viernes, 14 de agosto de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 3: Capítulo 33

Paula miró a su maravillosa hermana y supo que muchos hombres habían sido tontos por ella.
—Se me ocurrirá una manera de lidiar con esto. Una manera de deshacerme de él.
—Sigo queriendo que busques la forma de que las cosas salgan bien. Te mereces una aventura y Pedro parece el indicado.
Paula pensó que su hermana era muy amable al pensar que tenía la posibilidad, pero antes de poder decir nada, llamaron a la puerta trasera.
—¡Dios mío! —exclamó Delfina mientras iba hacia el fondo de la cocina—. Ha venido.
—¿Qué has hecho? —preguntó Paula con un nudo en el estómago.
Entonces la puerta se abrió y su madre entró en la cocina. Sonrió a sus dos hijas y levantó dos bolsas enormes.
—He traído comida china —dijo Alejandra Chaves—. Tendrán restos para unos días.
—Estupendo, mamá —dijo Delfina mientras dejaba las bolsas en la encimera y daba un beso a su madre—. Huele de maravilla. Tengo hambre.
—Perfecto. Creo que no comes lo suficiente —Alejandra sonrió a Paula—. ¿Qué tal estás?
—Bien.
Paula sonrió sin ganas mientras luchaba contra el fastidio y la sensación de sobrar allí. Daba igual que fueran su casa y su familia. Cuando estaba con su madre y su hermana, no encajaba.
—Tienes buen aspecto —Alejandra  miró a Delfina—. ¿Descansas mucho? ¿Haces lo que te ha dicho el médico?
—Estoy bien —Delfina se rió—. Me siento estupendamente. Paula me mantiene a raya.
—Tiene que hacerlo. Es enfermera. Hazle caso. Paula, tienes que cuidar mejor a tu hermana.
Paula pasó por alto la crítica y empezó a vaciar las bolsas de comida. Estaba acostumbrada a que su madre pensara que no estaba a la altura. Hacía años, cuando ella decidió que iba a ser enfermera su madre se limitó a decirle que nunca aprobaría el examen de enfermera titulada, y que lo pasaría mal vaciando cuñas para vivir; que intentara ser esteticista.
Delfina  y su madre siguieron hablando. Paula puso la mesa y dispuso la comida en el centro. Era la primera en reconocer que Alejandra había tenido una vida difícil. Se casó joven, se quedó embarazada muy pronto y su marido se fue con otra antes de que Paula, su segunda y no deseada hija, naciera. Había vivido toda su vida en una caravana y aceptado cualquier trabajo que le permitiera beber a espuertas. Lo único brillante en su sombría vida había sido tener una hija perfecta.
Delfina fue preciosa desde que nació; aprendió a hablar y andar enseguida; era simpática, encantadora y abierta con todo el mundo. Paula no fue nada de eso y su madre no se lo perdonó.
Alejandra llevó los platos a la mesa.
—Paula, no deberías beber vino. Sabes que es malo para ti. Además, Defina no puede beberlo y se siente incómoda al verlo.
Delfina agarró el vaso de vino y lo dejó en el sitio de Paula.
—Mamá, no me importa. Paula trabaja mucho y si quiere un vaso de vino al final del día, debe beberlo.
—No está bien —insistió Alejandra con los labios apretados.
Paula no estaba segura de si su madre se preocupaba por Delfina o por sí misma. Llevaba siete años sin probar el alcohol.
—Lo retiraré —Paula tapó la botella y volvió a guardarla en la nevera—. No la habría abierto si hubiera sabido que ibas a venir.
—A mí no me importa —Alejandra la miró—. No me importa estar cerca del alcohol.
—Entonces ¿por qué lo mencionas siempre?
—El alcohol es malo para tí.
—Eso ya lo has dicho. No creo que un vaso de vino signifique que tengo un problema.
—Así se empieza.
—Tú lo sabes muy bien… —Paula giró el vaso.
—Efectivamente —replicó Alejandra—. Crees que estoy criticándote, pero sólo quiero ayudarte.
¿Diciéndole todo lo que hacía mal. Paula no lo dijo y vació el vaso en el fregadero.
—Yo tomaré té helado —intervino Delfina—. Esta mañana hice una jarra. ¿No os parece refrescante?
Paula hizo un esfuerzo por no salir corriendo. Su hermana intentaba por todos los medios poner paz en la familia y, aunque ella quería respetar sus deseos, había demasiado mar de fondo entre Alejandra y ella.
—Paula estaba contándome su día —comentó Delfina  mientras se sentaba—. Está ocupándose de una anciana muy complicada y hoy tuvieron un rifirrafe.
—¿Qué pasó? —le preguntó Alejandra.
Paula resumió la actitud de Gloria en general y el enfrentamiento de esa tarde.
—Creo que va a intentar cambiar. Eso espero. Su familia lo intenta una y otra vez y ella los ahuyenta; qué forma tan triste de vivir.
—¿Le has dicho que si cambia, tendrá una segunda oportunidad? —le preguntó su madre mirándola fijamente.
Paula captó el peligroso derrotero de la conversación, pero no sabía cómo cambiar de tema.
—Algo así.
—No pensé que creyeras en las segundas oportunidades ni en que la gente pueda cambiar…

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