domingo, 9 de agosto de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 3: Capítulo 20

Gloria, en vez de contestar, volvió a hojear el catálogo. Paula se lo quitó y lo tiró al suelo.
—Estoy hablándote.
—Esta conversación no me interesa. Tienes que tener cuidado. Estás a punto de pasarte de la raya.
—Mira cómo tiemblo de miedo. ¿Qué mosca te ha picado? —volvió a preguntarle—. ¿Por qué te comportas así? No tiene sentido. Sé que te sientes sola; sé que sientes dolor y sabes que la muerte está cerca. Es normal después de lo que has pasado. Puedes superarlo con ayuda de la gente, pero tú la rehúyes. Hablamos de tu familia y tu te empeñas en ahuyentarla. ¿Por qué?
—No voy a hablar de esto contigo.
—Mala suerte, porque no voy a marcharme hasta que lo entienda.
Gloria se cruzó de brazos y miró fijamente por la ventana. Paula la miró a ella.
—Creí que tenías los nietos más egoístas del mundo —dijo Paula lentamente—. Perdiste a tu único hijo, los prohijaste, los criaste y sacaste la empresa adelante. Creí que ellos eran unos desagradecidos que te habían dejado de lado. Sin embargo, no es así, ¿verdad? Los rehúyes. ¿Qué intentas demostrar?
—No te metas en esto —le advirtió Gloria, roja de ira—. No es de tu incumbencia. Déjalo ahora mismo.
—¿Quién va a obligarme? ¿Tú? Crees que eres muy dura, pero no te tengo miedo.
—Muy madura —replicó Gloria con una levísima sonrisa.
Paula tuvo que contener su sonrisa. ¿Había sido una grieta en la armadura? ¿Una señal de humanidad? Era imposible.
—Me da igual la madurez —contestó Paula—. Hago lo que da resultado. ¿Qué pasa con Matías? ¿Por qué no quieres verlo?
Gloria volvió a mirar hacia la ventana, pero esa vez lo hizo con cierta pena.
—Nunca me ha respetado.
—Lo dudo.
—No puedes saberlo. Además, se casó con esa mujer… cuando estaba embarazada de otro hombre. El hijo que está criando no es suyo.
—¿Lo engañó?
—No. Estaba embarazada cuando empezaron a salir.
—Entonces, en realidad, ella no hizo nada incorrecto.
—Ésa no es la cuestión.
—Es la cuestión que importa. ¿Es feliz Matías?
—Cualquier necio puede ser feliz.
—Lo tomaré como un sí —Paula se apoyó en el costado de la cama—. Deberías tener cuidado con rehuir a la gente demasiadas veces. Al final, dejan de intentar acercarse.
—Debes de saberlo por experiencia —Gloria se volvió para mirarla.
—¿Cómo dices? —Paula parpadeó—. No sé qué quieres decir.
—Claro que lo sabes, pero no es agradable que otra persona te analice, ¿verdad? —Gloria la miró de arriba abajo—. ¿Cuánto tiempo llevas descuidando tu aspecto? Podría decirse que incluso lo empeoras.
Paula  hizo un esfuerzo para no reaccionar ni sonrojarse.
—Llevo la bata de enfermera porque me parece apropiada para mi trabajo.
—Es fea y sin formas. Tu pelo no es feo, pero te lo recoges en una trenza ridícula. No llevas maquillaje y esas gafas…
—Me ayudan a ver —reaccionó Paula—. Las enfermeras ciegas encuentran pocos trabajos.
—Utilizas el humor como un arma. Diría que no soy la única que rehúye a la gente. ¿Cuál es tu excusa? ¿Cuándo tiraste la toalla?
Hacía mucho tiempo, pensó Paula sombríamente. Cuando se dió cuenta de que su hermana mayor era perfecta y que ella nunca estaría a su altura.
—Vaya, ahora no tienes nada que decir —insistió Gloria.
—Prefiero decirles a los demás lo que les pasa, pero puedo asimilar las críticas. Me recojo el pelo porque es más cómodo. Visto así porque es lo apropiado. No llevo maquillaje porque tengo poco tiempo por las mañanas y prefiero correr un rato a pintarme la cara.
—Magníficas excusas. ¿Las habías utilizado antes o acaban de ocurrírsete?

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