viernes, 24 de junio de 2016

La Usurpadora: Capítulo 3

—No estoy segura de los planes que tengan para mí los tíos. Como ves…

—Está bien, Paula —la interrumpió él con sequedad—. Me doy cuenta de que no soy el tipo de hombre con el que acostumbras salir.

—No quise decir eso —la joven se ruborizó ante tal reproche.

—Pero es verdad, ¿no es así? Esta noche parecías una criatura, disfrutaste cada nueva experiencia. El tío Arturo me dijo que eres rica.

Paula se mordió el labio inferior, sabiendo que lo había herido.

—Sí me divertí esta noche y s… siento si te avergoncé con mi entusiasmo. No fue esa mi intención.

—No me avergonzaste. Fuiste un éxito y lo sabes. Tal vez por eso estoy tan molesto… estaba celoso de la mitad de los hombres que estaban allí esta noche.

Paula se relajó un poco.

—No necesitabas estarlo. Siempre recuerdo con quién salí y trato de regresar a casa con la misma persona.

—Entonces, ¿salimos mañana si la tía Susana y el tío Arturo no tienen otros planes para tí? Y esta vez te llevaré a un lugar donde pueda tenerte sólo para mí.

No estaba segura de que su interés fuera algo bueno. Pronto regresaría a Estados Unidos, y no le convendría a Ezequiel comprometerse mucho con ella.

—¿Paula? —insistió Ezequiel.

—Yo… pues… ¿qué pensabas que hiciéramos?

—Ir a cenar y luego a un club.

—Suena bien —aceptó y decidió que podría manejar el interés de Ezequiel en ella, si es que comenzaba a convertirse en algo serio. Le simpatizaba, era divertido, y no habría daño en que salieran juntos—. ¿A qué hora debo estar lista?

—Oh, como a las ocho —detuvo el coche afuera de la casa.

—¿Quieres entrar a tomar un café?

—Esta noche no, gracias. Mis tíos deben haberse acostado hace mucho y no quisiera perturbarlos. Será mejor que les pidas la llave de la puerta para mañana, tal vez lleguemos tarde.

—Espero que no demasiado, me hace falta mi sueño de belleza.

—No lo había notado —dijo él en broma.

—En realidad no quiero regresar demasiado tarde. Ya… ya no me desvelo — desde que había salido del hospital tomaba las cosas con calma.

—Está bien —suspiró Ezequiel—. Estarás en casa a media noche… Cenicienta. Pero de todas maneras yo les pediría una llave.

—La pediré —prometió—. Y gracias una vez más por esta noche, me divertí mucho.

—¿Lo suficiente como para darme un beso de buenas noches?

Ella se inclinó hacia adelante y le dió un ligero beso en la boca.

—Buenas noches —le gritó antes de apresurarse a entrar en la casa.

Ambos estuvieron equivocados; sus tíos no estaban acostados, se encontraban en la sala.

—Pero no deja de preocuparme —oyó que decía la tía Susana.

—Te estás preocupando por nada —se burló su esposo—. Olvídalo, no significó nada.

—Pero, Arturo…

—¡Susana! —exclamó—. Creo que acaba de entrar Paula, así que olvidemos el tema.

Paula encogió los hombros y tosió para anunciar su presencia.

—¿Te divertiste mucho, querida? —le preguntó su tía al verla entrar en el cuarto.

—Mucho.

—¿Volverás a salir con él? —el tío Arturo se quedó mirándola por encima de las gafas.

—Mañana —Paula se ruborizó.

—¿Lo oyes, Susana? —volvió el rostro hacia su mujer—. Antes que nos demos cuenta, tendremos boda.

—¡Arturo! —lo amonestó.

—Pasará mucho tiempo antes que me case, tío Arturo —le dijo Paula—. Sólo tengo veinte años, bueno, casi veintiuno.

—A esa edad Susana y yo teníamos dos años de casados.

—Ahora hay muchas cosas que la gente joven puede hacer, lugares qué ver, y no quieren amarrarse demasiado jóvenes al matrimonio —se burló su esposa.

—Después de todos estos años, por fin me dice que sólo se casó conmigo por aburrimiento —le guiñó un ojo a Paula.

—¡Deja de decir tonterías! —dijo la tía Susana con desdén—. ¿Adónde te llevará Ezequiel mañana? —le preguntó a la chica.

—Iremos a cenar y luego a un club, fue lo que dijo.

—Mejor que ir a una taberna —se burló el tío Arturo.

—Me gustó la taberna —Paula se sintió desilusionada de que Ezequiel decidiera no volver a llevarla allí.

La tía Susana se levantó dejando a un lado su tejido.

—Estoy lista para irme a la cama, ¿y tú, Arturo?

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