viernes, 21 de agosto de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 3: Capítulo 58

Paula llegó a trabajar un poco antes de su hora. Cerró el coche y miró la imponente casa. Por primera vez desde que la contrataron para cuidar a Gloria, no quiso entrar. Podría imaginarse mil motivos, pero sólo había uno verdadero. Estaba aterrada. El día y la noche anteriores habían sido maravillosos. Pedro había conseguido que se sintiera como nunca. Hicieron el amor otra vez antes de que ella se marchara por fin. Fue mucho después de medianoche y Delfina la esperó levantada. No le importaron las bromas y las soportó perfectamente porque todavía estaba en una nube por todo lo que Pedro había hecho con su cuerpo; y no se refería sólo al sexo. Eso fue fantástico, pero no lo mejor. Lo mejor fue estar con él y descubrir que le gustaba más de lo que se había imaginado.
Por eso, a la mañana siguiente tenía una sensación más extraña. ¿Qué habría significado para él el rato que habían pasado juntos? ¿Qué estaría pensando? ¿Estaría arrepentido? ¿Querría fingir que no había pasado nada? ¿Qué esperaba? Se imaginó que él estaría pensando lo mismo y dando por supuesto que ella tendría la última palabra sobre lo que había pasado, pero eso era un grado de madurez que ella no alcanzaría en toda su vida. Tendría que asimilar que estaba aterrada porque él se hubiera arrepentido. Sin embargo, no pudo. Quería repetir la noche anterior. Quería hablar, reír y acariciarlo. Quería estar con él de todas las formas posibles.
Era suficientemente realista para aceptar que si él se había interesado en ella, era porque estaba encerrado en esa casa. No había hordas de admiradoras por todas partes. Cuando eso cambiara, también cambiaría su opinión sobre ella, pero hasta entonces... Sabía que como una mujer fuerte y autosuficiente, debería pedir respuestas. Sin embargo, decidió que por ese día sería un triunfo no actuar llevada por el miedo.
Colgó el abrigo en el armario del vestíbulo, dejó el bolso en la repisa y fue a la cocina.
Pedro estaba allí. Estaba de pie y de espaldas a ella, lo que le permitió mirar todo lo que quiso. Clavó la mirada en su trasero. Un estremecimiento se apoderó de sus entrañas. Debió de hacer un ruido porque él se dió la vuelta.
Por un instante, se limitó a mirarla. Ella se quedó petrificada por el miedo. Entonces, él sonrió. Fue una sonrisa lenta, sexy y cariñosa. Una sonrisa pensada para que una mujer se derritiera. Como casi le pasó a ella. Él se acercó, le rodeó la cintura con un brazo y la besó con tanto ímpetu que casi se puso a flotar.
—Buenos días —susurró él.
—Hola… —dijo Paula con un tono suave y seductor que la sorprendió a ella misma.
—¿Has dormido bien?
—La verdad es que no.
—Yo tampoco. No podía sacarte de mi cabeza y no sé si eso es bueno o malo —la miró fijamente a los ojos—. He salido y te he traído hojaldres. Sé que te gustan, aunque no sé cuáles le gustan más y he traído uno de cada tipo.
¿Hojaldres? ¿Había notado que tenía debilidad por los hojaldres?
—No hacía falta —susurró ella.
—Ya sé que no era imprescindible, pero me ha apetecido.
Así de sencillo, los muros que la habían protegido tan bien, se vieron reducidos a polvo.
Pedro se reunió con Sofía en el despacho de ésta en The Waterfront. Sofía y él habían sido amigos durante el primer matrimonio con su hermano, durante el divorcio y durante el tiempo que Matías y ella estuvieron separados. También eran amigos entonces, cuando Matías y ella habían vuelto a casarse.
—¿Hoy no has traído a Sol al trabajo? —preguntó mientras se sentaba—. Me gusta tenerla en brazos.
—Porque te adora, como todas las mujeres del planeta —Sofía dejó el bolígrafo—. No lo entiendo. Sólo tiene unos meses y en cuanto la tomas en brazos, se pone tonta. Debe de ser algo físico.
—Así es —Pedro sonrió—. No es mi culpa, pero ahí está.
—Por favor… ¿Querías hablar de ti o verme?
—¿Tengo alguna alternativa? —le encantaba molestar a Sofía.
—No te hago ni caso —contestó ella—. ¿Sabías que Agustín y Clara están buscando un sitio para celebrar la boda? Yo esperaba que lo hicieran aquí, pero Agustín  quiere un sitio que no tenga nada que ver con los Alfonso. No lo entiendo. Si no lo hacen aquí, yo no cocinaré.
—A lo mejor no quiere que sirvas la comida de su boda.
Sofía lo miró con los ojos como ascuas y él se dio cuenta de que había metido la pata.
—¿Por qué? ¿Insinúas que mi comida no es fabulosa? ¿Hay algún cocinero en todo el Estado mejor que yo?
—Una tregua —Pedro levantó las manos—. No se trata de la cocina. ¿No se te ha ocurrido pensar que tu cuñado puede querer celebrar la boda en otro sido para que puedas ir y pasártelo bien en vez de tener que cocinar para doscientos invitados?
—No —reconoció ella—, pero mi comida sería muchísimo mejor.
—Sin duda. Piensa en cuánto te quiere Agustín. Está dispuesto a sacrificarse y renunciar a tu talento.
—Estás tomándome el pelo —farfulló ella.
—Es posible, pero está saliéndome de maravilla.
—Por lo menos no eres desagradable —Sofía se dejo caer contra el respaldo de su butaca—. De acuerdo, les permitiré que elijan otro sitio, pero yo serviré la cena del ensayo. ¿Qué te parece algo con cangrejo? O quizá…
Él gruñó y bajó la cabeza.
—¿Qué pasa? —preguntó ella.
—Nada de menús, por favor. Cualquier cosa menos eso. Podemos hablar de compras si quieres, pero de nada que tenga que ver con la comida.
—Muy bien, elijo el tema. ¿Ya estás saliendo con Paula?
Sofía era única para encontrar una manera de torturarlo y él lo respetaba.
—No estamos saliendo —contestó él sin alterarse.
La noche anterior se lo habían pasado de maravilla en la cama, pero eso no era salir.
—¿Por qué no la invitas a salir? Te gusta, y no te molestes en negarlo. Lo noto cuando los veo juntos.
—No voy a negarlo. Me gusta Paula. Es fantástica.
Era mucho más que eso. Era guapa, sexy e inteligente. No le dejaba que se anduviera con tonterías y él lo respetaba.
—Vaya —Sofía arqueó las cejas—. A lo mejor he formulado mal la pregunta. ¿Paula y tú están liados?
Él no pudo contener la sonrisa. Tuvo la sensación de que Sofía podía ver lo que quisiera con sólo mirarlo a la cara.
—Estamos liados —reconoció.
—No sé qué decir —Sofía sacudió la cabeza—. Te gusta una mujer con la que estás liado. No es por conveniencia ni por pasar el rato. Esto significa algo para tí. ¿Has pensado que te hace casi normal?
—Nunca seré normal, pero no te agobies, Paula puede manejarme. No pasa nada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario