miércoles, 26 de agosto de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 3: Capítulo 72

—Sé que cuando muera Delfina, será la única familia que me quede. Eso debería significar algo. No dejo de pensar que si lo intento con ganas, podría olvidarlo todo.
—Nadie dice que tengas que hacerlo —replicó él.
—Lo sé, pero me siento culpable por no aceptar sus cambios y pasar página. Es extraño. Estuvimos hablando del pasado. Me di cuenta de que todas recordábamos el mismo incidente, pero de forma distinta. Supongo que eso es la perspectiva. Yo veía lo que me importó a mí y Evie lo que le importó a ella.
—Quizá todas tuvieran parte de razón —dijo Pedro—. Puedes recordar las partes que prefieres recordar y olvidarte de las otras.
—¡Ojalá pudiera!
—Quiero divulgar la enfermedad de Delfina—Pedro dejó el tenedor—. Quiero que se conozca su historia para que le gente piense en hacer donaciones. Dijiste que su grupo sanguíneo es muy raro. He investigado un poco y hay pocas posibilidades de encontrar un donante. Creo que podemos hacer algo.
—¿A qué te refieres con divulgarlo? —pregunto Paula con extrañeza.
—Hablar con la prensa. Dar entrevistas. Comentar lo importantes que son las donaciones. En Estados Unidos tienes que entrar en un programa de donaciones mediante contrato. Se da por supuesto que no quieres donar a menos que digas lo contrario. En Europa pasa lo contrario. Se supone que la gente quiere donar. Si no quieres, tienes que especificarlo. A mí me parece que eso es más lógico. He hablado con algunos centros de donaciones. Están dispuestos a ayudarme a coordinar todo el asunto. A ayudarnos… —Pedro hizo una pausa y la miró—. ¿He ido demasiado lejos? ¿Estás enfadada?
Ella se inclinó y lo besó. Los ojos le abrasaban y se imaginó que era por las lágrimas.
—¿Harías eso por mi hermana? ¿Has investigado y ahora estás dispuesto a salir para dar la cara?
Paula quiso decir que no podía hacerlo, que la prensa lo machacaría, pero la vida de Delfina era demasiado importante. Aun así, quiso cerciorarse de que él sabía dónde estaba metiéndose.
—No puedes olvidarte del articulo. Sabes que cualquier entrevistador lo sacará a relucir.
—Las personas que me importan saben cómo soy de verdad —Pedro se encogió de hombros.
—Te refieres a mí y a otras cuatrocientas mujeres —bromeó Paula.
—Me refiero a tí —Pedro no sonrió—. Me gustaría hablarlo con mi familia. Esto podría salpicarlos —él le acarició la cara—. Será molesto las primeras dos veces; luego, hablaremos de Delfina  y de que la donación de órganos puede salvar vidas. Divulgaremos ese mensaje. ¿Qué me importa si alguien escribe un chiste a mi costa?
Pedro estaba siendo juicioso de la mejor forma posible.
—No puedo creerme que ya hayas indagado.
—Soy un tipo impresionante…
—Lo eres —ella volvió a besarlo—. Más que impresionante, eres sensacional. Si alguna vez necesitas una carta de recomendación, no dudes en decírmelo.
Él la abrazó y la sentó en su regazo.
—Te tomo la palabra.

Pedro estacionó su coche deportivo y entró en el Downtown Sports Bar. Un par de tipos lo llamaron y oyó algunos chistes, pero siguió adelante. Matías, Agustín y Dani ya estaban allí, en la mesa del rincón.
—Sé que no llego tarde —dijo mientras saludaba a todos.
—Hemos llegado antes para poder hablar de ti —le explicó Dani con una sonrisa.
—Muy bien. ¿Qué habéis decidido?
—Que podrías acabar estando bien —Dani se sentó y le acercó una cerveza a Pedro—. En realidad, te hemos despedazado durante un par de minutos.
Él le tiró de un mechón de pelo.
—Hacia tiempo que no te veía. ¿Qué tal todo?
—Sigo trabajando con Sofía mientras busco otra cosa. Ella espera que cambie de idea y no me marche, pero no puedo. Tengo que hacer algo por mi cuenta.
—¿Dónde has buscado?
—Por toda la ciudad. Hay algunos sitios interesantes.
—¿Por ejemplo? —preguntó Matías.
—Valerie's Garden. Un restaurante fabuloso, con un personal fantástico y una comida vegetariana increíblemente extraña. No es para mí.
—Aparte de eso, ¿te va bien? —preguntó Pedro.
—Me va bien. Sigo con mi vida —le dio una palmada en el brazo—. No te preocupes.
—Todos nos preocupamos —intervino Agustín—. Eres una de nuestras obligaciones.
—Bueno, necesito ayuda con una cosa —Dani miró a Pedro—. Quiero saber algo de mi padre. No tengo por dónde empezar y eso significa que tendría que hablar con Gloria. ¿Qué posibilidades hay de que su transformación sea sincera y esté dispuesta a ayudarme?
Pedro miró a Agustín y Matías y los dos se encogieron de hombros.

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