domingo, 30 de agosto de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 3: Capítulo 83

Dani archivó los menús y miró a su cuñada. Sofía había pasado un par de horas en la cocina supervisando los preparativos para la cena de esa noche.
—Me encantan las buenas reducciones —susurró Sofía para sí misma—. Si añadimos un poco más de vino tinto a la salsa, debería resaltar los elementos frutales. ¿Qué opinas?
Dani cerró el archivador y se dejó caer en la butaca que había delante de la rebosante mesa de despacho de Sofía.
—Echo de menos trabajar contigo.
Sofía la miró con una mueca de fastidio.
—Yo no soporto que te hayas ido. Ya sé que no debería decirlo, que tienes que ponerte a prueba en otro sitio, pero no tiene por qué gustarme. Por cierto, sólo estás poniéndote a prueba para ti misma. Todos los demás ya estamos convencidos. ¿De acuerdo?
—A mí tampoco me gusta —reconoció Dani—. Quiero decir, estoy muy ilusionada, pero me ha encantado trabajar contigo.
—Soy la mejor jefa de cocina que conocerás en tu vida —aseguró Sofía con una sonrisa—. Y la más modesta.
—Sin duda.
—Te encantará trabajar con Bernie. Es adorable y bastante atractivo —Sofía arqueó las cejas—. Un poco mayor para ti, pero si te gustan esas cosas…
Dani levantó las manos con los dedos cruzados.
—Ni hablar. Parece encantador, pero no. He zanjado definitivamente la relaciones sentimentales. He recibido un mensaje muy claro de alguien muy importante que está en el cielo.
—Que Marcos sea ex sacerdote no significa que Dios quiera que te olvides de los hombres.
—Entonces ¿cuál es el mensaje?
—Que te olvides de ése. O no. Quizá Dios quisiera decirte que Marcos es un encanto y que deberías ser afable con él.
—No lo creo —Dani sacudió vehementemente la cabeza—. Tengo remordimientos por haberme alejado de Marcos, pero te aseguro que no soy la mujer indicada para tratar los asuntos que una relación con él pondría sobre la mesa. No tengo tanta paciencia.
—No lo sé. Todo tiene un elemento romántico. ¿Qué pasaría si fueras su primera vez?
Dani no quería llegar ahí. En cuanto Marcos le había confesado su pasado, había notado un nudo en las entrañas que le indicaba que tenía que salir corriendo, y ella le hizo caso. No se sentía muy orgullosa, pero tampoco lo lamentaba.
—Se ha acabado mi relación de amistad con Marcos y cualquier relación con un hombre, para siempre.
—Si tú lo dices… Podrías intentarlo con mujeres.
—No, gracias —Dani arrugó la nariz.
—Por cierto, no tienes que hacer eso —Sofia señaló el archivador.
—Quiero terminar lo que he empezado.
—Ya no trabajas aquí. Tienes que pasar página.
—Lo he hecho —Dani se encogió de hombros—, pero sigo echando de menos este sitio, aunque estoy entusiasmada con el trabajo.
—Si vas a olvidarte de los hombres, podrás dedicarte en cuerpo y alma al trabajo. Sabe Dios que yo lo he hecho muchas veces —dijo Sofía.
Dani asintió con la cabeza y tomó un bolígrafo que asomaba por debajo de un montón de papeles.
—He pensado en intentar encontrar a mi padre.
—Es un paso considerable —Sofía se dejó caer contra el respaldo de la butaca—. ¿Sabes algo más de él?
—No. Ni siquiera sé su nombre. Hablé con una detective, pero me dijo lo que ya me imaginaba. Si no tengo más información, estoy perdida. Necesito algo para poder avanzar. He preguntado a mis hermanos, pero ellos tampoco saben nada.
—Sabes cuál es el paso siguiente —Sofía lo dijo con delicadeza.
—No voy a darle otra oportunidad a Gloria para que me amargue la vida. Con una vez he tenido bastante.
—Es la única que sabe algo. Piénsalo —le recomendó Sofía—. Ha cambiado. No sé cómo ni por qué. A lo mejor se dio un golpe en la cabeza cuando se cayó, o quizá la enfermera de día ha obrado un milagro, sólo sé que ya no es la mujer espantosa que conoces.
—No quiero darle el placer de tener que suplicarle. Significaría que se ha salido con la suya.
—¿No se habrá salido con la suya si te pasas la vida dándole vueltas?
Dani no contestó, y las dos sabían que Sofía tenía razón. Sin embargo, ¿cómo iba a pedirle ayuda a Gloria?
—Lo pensaré —contestó Dani lentamente—. No soporto que siga teniendo control sobre mí.
—No lo tiene si no se lo otorgas.

Paula, al fondo del pasillo del hospital, vio las puertas batientes que se cerraban detrás de su hermana. Elevó una plegaria para que todo saliera bien y volvió a la sala de espera, donde pasaría todo el día. Sin embargo, cuando entró, comprobó que no era el mismo sitio espacioso y vacío de una hora antes. Los tres sofás y la docena de sillas estaban rebosantes de gente y víveres. Sofía levantó la cabeza y la vio.
—Lo hemos invadido —comentó—. He traído comida porque va a ser un día muy largo y… ¿comida de hospital? Ni hablar —fue hacia unos termos y recipientes alineados contra la pared—. Bebidas, ensaladas, entrantes, postres… El azúcar es esencial en estas situaciones. ¿Qué tal estás?
—Bien —consiguió contestar Paula, aunque estaba abrumada.
Pedro se acercó a ella y la abrazó.
—¿Le has contado chistes verdes? —preguntó él.
Había sido idea suya, disparatada y encantadora, para pasar el tiempo mientras se llevaban a Delfina al quirófano.
—Lo he intentado.
—¿Intentado? —repitió él—.Te conté unos buenísimos.
—Ya, pero ella no estaba muy centrada, aunque se rió.
Era la imagen que Paula conservaría en la cabeza. Defina riéndose por el chiste de las ranas lesbianas.
—Ha venido mi familia —aclaró él innecesariamente.
Paula miró alrededor. Matías tenía a su hija Sol en brazos. Agustín y Clara sacaron unas bolsas llenas de platos y vasos de plástico. Luz , la hija de Clara, colocó unos muñecos de peluche como si estuvieran en clase.

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