miércoles, 15 de junio de 2016

Propuesta Arriesgada: Capítulo 36

Después de todo, Pedro era el artista y como tal, estaba sujeto a un cambio continuo de temperamento.

Los únicos momentos en que él se relajaba era durante la cabalgata matutina. La relación de Paula con Blaize iba mejorando, ella no le decía adónde ir mientras no se quedara muy atrás de Pedro. Nunca sería amazona, pero disfrutaba para salir a diario. Si no saliera con él, no pasaría ni un momento a su lado.

Paula saltó al escuchar el portazo del estudio, oyó que Pedro bajaba por la escalera. Ella estaba sentada en la antesala leyendo un libro pero miró con curiosidad en el momento que Pedro llegó.

—¿Ocurre algo? —le preguntó ansiosa al ver su mirada de disgusto.

—No, nada —hizo una mueca.

Algo andaba mal, Paula lo sabía.

—¿Cómo va tu trabajo? —se mordió el labio inferior.

—Muy mal —contestó con voz áspera.

—¡Oh!

—¿No te interesa saber por qué no va bien? —preguntó.

—Bueno… pues… ¿por qué? —¡cielos! Parecía que él iba a explotar.

—Por tií—respondió—, por tu maldito cuerpo.

—Yo… —Paula se ruborizó.

—No te preocupes —se burló de su reacción de aturdimiento—. Tú no tienes la culpa, lo que pasa es que no puedo hacerlo.

—Pero tú dijiste que tenías una memoria excelente.

—Y así es, mas no puedo… sólo… tú… ¡oh, demonios! —se dejó caer sobre el sofá junto a ella y tomó su rostro entre sus manos—. ¿Por qué eres tan evasiva?

—¿Evasiva, yo? —parpadeaba aturdida.

—Sí, me estás volviendo loco —la besó con pasión. Ella respondió sin reservas, lo abrazó y el libro cayó al suelo.

—¡Oh, Paula! —le besó el cuello—, me estoy volviendo loco de pensar en tí día y noche y no puedo evitarlo.

Ella sentía lo mismo por él. Sin embargo, de pronto él la alejó de sí.

—¿Qué estoy haciendo contigo? —habló en voz muy baja—. Lo siento, Paula — se levantó—. No fue mi intención que esto ocurriera.

—Pepe…

—Vamos Sheba —él se volvió hacia la perra y abrió la puerta—. No me prepares cena, Paula. No regresaré temprano.

Ella se levantó de repente y se arregló la ropa.

—¿Vas a salir?

—Creo que eso es lo que debo hacer, ¿no?

—Yo… bueno, creo que sí —bajó la mirada y hubiera deseado tener el valor para pedirle que se quedara. Sin embargo, por algo se había contrariado con ella, su inexperiencia lo hacía alejarse.

—Pero ¿regresarás antes que oscurezca? —el temblor de su voz revelaba su nerviosismo.

—Sí —él asintió de mal modo—. Y, Paula… te sacaste un diez —cerró la puerta en silencio al salir.

Cuando Pedro regresó, dos horas más tarde, no parecía seguir malhumorado.

—¿Quieres una cerveza? —le preguntó él dirigiéndose a la cocina.

—No, gracias. ¿En dónde estuviste? —le preguntó con suavidad cuando se unió con ella en la sala.

—En la casa de Melanie.

—Oh —no pudo ocultar su desaliento. Le gustaba el bungalow, disfrutaba la paz y la tranquilidad, pero le hubiera gustado ver de nuevo a la otra pareja—. ¿Cómo están?

—Bien. Sí, ya sé —suspiró—, debí haberte llevado conmigo —levantó los hombros—. No estaba en mis cinco sentidos cuando salí de aquí.

—Pues… antes tampoco…

—Lo hice otra vez, ¿no es cierto? —se mostró apesadumbrado—. Parece que no puedo mantener mis manos lejos de tí. Estoy avergonzado de mí.

—¿Eso es verdad? —ella estaba confundida. Cualquier posibilidad de haberle dicho que lo amaba, desaparecía cuando él hablaba.

—Sí, soy un hombre de apetitos normales incluyendo el sexo. Debes estar harta de mis intentos de llevarte a mi lecho.

—Pepe…

—No me culpes del todo, Paula. Tú eres una mujer muy atractiva y ya sabías mis intenciones. Pero no es justo mantenerte sujeta a mis…

—Avances amorosos —completó con amargura.

—Sí —dijo nervioso, sin mirarla—, pero no ocurrirá otra vez.

—¿No? —inquirió, decepcionada.

—¡Claro que no! Ahora voy a trabajar. ¡Ah! a propósito, el sábado iremos a cenar con Melanie y Jonathan.

—¿De veras? —preguntó ansiosa.

—Sí, Melanie me hizo prometerlo. Maldición, de todas maneras no puedo trabajar —terminó su cerveza.

—Lo siento.

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