viernes, 7 de agosto de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 3: Capítulo 12

Esperó hasta casi las diez para volver a su casa flotante. Había tomado prestado el todo terreno de Agustín para poder cargar sus cosas y llevarlas a casa de gloria. Aunque era tarde, había dos periodistas en el embarcadero. Le sacaron unas fotos y oyó que uno de ellos hablaba por el teléfono móvil y decía que lo había encontrado.
Veinte minutos más tarde, había llenado dos maletas y salía de su plaza de aparcamiento. También había alquilado una furgoneta con conductor y la había colocado detrás de los coches de los fotógrafos para que no pudieran seguirlo. La quitarían al cabo de unos minutos.
Cuando llegó a casa de Gloria, Agustín estaba esperándolo para ayudarlo a descargar. Luego su hermano se marchó con el todo terreno y su deportivo quedó escondido en el garaje.
—Qué vida tan espantosa —se dijo mientras entraba en la casa.
Empezó a subir la escaleras, pero se quedó parado al ver una rubia que le sonaba de algo y que lo miraba con una sonrisa desde arriba.
—Hola, Pedro.
—¿Qué tal te va?
—Bien —mintió él mientras intentaba recordarla.
—Soy Sandy Larson. Me hiciste una entrevista para contratarme de enfermera de noche —le aclaró ella cuando llegaron al mismo escalón.
Se acordó. Sandy se mostró deseosa de acostarse con su jugador de béisbol favorito y lo pasaron muy bien sobre la enorme mesa de despacho del Downtown Sports Bar.
—He oído decir que vienes a vivir aquí —siguió Sandy.
—Provisionalmente.
—Claro. Lo entiendo —ella le tocó el brazo—. Mira… Lo pasé de maravilla contigo aquella tarde, pero quiero que sepas que ahora estoy con alguien. No va a interesarme repetir la experiencia. No te lo tomes como algo personal. ¿De acuerdo?
—Claro que no —replicó él fingiendo cierto interés.
Le daba igual no acostarse con Sandy, pero no se trataba de eso. Ella debería estar anhelante; él era Pedro Alfonso. Sin embargo, tal y cómo había transcurrido el día, tampoco podía extrañarle.
Paula  llegó unos minutos antes de que empezara su turno. Dejó la chaqueta y el bolso en el armario del recibidor y se encontró con otra belleza alta y bien dotada en la cocina. Se encontró baja y sin formas, y le sentó fatal. Aunque peor le sentó el motivo. Se negaba a que un mujeriego descerebrado le fastidiara el día.
—Hola —saludó con amabilidad—. Me llamo Paula Chaves.
—Kristie Ellsworth —replicó la impresionante morena con una sonrisa—. Gloria durmió casi toda la noche y cuando se despertó, preguntó por tí. Creo que la has impresionado.
—Espero que para bien.
—Iba a llevarle el desayuno —dijo Kristie.
—Puedo llevárselo yo si quieres marcharte.
—Sería fantástico.
Cinco minutos más tarde, Paula entró con el desayuno de Gloria.
—Has vuelto —la recibió la anciana—. Qué desdicha.
—Me han dicho que has preguntado por mí, así que no finjas que no te alegras de verme.
—No me alegro. He preguntado con la esperanza de que hubieras dimitido.
—Mala suerte —Paula dejó la bandeja en la mesa—. Vamos a buscarte un entretenimiento, aparte de ser impertinente. Podrías hacer punto; ya sabes: bufandas, calcetines… Gloria hizo caso omiso y señaló la tortita.
—No como en el desayuno. Tomo café y nada más.
Paula se inclinó hacia ella y bajó la voz.
—Sólo te digo una cosa, jovencita. El tubo para alimentarte. No me enfades. Come y sé feliz.
—Eres una persona insoportable.
—Ya me lo habían dicho. Es un orgullo para mí.
Gloria la miró fijamente unos segundos y luego señaló el artículo de un periódico.

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