viernes, 14 de agosto de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 3: Capítulo 34

Pedro se sentía más cansado de lo que le habría gustado. Había sido la conversación con Paula y todo lo que ésta le había dicho. Si bien casi toda la perorata fue una sandez, algunas de sus frases dieron en la diana. Efectivamente, fue irreflexivo al acostarse con Sandy y Kristie durante las entrevistas, pero las dos se le abalanzaron. Las dos estaban deseándolo, él era libre, nadie estaba casado… Entonces ¿cuál era el inconveniente? Tampoco eran malas alternativas para cuidar a su abuela. Daba igual las vueltas que le diera para exculparse, toda la situación era un poco… vulgar. Era, lo reconocía, un ejemplar repugnante de la especie humana.
Bajó a ver a la única persona que se sumaría a su remordimiento; su abuela. Gloria estaba admirando un modesto anillo con un diamante en la mano izquierda de Sandy.
— Hola —saludó él al entrar en la habitación—. ¿Qué pasa?
—Estoy prometida —contestó Sandy con una sonrisa—. ¿Te acuerdas del chico del que te hablé? Esta mañana me lo ha pedido. Fue muy romántico.
—Enhorabuena.
—¿Has empezado a preparar la boda? —preguntó Gloria.
—No en lo práctico, pero en mi cabeza, desde luego —contestó Sandy sin dejar de sonreír—. Sólo me queda convencer a Steve de que escaparnos a Las Vegas es muy romántico. Hay una capilla muy pequeña que es preciosa. Podíamos quedarnos en el hotel Bellagio. Siempre he querido ir a un hotel de ensueño como ése.
—Entonces es lo que tendrías que hacer —le dijo Gloria dándole una palmadita en la mano—. Una chica sólo se casa una vez… o dos.
—Muy aguda —contestó Sandy entre risas.
—Evidentemente, esta noticia tan buena cambiará tus planes de quedarte aquí. Aunque a mí me encantaría que te quedaras durante mi convalecencia, entiendo que no es posible.
—¿Lo dices de broma? —Sandy sacudió la cabeza—. Me encanta mi trabajo. Claro que voy a quedarme. Lo paso muy bien y el sueldo me permitirá ir al Bellagio.
Sandy se rió y Gloria también se rió con ella. Pedro las miró fijamente sin saber muy bien qué estaba pasando. Su abuela nunca habría aceptado una boda en Las Vegas y detestaba que alguien dejara un trabajo sin haberlo terminado.
Sandy siguió hablando de lo maravilloso que era Steve y luego se disculpó y salió.  Cuando Pedro  se quedó a solas con su abuela, se acercó a ella.
—¿Te han cambiado la medicación? —le preguntó sin rodeos—. ¿Estás drogada?
Ella lo miró con los ojos entrecerrados y con un aire parecido al que él estaba acostumbrado.
—No me han cambiado nada. Estoy muy bien y mejorando.
—Estuviste afable, y eso no es muy frecuente.
—No has estado por aquí para saber lo que hago —Gloria bajó la mirada y empezó a alisar las sábanas—. He decidido cambiar un poco.
—¿Cambiar qué, por ejemplo? —preguntó Pedro con cierta perplejidad.
—Voy a ser más amable. Más soportable. Menos ácida. Me gustaría que te dieras cuenta.
Había recibido muchos pelotazos durante su carrera en el béisbol, pero sólo dos lo habían alcanzado en la cabeza. Eso fue igual que uno de ellos.
—¿«Amable», «amable»…? —preguntó Pedro con incredulidad.
—Podrías fingir que no desconoces el significado de ese concepto. Hablando de cambios, hay algo que tú también tienes que aceptar. Tus circunstancias actuales son imperdonables. Has avergonzado a la familia. Sinceramente. Pedro, ¿en qué estabas pensando para no rendir al máximo al acostarte con una periodista? Dada tu experiencia, yo habría esperado que supieras lo que estabas haciendo.
Hasta ese momento, él no sabía muy bien qué quería decir que a uno se lo tragara la tierra. ¿Su abuela lo censuraba por no haberse portado mejor en la cama?
—No voy a hablar de esto contigo —replicó Pedro.
—Sin embargo, ya estamos hablando —su abuela tomó aliento—. Supongo que las acusaciones de defraudar a unos niños tampoco fueron culpa tuya. Tienes muchos defectos, pero ser inhumano no es uno de ellos.
—No me halagues ahora —dijo él—. No sabría cómo asimilarlo.
—No pienso halagarte. Pienso decirte unas cuantas verdades. ¿Qué pasó con aquellos chicos?
Pedro acercó una silla y se sentó.
—No lo sé. Me mantengo al margen de esas cosas. Germán, mi representante, se ocupa de la correspondencia y de mis apariciones en público. Benjamín, mi administrador, se ocupa del dinero. Extiende cheques cuando Germán se lo pide. No sé cómo organizan el día a día.

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