miércoles, 5 de agosto de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 3: Capítulo 8

Paula instaló a Gloria, casi sin problemas, en el despacho que habían adaptado como dormitorio. Naturalmente, que la paciente estuviera casi inconsciente facilitó las cosas. Deshizo la maleta de Gloria, confirmó la cita con el fisioterapeuta para la mañana siguiente y eligió algo ligero para la cena. Si bien la anciana estaba recuperándose, había perdido peso durante las últimas semanas y quería que sus huesos se recuperaran.
Iba a ver cómo estaba la paciente cuando llamaron a la puerta. Abrió y se encontró con dos repartidores con varios floreros llenos de flores. Uno de ellos, además, tenía una jirafa enorme debajo del brazo.
—Perfecto —Paula los hizo entrar para que dejaran los floreros en el suelo—. Agradezco la rapidez del servicio.
—El cliente que los encargó nos pidió que le preguntáramos si está satisfecha.
—Dígale que ni mucho menos —respondió ella con una sonrisa.
El hombre se encogió de hombros y se marchó con su compañero.
Paula agarró dos de los floreros y fue al despacho. Acababa de colocarlos cuando Gloria abrió los ojos.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó con una voz sorprendentemente firme.
—Colocando las flores que han mandado tus nietos. Son preciosas, ¿verdad?
—No. Detesto las flores y no veo ningún motivo para que mis nietos me manden nada. Son demasiado egoístas.
Paula estaba de acuerdo, pero siguió sonriendo con alegría.
—Me encanta cómo huelen. ¿No te gusta?
—Claro que no. Las flores cortadas se mueren enseguida y eso me deprime. Llévatelas.
—Lo siento, pero no.
Impasible ante las quejas de Gloria, fue por la jirafa y volvió con ella. Gloria levantó ligeramente la cama y miró con furia al animal de peluche.
—¿Qué es eso? Es espantoso.
Paula  abrazó a la deliciosa criatura.
—Está aquí para que sonrías. Me parece encantadora.
—Tienes el listón muy bajo.
—Creo que no —dejó la jirafa en un rincón—. Muy bien, ya está todo. Te traeré algo de comer. Estarás muriéndote de hambre…
—No tengo nada de hambre. Lárgate.
Paula obedeció, pero fue a la cocina. Metió el plato en el microondas y repasó la bandeja. Todo estaba en su sitio. El microondas dio la señal, ella recogió la comida humeante y la llevó al despacho.
Gloria podría decir que no tenía hambre, pero había levantado la cama para comer mejor. Una buena señal.
—Toma —dijo Paula mientras dejaba la bandeja en la mesa.
Gloria miró fijamente la bandeja y empujó la mesa. Como tenía ruedas, se alejó.
—Es repugnante. No voy a comérmelo. Llévatelo. No tengo hambre.
Paula  se puso en jarras. La mayoría de sus pacientes insoportables, al menos habían empezado siendo amables. El miedo y la rabia solían tardar un par de días en aflorar. Tenía que admirar que Gloria empezara como pensaba seguir todo el tiempo.
—Estás demasiado delgada —le explicó sin alterarse—. Hay dos formas de solucionarlo. Puedes comer y recuperar un par de kilos o podemos enchufarte a un tubo para alimentarle. Tengo que avisarte que, según mi experiencia profesional, vas a preferir comer. El tubo es muy desagradable. No obstante, es una posibilidad. Al fin y al cabo, eres rica, ¿no? Sólo tendrás lo mejor.

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