domingo, 23 de agosto de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 3: Capítulo 64

Para poder dirigir un restaurante tenía que ser una entusiasta de todo lo que se servía. No sólo lo comería ella todos los días, sino que tendría que comentarlo con los comensales y hacerles recomendaciones. ¿Cómo podría hacerlo si ni siquiera podía tragarlo?
—¿No te parece increíble? —preguntó Valerie.
—Martina es… innovadora.
Dani pensó que todo era una injusticia. Ese restaurante era el empleo que había soñado. ¿Por qué Valerie no tenía pasión por los chuletones, la comida tailandesa o cualquier otra cosa? Cualquier cosa que ella, Dani, pudiera por lo menos tolerar. ¿Como le diría la verdad a Valerie?
Entonces ésta recibió una llamada urgente de su suministrador de raíces y ella se salvó de tener que darle una evasiva cortés. Valerie le prometió que se pondría en contacto con ella.
Dani fue hacia su coche y se dio la vuelta para mirar la preciosa casa antigua. Si Valerie le hacía una oferta, tendría que tener lista una disculpa aceptable para rechazarla y tendría que seguir buscando. El trabajo de su vida no estaba allí.

Paula estuvo subiendo y bajando escaleras durante casi toda la tarde. Quería encontrarse con Pedro, pero de forma fortuita. Lo sensato, y maduro, sería ir a su habitación y llamar a la puerta. El inconveniente era que esos días no se encontraba especialmente madura. Había estado merodeando tanto tiempo que cuando él apareció, se sorprendió y no supo qué decirle. Se quedó al pie de las escaleras hasta que él bajó y no se le ocurrió cómo decirle lo que tenía pensado.
—Estoy asustada —dijo por fin sin dar más explicaciones.
Pedro se quedo frente a ella y esperó.
—No quiero hacer esto —siguió ella—. No quiero intentarlo. No quiero arriesgarme a sufrir.
—¿Estás rompiendo conmigo?
Ella intentó interpretar su expresión, pero no pudo. ¿Qué estaba pensando? ¿Acaso habían tenido algún tipo de relación como para hablar de ruptura?
—Me cuesta demasiado —reconoció ella—. He hecho todas esas cosas en parte por mí, pero sobre todo por ti. ¿Qué pasaría si no te hubieras dado cuenta o te hubiera dado igual? ¿Qué pasaría si fuera otra de la lista de los revolcones de una noche? ¿Te importa algo de todo esto? ¿Estoy comprometiéndome con alguien que no piensa comprometerse conmigo? Nunca he salido con alguien como tú. No conozco las reglas. Me han avisado de que tenga cuidado para no me hagas daño. Agradezco la información, pero me gustaría saber por qué nadie te avisa a ti. A lo mejor podría romperte el corazón.
—A lo mejor me lo rompes.
—No digo que quiera rompértelo —aclaró ella.
—Sí quieres.
—No —¿realmente pensaba eso?—. Sólo quiero que los dos estemos en igualdad de condiciones. No quiero ser una suplicante en el altar de Pedro.
—¿Tengo un altar?
—Sabes lo que quiero decir —Paula se encogió de hombros—. Eso es todo.
Se dio la vuelta para marcharse, pero él la agarró del brazo, puso las manos en su cintura y la estrechó contra sí.
—¿Por qué dudas de tí? —preguntó—. Me gustas y antes también me gustabas. Si estás contenta con lo que has hecho, yo también lo estoy. No tienes que cambiar para interesarme —él sonrió sin dejar de mirarla a los ojos—. Creo que lo he demostrado bastantes veces.
Ella agradeció que la tranquilizara, pero no le recordó que no había repetido aquella noche maravillosa. Retrocedió un paso.
—No quiero un revolcón de una noche —siguió él—. Además, claro que podrías hacerme daño. Paula. Yo estoy tan expuesto como tú. Tienes razón, no estamos en igualdad de condiciones. Tú tienes ventaja.
—Vamos…
—No confías en mí. ¿Por qué?
—Porque… porque eres Pedro Alfonso y yo no sé llevar una relación. Porque tengo miedo. Porque es difícil.
—Entonces ¿sales corriendo?

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