domingo, 5 de junio de 2016

Propuesta Arriesgada: Capítulo 4

—Entonces, se debe sólo a que eres mayor de edad —la tomó por los hombros—. Yo tengo treinta y cuatro y ni por un millón de dólares regresaría a los diecinueve.

—Es bastante duro, ¿verdad? —al estar tan cerca de él, una felicidad extraña la embargaba por primera vez en muchos meses.

—Es horrible —él asintió y mirando su reloj exclamó—: ¡Cielos! ya son más de las cinco —la miró a los ojos y agregó—: Tengo un compromiso a las seis, ¿podemos hablar después que regrese?

—Ya hablamos, siento mucho haber llorado sobre su camisa, ya tengo que irme, mi jornada terminó hace mucho —se retiró de Pedro.

—Paula…

Ella se volvió.

—Ha sido usted muy amable, señor Alfonso, por lo general no acostumbro aburrir a los huéspedes con mis problemas.

Él la asió de un brazo y la atrajo hacia sí.

—¡Eso ya lo sé! Maldición. Paula, no era mi intención lastimarte, tengo una cita a las seis pero quiero verte cuando regrese.

—No estaré aquí —le contestó evadiendo su mirada y sintiéndose avergonzada por la manera como se había dejado llevar por sus emociones delante de él.

—¿En dónde vas a estar? —inquirió Pedro.

—En casa —contestó evasiva.

—¿En dónde vives?

Paula adoptó una actitud defensiva.

—¡Eso no le importa! Mire, me disculpé por haberlo molestado, ahora, ¿sería tan amable de cumplir con su compromiso y dejarme?

—Paula, quiero…

—¡No me interesa lo que usted quiera! —y apartando de su brazo la mano de él, corrió hacia la puerta. Salió y se dirigió a la bodega.

—¡Paula! —Pedro Alfonso la alcanzó, haciéndola volverse—. Te estoy hablando —la expresión de él era severa—. Si no quieres decirme dónde vives, entonces nos veremos aquí. Podemos cenar juntos si quieres y hablar de tí.

Paula lo miró desafiante.

—¿Y por qué querría usted saber más de mí? ¿No le he dicho suficiente? ¿Todavía no se aburre?

—No me has aburrido. Estás desamparada, sola y…

—¡Pero no voy a suicidarme! —exclamó con altanería.

Él palideció y apartándola de sí dijo:

—Está bien Paula, si así lo quieres —él se alejó y subió a una camioneta salpicada de barro, con una enorme viga en la parte de atrás.

¡Oh! ¿Cómo había podido decirle todo eso? ¿Aun, haber llorado en su hombro? En realidad, deseaba no volver a verlo. Había actuado como una tonta. Limpió la habitación tan rápido que podría haber establecido un récord, aterrada con la idea de que pudiera regresar antes que hubiera terminado. Sin embargo, él no llegó y ella pudo escapar sin parecer una tonta una vez más.



Sólo Marcos estaba en la oficina cuando ella entró para despedirse y la miró con el ceño fruncido.

—Ya es un poco tarde, ¿no te parece? —era un hombre alto, rubio y que no permitía que ninguna mujer con la que tuviera trato no lo encontrara irresistible. Él y Fabiana hacían una buena pareja.

Paula encogió los hombros y contestó sin rodeos:

—Tuve mucho qué hacer.

Él la desvistió con la mirada.

—Eso creo —replicó burlón—. ¿Sabes?, no te pago para que coquetees con los huéspedes.

—¿Coquetear? —la chica se mordió el labio inferior.

—Te ví con el tal Alfonso, te parece atractivo, ¿no es cierto?

—No… yo…

—¡Mentirosa! —gritó enfadado—. Espero que no estés tramando nada con él,Paula, porque yo no tolero esas cosas en mi negocio.

—No tengo intenciones de llegar a nada con el señor Alfonso, yo estaba limpiando el dormitorio cuando él llegó y…

—No quiero explicaciones —Marcos la interrumpió—, sólo que recuerdes… —se le acercó y la tomó por la cintura—… yo soy el primero en lista para cuando decidas ser amable con alguien.

Paula se apartó de él.

—Sólo vine a avisar que ya terminé, ahora me voy a mi cuarto.

Él la recorrió con una mirada sugestiva.

—¿Quieres que vaya contigo?

—No, gracias —la chica tragó saliva.

—¡Qué educada! Después de todo, me das las gracias.

Paula tenía que salir cuanto antes de ese lugar antes de enfermar de asco.

—Buenas noches, Marcos.

—Buenas noches, Paula. Mañana será otro día.

—Sí.

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