miércoles, 12 de agosto de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 3: Capítulo 29

Paula entró en la cocina y comprobó que Sandy ya estaba allí.
—Has llegado pronto…
Sandy se sirvió una taza de café.
—Sé cómo te sientes después de una jornada interminable. Yo, naturalmente, estoy despertándome.
Sandy sonrió y Paula se dio cuenta de que la otra enfermera empezaba a caerle bien. Sandy le señaló la cafetera y Paula sacudió la cabeza.
—No, gracias, quiero dormir esta noche.
—Claro. El café me estimula y no me duermo hasta las nueve o diez de la mañana. Mi biorritmo está hecho polvo. Por cierto, eso me lo recuerda, ¿viste a esas gemelas en la CNN?
—¿Qué gemelas?
—Unos bombones. Eran idénticas. Fue espantoso. Han escrito un ridículo libro de autoayuda para que nosotras, las pobres mortales, aprendamos a ser tan sexys como ellas. ¿Te lo imaginas?
Paula no sabía qué decir. Si la alta, pechugona y sensacional Sandy se consideraba una pobre mortal, ¿qué sería ella? ¿Una mutante?
—¿Salieron en CNN para hablar de su libro?
—Bueno… Esa parte fue bastante absurda, pero luego, el majadero del periodista sacó a colación a Pedro. Naturalmente, dijeron que era un inepto en la cama. Es por ese maldito artículo del periódico. Kristie y yo lo comentamos hace un par de noches. Todo esto es… muy injusto —Sandy sonrió como si se acordara de algo maravilloso—. Yo no tengo ninguna queja de mi… encuentro íntimo con Pedro; y Kristie tampoco —suspiró—. Naturalmente, yo era admiradora suya y, lo reconozco, fui un poco descarada durante la entrevista. Bueno, me abalancé sobre él. Él no se resistió…
Paula no podía pensar. Tenía la mente en blanco, lo cual, seguramente, era preferible. Si no, podría haber estallado.
—¿Te acostaste con él durante le entrevista para conseguir este trabajo?
—Sí. Kristie también. Fue divertido. Esa mesa enorme de su despacho del bar… Yo… —se detuvo y miró fijamente a Paula—. ¿Te pasa algo?
Efectivamente, le pasaba algo. Estaba furiosa. No con Pedro, consigo misma por haber llegado a pensar que él era una verdadera persona. No lo era. Sólo era una especie de simulacro de ser humano, superficial y repugnante.
—Estoy bien —contestó Paula con los dientes apretados.
—¡Caray! —Sandy hizo una mueca de disgusto—. He metido la pata, ¿verdad? Creí que tú también te habías acostado con él.
—No —replicó Paula sombríamente—. Yo no.
Al parecer, podría formar el club de mujeres que no se habían acostado con Pedro. Sería un club de un sólo miembro.
Paula hizo los ejercicios matinales con Gloria e intentó no hacer caso de las quejas habituales.
—Me haces daño —le acusó Gloria—. Para inmediatamente.
—No estamos trabajando el costado de la cadera rota —le recordó Paula—. Tenemos que mantenerte flexible.
—Como no creo que vaya a entrar en el ballet de Seattle próximamente, no necesito tanta flexibilidad.
—La flexibilidad te ayuda a mantener la estabilidad. Cuando se cure la cadera, te dará miedo caerte. Si sabes que eres flexible y puedes inclinarte hacia cualquier lado, tendrás más confianza.
Gloria gruñó e hizo un par de ejercicios, luego, apuntó a Paula.
—Basta —dijo tajantemente—. No te pago para que me tortures.
Paula no había dormido bien la noche anterior. Sólo podía culparse a sí misma y no lo soportaba. En realidad, se había tumbado en la cama y no dejó de darle vueltas a la confesión de Sandy. Paula se sentía ofendida en muchos sentidos, pero cerca de las cuatro de la mañana acabó reconociéndose que lo que le dolía era que Pedro nunca la hubiera deseado de aquella manera, y que nunca fuera a hacerlo.
Gloria no tenía la culpa, pero ella tenía menos paciencia de lo habitual.

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