lunes, 3 de agosto de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 3: Capítulo 2

Si Paula Chaves creyera en la reencarnación, se preguntaría si había sido un general o un estratega en otra vida. Lo que más le gustaba era tomar algunos elementos sin relación entre ellos, juntarlos y conseguir la solución perfecta para un problema.
Esa mañana tenía que lidiar con un material hospitalario que había llegado un día después de lo previsto y con un servicio de comidas que había dado el menú equivocado a cada interno. En el tiempo que le quedaba libre tenía que recoger y llevar a casa, sano y salvo, a su nuevo paciente. En el supuesto de que el conductor de la ambulancia fuera puntual. Cualquiera estaría gritando y amenazando, pero ella se sentía estimulada. Haría frente a las dificultades y saldría victoriosa, como siempre.
Los montadores se apartaron para que pudiera ver e inspeccionar la cama de última tecnología. Se tumbó para comprobar que no tenía la más mínima irregularidad. Lo que podía resultar incómodo para alguien sano podía ser insoportable para un paciente con la cadera rota. Cuando el colchón pasó la inspección, tomó los mandos.
—Se oye un chirrido al levantar la cama —comentó—. ¿Pueden arreglarlo?
Los hombres intercambiaron una mirada de desesperación, pero a ella le dio igual.
También revisó la mesilla con ruedas, que estaba bien, así como la silla de ruedas y el andador.
Mientras los montadores arreglaban el chirrido, fue a la cocina, donde el servicio de comidas intentaba ordenar lo que había llevado.
—¿Las alubias con guindilla? —preguntó una mujer con uniforme blanco.
—Tiene que llevárselo —Paula señaló la lista que había dejado en la puerta de la nevera—. Es una mujer de más de setenta años. Ha tenido un ataque al corazón y la han operado una cadera rota. Está en tratamiento. He pedido algo sabroso, no picante. Queremos animarla a comer, pero puede tener el estómago delicado por los medicamentos. Queremos platos tentadores y sanos. Nada de platos mexicanos o japoneses, nada exótico.
Estaba ligeramente desesperada, pero se saldría con la suya y luego se compraría algún capricho de chocolate en su tienda favorita. El chocolate le animaba el día.
—Puedes castigarlos. Así aprenderán a prestar atención.
Paula no tuvo que volverse para saber quién estaba en la puerta de la cocina. Sólo se habían visto una vez, en la entrevista. Durante los veinte minutos que duró, se dio cuenta de que podía sentirse irresistiblemente atraída por alguien a quien detestaba. Todo él estaba grabado a fuego en su cerebro, incluso el sonido de su voz. Por un instante, pensó en hacerse una lobotomía.
Se preparó para recibir el impacto de aquellos ojos oscuros y perspicaces, de aquella cara tan guapa que a él mismo le producía timidez y de esa indolencia natural que debería sacarla de sus casillas pero que hacía que se derritiera.
Pedro Alfonso representaba todo lo que le disgustaba de un hombre. Todo había sido fácil para él y por eso nada tenía mérito. La mujeres se arrojaban a sus brazos. Había sido un gran jugador de béisbol, aunque a ella no le interesaba el deporte y no conocía todos los detalles. Además, nunca en su vida se había fijado en una mujer tan corriente como ella.

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