miércoles, 19 de agosto de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 3: Capítulo 53

No sabía si dejarse llevar o contenerse para que durara más. Cada vez estaba más cerca y las piernas le temblaron. Se agarró a la sábana y clavó los talones en el colchón. Él aceleró un poco e introdujo un dedo. Se puso en tensión al saber que iba a llegar a la consumación. Fue lo último que pensó antes de cada músculo se le contrajera y todo su cuerpo se deshiciera en mil pedazos. Gritó, se arqueó contra él para obtenerlo todo. Cabalgó sobre su dedo entre jadeos. Se contrajo alrededor de él.
Unos minutos más tarde, su corazón se había apaciguado. Estaba extenuada y complacida. Se preguntó si volvería a ser la misma.
—Misión cumplida —dijo ella—. Estoy convencida.
Pedro, a su lado, apoyó la cabeza en una mano con una sonrisa.
—Me alegro.
—No, en serio. Ha sido increíble. Podrías tener un culto propio.
Él sonrió un poco más. Le gustaba haberla complacido. Todo en ella expresaba satisfacción. Estaba congestionada y con las pupilas dilatadas. Parecía una mujer muy feliz.
—No necesito un culto.
—¿Estás seguro? —preguntó ella—. Podría ser la máxima sacerdotisa.
Paula tenía los ojos color avellana. Él no se había fijado nunca. Eran grandes y sexys y se encontró queriendo perderse en ellos.
Había querido complacerla por dos motivos. Primero, porque siempre había querido que su pareja disfrutara, pero también porque quería demostrar algo. El maldito artículo seguía obsesionándolo. Sin embargo, en algún momento, dejó de importarle. Había querido que todo fuera fantástico por Paula; porque quería complacerla.
Ella se sentó, se soltó toda la trenza y se dejó caer otra vez en la cama. Él tomó un rizo entre los dedos. Ella lo miró.
—Aun a riesgo de parecer codiciosa, estoy preparada para más.
Él también. Había estado en erección y preparado desde que ella se presentó. Hacía mucho rato de eso. Abrió un cajón de la mesilla, sacó un preservativo y se lo puso. Atrajo a Paula hacia sí y empezó a besarla. Era suave y moldeable en los sitios adecuados. Le gustaba cómo olía y reaccionaba. Le gustaba todo de ella. Paula introdujo la mano entre los dos y lo acarició.
—Oh… —susurró ella.
Él fue a preguntar qué pasaba cuando se dio cuenta de que estaba flácido. Hasta hacía tres segundos estaba como una roca, pero en ese momento…
—Dame un segundo —le pidió él mientras le acariciaba un pecho.
No pasaba nada, se dijo a sí mismo. Siempre había salido bien, era una máquina de hacer el amor. Se centró en el pecho que tenía en la mano. Intentó acordarse de una película porno. No dio resultado. La deseaba. La deseaba mucho. Quería entrar en ella, alcanzar el clímax y sentirse bien. Sin embargo, su cuerpo no reaccionaba.
Se puso de espaldas y soltó un juramento. Se tapó los ojos con el brazo por la humillación y deseó no estar allí.
—Pedro… —la voz de Paula fue suave e indecisa.
—No —Pedro levantó la otra mano—. Sea lo que sea, no lo digas. Quiero centrarme en este momento para que, cuando me lo pregunten, pueda decir que fue el más bajo de mi vida. Sé que es por el artículo del periódico. Sé que es por la presión, pero saberlo no sirve de nada.
—Hay una parte positiva.
Él apartó el brazo y la miró. Ella estaba inclinada sobre él.
—No hay nada positivo —replicó él intentando no parecer enfadado—. Esto no me había pasado nunca. Sé que es lo que dicen muchos hombres, pero es verdad en mi caso. Desde luego, no es por tí. He disfrutado. Quería que llegaras antes al clímax y no tomarte a los cinco segundos. Soy algo mejor que eso.
—Mejor es decir poco —ella sonrió—. Ha sido la mejor experiencia sexual de mi vida. De verdad. ¿Qué dice eso de mi vida? Pone las cosas en perspectiva.
Él sonrió. Ella también lo hizo y luego, empezó a reírse.
—Soy lamentable.
—No. Jamás. Eres preciosa.
Lo era. Estaba desnuda, sonrojada y sonriéndole. La besó. Ella separó los labios y él introdujo la lengua. La acarició todo el cuerpo. La acarició entre las piernas y ella las separó. Estaba húmeda y abrasadora. Quiso entrar allí.
Paula se movió un poco para que pudiera penetrar. Él sintió un momento de pánico. Sabía que no podía, pero estaba llenándola. Estaba duro, se dijo con alivio. Acometió con ganas.

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