miércoles, 12 de agosto de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 3: Capítulo 28

—Puedo con las complicaciones siempre que los objetivos y las metas estén bien definidos.
—Eso puedo hacerlo —Jim empezó a comer y apremió a Dani para que hiciera lo mismo—. ¿No te parece maravillosa?
Ella probó varios platos y tuvo que mostrarse de acuerdo. Jim se levantó y la invitó a recorrer el restaurante con él. Le explicó la disposición concreta de las mesas y que los clientes habituales, que gastaban mucho dinero, tenían sitios especiales. Prefería el exceso de reservas y tener que rechazar a otros clientes.
—¿No se molestarán y no volverán? —preguntó ella.
—Algunos, pero la experiencia me dice que la gente quiere lo que no consigue y, para muchos de ellos, eso es cenar en mi restaurante.
Dani arrugó la nariz. Ella era una directora a la que le gustaba agradar al cliente como fuera.
Cruzaron unas puertas batientes y, mientras entraban en la inmaculada cocina, se preparó para oír todo tipo de exabruptos en varios idiomas. Sin embargo, reinaba un silencio antinatural. Miró fijamente a los hombres que trabajaban sin parar. El más alto del grupo se acercó a ellos, el nombre bordado en la chaqueta le identificaba como jefe de cocina.
—Juan, te presento a Dani Alfonso. Aspira a ser la directora.
Juan la miró e inclinó levemente la cabeza, pero no dijo nada. Dani había trabajado con jefes de cocina muy brillantes y esperaba energía, opinión y un tono de voz que abrumarían a los inexpertos.
—Hola —lo saludo ella jovialmente—. Me ha encantado el menú degustación. Sería fácil hacer recomendaciones en este sitio.
El atractivo rostro de Juan no se inmutó, pero parpadeó lentamente.
Antes de que a ella se le ocurriera algo más que decir, se oyó un estruendo en el fondo de la cocina porque dos cuencos de metal habían caído en el fregadero, también metálico. Jim se dio la vuelta inmediatamente y dijo algo muy áspero en un idioma que no entendió. Todo el mundo se quedó petrificado, incluso Juan. Jim se volvió hacia ella y se encogió de hombros.
—Hay que mantener a los chicos en vereda.
—Claro —dijo ella con un amago de sonrisa.
Había algo en esa cocina que era un error muy grave. Todo era demasiado silencioso, demasiado perfecto. ¿Dónde estaba el controlado caos de la creatividad?
Jim la acompañó a su enorme despacho y le hizo un gesto para que se sentara en la silla que había ante el escritorio.
—Prefiero tener bastantes camareros que atiendan las mesas —dijo—. Es posible que me guste que los clientes esperen su mesa, pero una vez que están sentados, todo va como la seda. Te gustará el equipo. Trabajan mucho, son puntuales y perfectos en su trabajo; si no, los despido.
¿Perfectos? ¿Quién podía garantizar la perfección todo el tiempo?
—¿Tienes mucha rotación de personal? —preguntó ella.
—Se tarda en encontrar a la persona idónea, pero cuando encontramos a una que trabaja, se queda mucho tiempo. Aquí se gana mucho dinero.
A juzgar por las reservas que tenían todas las noches, Dani no lo dudó. El restaurante lo tenía todo a favor: una situación magnífica, una comida aún mejor, categoría y un servicio impecable. Sólo había un problema de casi dos metros de altura.
Jim siguió hablando del restaurante, de su concepto, de sus expectativas y de la necesidad de ser puntual, de trabajar muchas horas y de dar el cien por cien todos los días. Dani lo escuchó con atención aunque, no sabía por qué, tenía un nudo en el estómago.
—Me gustas —dijo Jim inesperadamente—. Conozco a tu abuela. No mucho, pero lo suficiente para saber que si dirigiste uno de sus restaurantes, tienes madera y no tienes miedo de trabajar duro. Para ser sincero, llevo mucho tiempo buscando el director o directora adecuado. Creo que tú lo eres. Te haré una oferta por escrito y luego volveremos a hablar.
—¿Lo dices en serio? —Dani parpadeó.
—Sé que estás emocionada.
Él siguió hablando, pero Dani no lo escuchaba. El nudo que tenía en el estómago era algo más que emoción. Era una oportunidad fantástica. Jim sería complicado, pero nadie podía ser peor que Gloria, y ella la había soportado. Entonces ¿por qué no estaba más alterada? ¿Tenía una sensación que no le gustaba o estaba sucumbiendo al auto sabotaje? ¿Creería íntimamente que, como afirmaba Gloria, no tenía lo necesario y nunca podría apañárselas sola?

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