miércoles, 8 de junio de 2016

Propuesta Arriesgada: Capítulo 12

Paula tragó saliva, se pasó la lengua sobre los labios que de pronto se paralizaron sin permitirle hablar, buscaba en el rostro severo de Pedro algún indicio de que estuviera bromeando, pero no lo encontró. Pedro la miraba con atención, esperando una respuesta. ¿Qué podría contestar a una sugerencia como esa?

—¿Qué dijiste?… —al fin habló en voz baja.

—Creo que ya me oíste, Paula.

—Sí… pero… no entiendo.

—Entonces, debo explicarme mejor —contestó irónico—. Vivo solo y después de cocinar y limpiar durante todo el invierno sin tener compañía femenina…

—No te creo —confesó ella con aire de desdén.

Este hombre tenía un atractivo que atraía a las mujeres.

—Pero, es verdad, he estado trabajando…

—¿En qué?

—Habrá tiempo de sobra para hablar de ello más tarde. He llegado al extremo de negarme la compañía femenina —dijo—. Sin embargo, conocerte me ha hecho pensar en que debo modificar eso. Tú eres buena limpiando y cualquiera de los dos puede cocinar. Tus referencias como amante no son del todo buenas, sin embargo…

—Eso se debe a…

—Que has escogido mal —terminó la frase, pero estaba equivocado—. Sin embargo, a mí me respondes muy bien.

—¿De veras?

—Sí, hablo en serio. Unas cuantas lecciones y serás la ámame perfecta.

Paula estaba muy pálida, se preguntaba cuándo terminaría su pesadilla.

—Lecciones que supongo quieres darme —murmuró.

—¡Por supuesto!

—¿Estás loco, o la loca soy yo?

—Ninguno de los dos, querida —Pedro le acarició una mano—. Y todavía no he terminado de explicarle. Tengo que ir a Londres en un par de semanas, tiempo para…

—Londres —ella repitió como si estuviera soñando.

—Sí —Pedro sonrió—, ¿quieres ir conmigo?

—¿Ir contigo? —repitió la frase, incrédula.

—Sí —contestó una vez más—. A cambio de que cuides de la casa y de mí, te compraré el billete de regreso a Londres, ¿qué dices?

¿Qué contestaría? Contemplaba la posibilidad de regresar a Londres dentro de dos semanas y no en seis meses. Pero, ¡a qué precio!

Bueno, ¿y por qué no? Pedro Alfonso era apuesto y cariñoso, así que, ¿por qué no aceptar la oferta? Pero, compartir la cama con un extraño, ¿merecía la pena regresar a Londres a cambio de ello?

Pedro observaba las diferentes emociones que se reflejaban en el rostro de Paula, consternación, duda, estupefacción.

—¿Sí o no? —exigió la respuesta en tono severo.

—No… no lo sé. Me parece un poco drástico.

Él hizo una mueca, divertido.

—Creo que nunca oí que compartir la cama conmigo fuera drástico.

—Para todo hay una primera vez —respondió, irritada.

—¡Por supuesto que sí! —él sonrió extrañado por su actitud—. Más no será la primera vez para tí, ¿o sí?

Los ojos de Paula se abrieron sin medida al pensar en lo que implicaban las palabras de él. Si decía que sí, ¿retiraría su ofrecimiento? Ella presentía que sí, de manera que con voz temblorosa respondió:

—No.

Pedro sacó un papelito del bolsillo de la chaqueta.

—¿Tienes una lapicera?

—Sí, en mi bolso —contestó confundida y se la dio.

Él anotó algo sobre el papel.

—Aquí está, toma el resto del día para pensar en mi proposición. Puedes dejarme recado en este teléfono a cualquier hora antes de las cuatro. Después de esa hora, saldré de la ciudad —recogió su sombrero y se preparó para salir.

Paula guardó su lapicera y tomó el papel con la nota.

—¿En dónde es esto?

—Es la casa de un amigo, el que está haciendo el servicio de la camioneta. Estará allí todo el día, llámalo si quieres que yo te recoja en algún lugar —se levantó.

—¿Adónde vas? —Paula lo miró sorprendida.

—Tengo algunos negocios en la ciudad.

—Aún no me has dicho a qué te dedicas —frunció el ceño.

—Habrá tiempo de sobra para hablar de eso si aceptas mi proposición — recogió la cuenta y colocándose el sombrero, añadió—: Nos veremos luego.

Paula lo miró en silencio dirigirse a la caja a pagar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario