miércoles, 12 de agosto de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 3: Capítulo 30

—Me pagas para que te ayude a mejorar —replicó Paula—. Y es lo que estoy haciendo.
—La cuestión es que te pago —Gloria frunció el ceño—. Espero un comportamiento profesional, no que disfrutes sádicamente con mi sufrimiento.
—¿Cómo dices? —a Paula le pareció una acusación injusta—. ¿Disfruto sádicamente? Todos los días hago lo que puedo para que tu vida sea más agradable. ¿Quién pidió las películas que estás viendo? ¿Quién fue hace dos días, bajo la lluvia, a buscarle galletas y helado porque tenías hambre? ¿Quién te ordena el cuarto, te cambia las flores, te trae libros y revistas y se empeña en que te sostengas de pie?
—No seas impertinente. No lo toleraré. Como no tolero las palabras vulgares. Si persistes en esa actitud, te despediré.
—Esa amenaza empieza a estar muy trillada.
—Como tu incompetencia.
Quizá fuera la falta de sueño o que Pedro prefería a cualquier mujer del planeta antes que a ella, pero acabó estallando.
—Ya está bien —dijo Paula en voz baja—. Me he roto el culo por tí. Sí, he dicho «culo». Cuando acepté este empleo, todo el mundo me dijo que eras absolutamente insoportable, pero yo no los creí. La gente del servicio de rehabilitación me advirtió, me dijo que eras espantosa y desagradecida, pero no les hice caso. Te defendí una y otra vez. Imagínate cómo me siento ahora que me doy cuenta de que decían la verdad. Eres exactamente como me dijeron. No me extraña que tus nietos te esquiven. Yo, desde luego, no estaría aquí si no me pagaras lo que me pagas. La cuestión es: ¿qué te pasa? ¿Por qué actúas así?
Paula  nunca había hablado así a un paciente, pero si había alguno que se lo mereciera, era Gloria. Aun así, se preparó para la diatriba que acabaría con su trabajo en esa casa. Sin embargo, Gloria no dijo nada. Se limitó a mirarla fijamente durante unos segundos y luego, para asombro de Paula, se echó a llorar.
Paula la miró un instante sin saber si acercarse a ella o echar a correr. Pero en las lágrimas de Gloria había tristeza y quebranto. Algo que hizo que se acercara a la cama y se sentara en el borde con delicadeza. La rodeó lentamente con los brazos. Gloria se aferró a ella sin dejar de llorar y entre temblores.
—No quería que esto acabara así —dijo Gloria entre sollozos—. No sé que… ha pasado. Siempre he sido complicada y exigente, pero ahora soy espantosa. Oigo las cosas que digo y no puedo creerme que esté diciéndolas yo. Nunca quise convertirme en algo tan horrible. Ha pasado algo. Yo no soy así y no es mi culpa mía. Nadie me quiere ni me ha querido nunca. Estoy sola y me moriré sola.
Paula contuvo el aliento. Se sentía vil por haberla atacado, pero también le pareció que podía ser un momento importante en la vida de Gloria. Creía que no se permitía mostrar debilidad o vulnerabilidad emocional. ¿Cómo podía aprovechar la ocasión? Decidió ser franca. Esperó a que dejara de llorar, dio a Gloria una caja de pañuelos y se aclaró la garganta.
—Tienes razón —dijo con claridad—. Vas a morir sola.
—No es verdad —susurró la anciana con los ojos como platos.
—Sí es verdad —insistió Paula—. Mira cómo actúas. ¿Quién va a querer cuidarte? Desdeñas los sentimientos de las personas. No haces nada agradable. Eres mezquina y egocéntrica —Paula bajó la voz y tocó a la mujer en el hombro—. Pero vas a cambiar.
—No puedo —Gloria sacudió la cabeza—. No sé cómo hacerlo.
—Puedes y lo sabes. No quieres, ésa es la diferencia. Serás muchas cosas, pero no eres tonta. Te acuerdas de cómo ser humana.
—No —Gloria la miró fijamente—. Además, ¿para qué? Dices que tengo que ser amable con la gente y preocuparme de ella, pero, entonces, se aprovechan de mí. Además, el mundo está lleno de idiotas.
—Así ganarás amigos…
—No quiero amigos.
—¿De verdad? Entonces ¿por qué hiciste esas obras para el agua? Vamos, nadie quiere estar completamente aislado. A todo el mundo le gusta la sensación de tener raíces. Eres vieja y morirás pronto. ¿No quieres que te echen de menos?
Gloria abrió la boca, pero volvió a cerrarla.
—No voy a morirme pronto.
—Te morirás si no levantas ese culo huesudo y haces algo por mejorar.
Paula se preparó para los gritos o, al menos, para que la amenazara con despedirla. Sin embargo, los ojos de Gloria volvieron a empañarse de lágrimas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario