domingo, 23 de agosto de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 3: Capítulo 66

Besar a Paula era una forma maravillosa de pasar el día. Naturalmente, también estaba Gloria y Paula estaba preparándole la comida, pero… Siguió mirándola y se dio cuenta de algo.
—No llevas gafas.
Ella sacudió la cabeza con una leve sonrisa.
—Lo sé.
—¿Lentillas?
—No soy compatible.
—¿Entonces?
—Láser.
—Creí que nunca te lo harías…
—Cambié de idea. No fue nada espantoso. Me dieron un calmante y las quemaron. Tardaron como quince minutos. Delfina lo presenció.
—¿Cuándo te lo hiciste?
—Ayer.
—¿Estás bien?
—Perfectamente —Paula sonrió de oreja a oreja—. Es como un milagro. Se acabaron las gafas.
Pedro tuvo la sensación de que estaba en un terreno peligroso. Si decía o hacía algo indebido, podría sacarla de quicio.
—Me alegro de que estés tan contenta —dijo él con cautela—. Estás muy bien y antes también lo estabas.
—Eres muy diplomático.
—No quiero que me des una paliza.
—¿Alguna vez te he dado una paliza? —preguntó ella entre risas.
—La primera vez que nos vimos no te gusté nada.
—Creí que eras un inútil.
—Además, yo te atraía una barbaridad y no lo soportabas.
Él la había provocado para que lo negara, pero ella miró hacia otro lado.
—Tengo que terminar de preparar la comida de Gloria.
—Paula…
—Fue una estupidez, pero, efectivamente, me gustabas. Y no lo soportaba. Los hombres como tú nunca se fijan en las mujeres como yo.
—A las pruebas me remito…
Quería ponerse a dar saltos y a gritar que le gustaba a Paula, pero tenía fama de saber dominarse y no lo hizo.
—Si no hubieras tenido que recluirte aquí, no habría pasado nada —replicó ella.
—Eso me habría perdido.
Ella lo miró con los ojos muy abiertos. Su rostro reflejaba tantas emociones que Pedro no pudo interpretar ninguna.
—No sé qué hacer contigo —reconoció ella.
—¿Por qué hay que hacer algo conmigo?
—No sé qué está pasando —ella suspiró—. No salimos juntos. Supongo que somos amigos. Es desconcertante. Estoy desconcertada.
—Yo también —Pedro la besó.
Ella le gustaba. Le gustaba estar con ella. Quería seguir estando con ella, pero si quería que le definiera lo que había entre ellos, no era el hombre indicado.
—Tengo que preguntarte una cosa —dijo él—. Una cosa importante.
—Muy bien.
—Quiero que lo pienses bien antes de contestar.
—Estás poniéndome nerviosa.
—No lo estés. ¿Te sentarías en el consejo de administración de mi fundación?
Se quedó tan atónita que pareció un personaje de dibujos animados.
—¿Qué? No sé nada de lo que se hace en un consejo. No sé nada de deporte ni de obras benéficas. Pedro, no hace falta que hagas esto. De verdad…
—No se trata de la experiencia —le rebatió él—. No tienes que preocuparte por eso. Los otros integrantes del consejo son profesionales, pero quiero que tú también estés. No me dejarías hacer tonterías. Confío en que me des una patada en el trasero cuando la necesite. Eres la persona más cabal que conozco. Conseguirás que la fundación y yo tengamos los pies en la tierra. Aunque sea unas horas al mes. Se te pagará, aunque no sea gran cosa.
Paula no podía creerse lo que estaba oyendo. Pedro quería que asesorara a una fundación de ciento veinticinco millones de dólares. Ella…
—Parece un compromiso a largo plazo —argumentó Paula—. Si las cosas no salen bien entre nosotros, te verás atado a mí.
—No me importa. Sé que por mucho que te desquicie en lo personal, nunca lo mezclarías con la fundación.
Naturalmente, nunca lo haría, pero le complació que él también lo supiera.
Conseguir que algo cambiara era muy atractivo. ¿A quién no le gustaría estar en esa posición? Era una oportunidad única en la vida, un halago del hombre del que una vez pensó que tenía la misma profundidad emocional que una galleta. Lo abrazó con fuerza.
—Me equivoqué contigo —susurró ella con la cabeza apoyada en su hombro—. Eres mucho más que una cara bonita.
—Me siento abrumado por tu halago.
Ella se rió, levantó la cara y lo miró.
—No tenías por qué haber hecho nada de esto. Podrías haber vivido como un rey con tus millones y sin que nadie te importara un rábano.
—Aun así, voy a vivir como un rey.
—Sigues siendo una buena persona. No lo ocultes. Este mundo necesita buenas personas.

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