Paula iba cantando felíz de regreso a casa. La doctora Sosa le había dado buenas noticias y estaba ansiosa de contárselas a Pedro.
—Querido…
—¡Gracias a Dios que llegas! —la tomó del brazo en cuanto entró, arrastrándola hasta el salón.
—¿Qué pasa? —preguntó ella con ansiedad—. ¿Benjamín?…
Pedro parecía desolado, perdida toda su imagen de importante y competente hombre de negocios.
—Está intranquilo, no puedo calmarlo. Martina trató también, pero te quiere a tí.
El salón parecía haber sido azotado por una tormenta, había juguetes por todas partes, y el pequeño hijo de ambos yacía felíz en su cuna mientras su hermana mayor agitaba un sonajero. Martina estaba encantada con el nuevo miembro de la familia.
Paula se volvió a mirar a Pedro, con un amor que era incapaz de ocultar.
Había pasado apenas un año desde la noche en que le contó toda la verdad, y había sido todo un año de descubrimientos, de recibir tanto amor que a veces se sentía como una gatita consentida. Dos meses antes le había dado un hijo a Pedro, y había visto el gozo y el orgullo reflejados en su rostro al ver por primera vez a su hijo.
Pedro jugaba con frecuencia con el niño, pero esta visita al médico lo había obligado, por vez primera, a quedarse solo a cargo del hijo. Era obvio que no había resultado un éxito.
—Bueno, la verdad es que estaba inquieto —murmuró Pedro entre dientes.
—Claro que lo estaba, querido —lo besó amorosa antes de ir a la cocina a vaciar las bolsas de la compra.
Pedro la siguió a la cocina, con los ojos muy abiertos, mirando suspicaz la comida.
—Filete —dijo, y la vió sacar los pimientos y champiñones que utilizaría para la salsa—. ¿Champaña? —su sospecha aumentó cuando la vió meter la botella en el refrigerador.
—¿Qué pasa, querida? —la miró divertido—. La última vez que me diste champaña fue para decirme que estabas embarazada de Benjamín.
—Pues esta vez no puede ser lo mismo —sonrió ella.
—No, es evidente —sonrió él también—. ¿Qué te dijo la doctora Sosa? — preguntó esperanzado.
Los ojos de Paula brillaron con amor mientras se refugiaba en los brazos de su marido.
—Dice que estoy muy bien de salud.
—¿Y? —la urgió a que continuara.
—Y que puedo hacer el amor con mi marido cuantas veces quiera —declaró felíz.
El deseo iluminó los ojos de Pedro y sus brazos la apretaron ansiosos.
—¿De verdad? —murmuró.
—Sí —Paula soltó una risa felíz.
—¿Ahora? —preguntó Pedro anhelante.
—Están Martina y Benjamín—le recordó ella riendo.
—Sí —gimió Pedro—. Llevo ya muchas semanas en agonía, contigo en la cama sin poder hacer otra cosa que abrazarte, así que supongo que puedo esperar unas horas más.
—Valdrá la pena, querido —le dijo ella amorosa.
—Contigo siempre vale la pena —la besó en la boca, como una silenciosa promesa de una pasión inmensa que les perduraría toda la vida.
FIN
Hermoso final!!! Menos mal que se aclaró todo y esa bicha no logró separarlos! Gracias por compartir esta historia tan linda!
ResponderEliminarBellísima historia!!!! Me encantó.
ResponderEliminarTan bello final para una atrapante historia!!
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