miércoles, 26 de agosto de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 3: Capítulo 74

Paula  no había estado nunca en un estudio de televisión. La entrevista de Pedro para Access Hollywood iba a hacerse en un estudio de Seattle. El plató se usaba para un espectáculo matutino local y Paula no se habría podido imaginar que fuera tan pequeño y aislado entre un maremágnum de decorados, focos, cables y cámaras. Delfina y ella se quedaron unos metros detrás y observaron cómo maquillaban a Pedro.
—Estoy nerviosa —reconoció Paula—. Esto no va a ser nada fácil. Van a hacerle preguntas espantosas. Él dice que está preparado, pero no estoy segura.
—¿Crees que puede pegar a alguien? —le preguntó Delfina.
—No, pero no soporto que lo humillen.
—Imagínate cómo me siento yo —dijo Delfina—. Va exponerse porque tengo el hígado enfermo. Ni siquiera me acuesto con él. No parece justo.
—El sexo queda en familia —bromeó Paula—. Eso es lo que importa.
—Pero tú eres la única que lo pasa bien.
—No pienso compartirlo —replicó Paula con una sonrisa—. Que quede claro.
—Da igual lo que tú quieras. A Pedro sólo le interesas tú. Lo veo cada vez que te mira.
Paula notó que le ardían las entrañas. Quería con toda su alma que las palabras de Delfina fueran verdad, pero eso no hacía que lo fueran. Aun así, podía soñarlo.
La periodista, una rubia increíble con un traje de chaqueta que enfatizaba las curvas, se acercó a Pedro  y se presentó. Paula no podía oírlos, pero vio que se estrechaban las manos y que ella se inclinaba para besarlo en la mejilla antes de indicarle dónde se sentaría. Un hombre también se acercó y colocó un micrófono en la pechera de la camisa de Pedro. Entonces, alguien pidió silencio con un grito. Paula y Delfina se pusieron los auriculares que les habían dado para oír la entrevista.
—Me encuentro con Pedro Alfonso, un jugador de béisbol con fama de granuja que ha sido noticia durante las últimas semanas. Ha venido para hablar de algo importante. Gracias por estar con nosotros, Pedro.
—Es un placer.
La mujer sonrió.
—Sé que en estos momentos hay algunas cosas importantes en tu vida, pero sabes que antes tenemos que hablar de algo.
Paula miró fijamente a Pedro. La expresión de éste no cambió, pero ella notó que estaba preparándose para el ataque.
—¿Del último partido contra los Cubs? —preguntó Pedro.
—No precisamente. Hace un par de meses se publicó en un periódico de Seattle un artículo bastante ofensivo contra ti. Al parecer, la periodista y tú pasasteis una noche juntos y ella no quedó satisfecha del todo. ¿Quieres comentar algo?
—¿Estás haciéndome una pregunta? —Pedro esbozó su sonrisa más encantadora.
—Voy a ponerme un poco dura y a exigirte una respuesta.
—No lo pasó tan bien como nos habría gustado a los dos —él se encogió de hombros—. Podría darte mil excusas, pero no voy a hacerlo.
—¿Nada más? —preguntó la periodista con tono de decepción—. ¿No vas a defender tu reputación? Algunas mujeres que estuvieron contigo se han quejado públicamente de tu… rendimiento.
—No se me quejaron a mí.
—Las mujeres no solemos hacerlo. ¿Es verdad lo que se dice de que la vanidad masculina es muy frágil? ¿Crees que tus parejas de cama no dijeron nada para no hacerte daño?
—Si ése fue el motivo, ya lo habrán olvidado. Adoro a las mujeres y las he adorado siempre. A pesar de lo que se dice, el mayor placer para un hombre es complacer a la mujer que está con él —levantó una mano—. Para la mayoría de los hombres. Desde luego, lo es para mí. Si no pasó, lo lamento. Siempre es mi intención.
—Mucha gente, sobre todo mujeres, creen que los famosos no tienen que portarse muy bien en la cama porque no lo necesitan. ¿Crees que ése es parte de tu problema?
Paula gruñó. Dio un paso al frente, pero se detuvo. Pedro no necesitaba que ella irrumpiera en el plato para decir a todo el mundo que era un amante excepcional.
—Odio a esa mujer —le dijo a su hermana.
—Yo tampoco le tengo mucho aprecio.
—No sé qué pasó con la periodista que empezó con todo esto —contestó Pedro—. Nunca ha hablado conmigo de nada. Se me presentó en un bar. Que yo sepa, todo estaba preparado. Ha sido desagradable. Es algo que a ningún hombre le gusta tener que tratar. Como sabrás, he estado eludiendo a la prensa.
—Lo sé —ronroneó ella—. De todos los periodistas, me has elegido a mí —apoyó la mano en el brazo de Pedro—. ¿Intentas decirme algo?
Pedro  miró directamente a la cámara.
—Sí. Estoy aguantando estas preguntas porque me dan igual. Pueden decir lo que quieran, no me importa. Hay algo mucho más importante que lo que la gente piense de mi vida amorosa, hay personas que mueren todos los días cuando podrían seguir viviendo.
La periodista suspiró, como si supiera que la parte más jugosa de la entrevista ya había terminado.
—Te refieres a quienes están esperando la donación de un órgano.
—Efectivamente. En otros países, la donación de órganos es la norma.
Siguió con su tema, pero Paula no lo escuchaba. Se quitó los auriculares y se volvió hacia su hermana.
—Lo ha conseguido. No puedo creérmelo. ¿Lo has visto?
—Ha estado perfecto —contestó Delfina con un suspiro—. De verdad, increíble. Estoy muy agradecida.
—Yo también —Paula  la abrazó—. Sigo sin creerme que estuviera dispuesto a aguantar esto por tí.
—No, Paula —Delfina  sonrió—. No lo ha hecho por mí. ¿No lo comprendes? Lo ha hecho por tí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario