lunes, 17 de agosto de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 3: Capítulo 46

—Me visto adecuadamente para mi trabajo.
—No me cuentes que eres así durante el día y completamente distinta el resto del tiempo. Te has especializado en camuflarte con el entorno. No vas a engañarme. Dame el bolso.
Paula agarró el bolso de cuero y se lo dio.
—A lo mejor me gusta como soy —replicó Paula algo molesta—. A lo mejor no agradezco tu crítica.
Gloria se puso las gafas y sacó una agenda electrónica.
—Soy la reina de las arpías. ¿Qué te hace pensar que me importa?
Paula intentó disimular una sonrisa, pero no lo consiguió.
—No es para tanto.
—Soy eso y más. Anota este número de teléfono —Gloria la miró por encima de las gafas y luego lo leyó—. Habla con Ramón y sólo con él. Dile que vas de mi parte. Eso le meterá un miedo atroz en el cuerpo.
—¿Quién es Ramón?
—Mi peluquero. No temas. Soy una señora mayor y me peina como yo le digo, pero podría hacer algo maravilloso con tu pelo.
Paua contuvo las ganas de pasarse los dedos por el pelo. Siempre había sido un desastre que ella no había sabido dominar y siempre se había preguntado si un buen corte serviría para algo. Sin embargo, le había dado miedo y lo había dejado largo y recogido con una trenza. Aun así, se sintió tentada. ¿Si cambiaba de peinado, Pedro la miraría de otra forma? Le fastidió muchísimo que eso fuera lo primero que se le ocurriera.
—Gracias. Me lo pensaré.
—Llamarás —insistió Gloria—. Es una orden.
—A sus órdenes.
—Muy bien —Gloria miró el reloj—. Ahora deja el bolso y ayúdame en el cuarto de baño. Sofía llegará en cualquier momento.
Veinte minutos más tarde, Maite abrió la puerta y se encontró con una mujer muy atractiva que llevaba un bebé en brazos. La mujer parecía tensa y temerosa.
—Soy Sofía Jackson —se presentó con una sonrisa forzada—. No Alfonso, algo que, estoy segura, Gloria no soporta. Para tratarse de una mujer que fue precursora en su tiempo, tiene un concepto bastante peculiar del resto del mundo. A mí me da igual, pero es la abuela de Matías y mi abuela política, de modo que, aunque quiera que me dé igual, me afecta —hizo una pausa, tomó aliento y pareció calmarse—. Seguramente estarás pensando que no quieres dejar entrar a una demente. Lo entiendo.
—Soy una profesional —Paula sonrió—. Los dementes no me asustan.
—Me alegro. ¿Y las ancianas perversas?
—No sé lo que es el miedo.
—Me encantaría poder decir lo mismo.
—Ya lo dirás. Soy Paula Chaves, le enfermera de día de Gloria —se presentó—. Pasa.
—¿Es necesario? —preguntó Sofía mientras entraba—. Estoy casada con Matías, el nieto mayor de Gloria. Seguramente ya lo habrás adivinado por mi verborrea. Ésta es Sol.
Paula sonrió al bebé e intentó hacer caso omiso del tic-tac de su reloj biológico.
—Es preciosa —dijo sinceramente.
Sol era sonrosada y con una pelusa rubia. Olía a polvos de talco y vainilla y su boca era como un capullo de rosa.
—A mí también me lo parece. Tendrías que ver a Matías. Se le cae la baba. Sé que a algunos hombres les agobian los niños, pero a Matías no. Quiere participar en todo. Incluso le da rabia que le de el pecho porque él no puede ayudar —suspiró—. Es un hombre estupendo.
Paula sintió una punzada de envidia. No porque le interesara mínimamente el marido de Sofía, sino porque era tan tonta que también quería un hombre estupendo. Algo muy improbable cuando nunca se había enamorado. Esa falta de amor no era una cuestión sólo suya, al fin y al cabo, nadie se había enamorado de ella. No supo si eso era un consuelo.
Paula  tomó la bolsa de pañales que Sofía llevaba colgada del hombro.
—La dejaré en la cocina. ¿Quieres algo mientras estás con Gloria? ¿Un té? ¿Un café?
—Me gustaría decir que una escapatoria —Sofía suspiró—, pero tengo fama de dura. Incluso de complicada. Una vez apuñalé a un hombre. Fue por accidente, pero me niego a tener miedo de una mujer anciana.
—¿Apuñalaste a un hombre? —preguntó Paula con los ojos como platos.

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