visto. Hablando de ocupaciones… Abrió la bolsa que había llevado y sacó varios catálogos.
—Tienes dónde elegir —Paula  pasó las páginas—. DVDs, libros en CD, la compra básica… Aunque todos mis catálogos son de ofertas, algo que me imagino que no practicas.
Gloria miró las páginas y luego la miró a ella.
—¿De qué estás hablándome?
—Algo para que te distraigas. Te pasas el día mirando estas cuatro paredes, irascible y, francamente, sacándome de quicio. Tienes que hacer algo más. Leer, ver una película… Normalmente, añadiría «ver a la familia», pero la eludes.
—No tengo ni idea de lo que quieres decir —replicó Gloria mirando hacia la ventana.
—Qué curioso. Kristie me dijo que uno de tus nietos, Agustín, se pasó por aquí ayer por la tarde; que llamó antes y le dijiste que no viniera, pero vino a pesar de todo.
Se quedó asombrada cuando lo supo. Ella creía que Gloria era la abandonada de la familia. Sin embargo, primero se había negado a ver a Matías y luego despachó a Agustín. Por mucho que le costara reconocerlo, quizá Pedro tuviera algo de razón cuando decía que era un poco complicada.
—No es de tu incumbencia —Gloria entrecerró los ojos—. Si vuelves a decir algo de mi familia, te despido.
—Disculpa… —Paula fingió bostezar—. ¿Qué has dicho? No te he entendido.
—¿Crees que no puedo? —preguntó Gloria—. Me basta con una llamada a la agencia que te emplea y estás en la calle.
—No quieres que me vaya —Paula sacudió la cabeza—. Te trato con firmeza y lo respetas. Me ocupo de tí y lo necesitas. No puedes ser tan hiriente como para ahuyentarme y eso es una novedad para tí. Sin embargo, ¿porqué te empeñas tanto en vivir sola?
—Lárgate —Gloria señaló hacia la puerta—. Lárgate inmediatamente.
Paula  estaba a punto de discutir, cuando sintió el estómago revuelto. Hizo un gesto con la cabeza y se marchó. Se dirigió hacia la cocina y cuando llegó al vestíbulo se puso a temblar y creyó que iba a desmayarse. Miró el reloj y se dio cuenta de que llevaba mucho tiempo sin comer. Tendría que haberlo previsto, pero entre la periodista emboscada y el trabajo con Gloria, se le había pasado la hora. Entró en la cocina y se encontró con la única persona que no quería ver: Pedro. Él levantó la vista del montón de papeles que estaba leyendo, la miró y sonrió.
—He oído gritos. ¿Debería preocuparme?
Estaba débil por la bajada de azúcar en sangre y lo que menos le apetecía era una reacción visceral ante ese hombre. Sin embargo, el corazón le dio un vuelco y le flaquearon las piernas; no por la necesidad de comer sino por la necesidad de un hombre. Sin embargo, ¿por qué tenía que ser ese hombre?
—No pasa nada.
Paula  fue hacia la heladera, donde había guardado una botella de jugo, pero antes de llegar, él se había levantado y estaba al lado de ella.
—Paula… ¿qué te pasa? Tienes un aspecto horrible.
—Vaya, gracias.
— Lo digo en serio —le tocó la mejilla—. Estás sudando y temblando.

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