lunes, 20 de junio de 2016

Propuesta Arriesgada: Capítulo 52

Para Paula era muy extraño ver su fotografía en el periódico. En realidad, no se parecía a ella, la chica de la foto era muy distinguida junto a su acompañante alto y apuesto que la llevaba del brazo.

“Pedro Alfonso y su amiga, la señorita Paula Chaves, llegaron ayer a Londres para la exhibición más reciente del artista", decía el texto de la fotografía; también había un párrafo pequeño debajo de ésta: "El señor Alfonso se negó a discutir su relación con la bellísima señorita Chaves y ella no dijo nada al respecto, sólo miraba con adoración al artista. Sin embargo, la pareja fue llevada a la suite de uno de los hoteles más famosos de Londres".

Paula se ruborizó después de leer eso. ¿Era su adoración por Pedro tan evidente o era que el reportero especulaba para hacerlo más emocionante? Esperaba que fuera lo último.

Después de dejar el hotel, se registró en uno más barato y al día siguiente consiguió un empleo en un restaurante de la ciudad. La temporada turística estaba en auge y se necesitaba mucho personal eventual. Por fortuna nadie la relacionaba con las fotografías de los periódicos tal vez porque nadie se imaginaba a la "amiga" de Pedro Alfonso en un restaurante. Eso era lo que ella quería, sólo desaparecer en la oscuridad y olvidar que alguna vez había conocido al famoso pintor. Pero eso no era fácil; conforme la fecha de la exhibición se acercaba, él aparecía más y más en los periódicos. Una vez, salió en una fiesta con una hermosa mujer de cabello oscuro, esa noche ella no pudo dormir.

—No te sientes bien verdad, ¿querida? —le comentó una de las camareras al día siguiente—. Tal vez estés trabajando demasiado, no tienes por qué trabajar todo el tiempo extra que Simpkins te pide.

Había trabajado tanto como el gerente le había pedido, porque cuando estaba en su trabajo no pensaba en Pedro. Su exhibición sería dentro de dos días, después de eso, iría a Europa dejando Inglaterra tal vez hasta el próximo año. Paula tenía que ir a la exhibición y quería pedir permiso en su trabajo, deseaba ver los cuadros aunque no estuviera Pedro.

Por poco tira la bandeja del té de la tarde, cuando vió entrar a pedro en el restaurante. No había duda de que él sabía que estaba ahí, ya que caminó directo hacia ella con expresión severa. Hacía más de una semana que no lo veía y lo miró ansiosa, le encantaba aquella gracia salvaje, el hermoso rostro y el aire de arrogancia que poseía.

—¿Por qué me dejaste? —preguntó indignado.

—Yo…

Él miró alrededor y dijo;

—¡Deja esa bandeja y vámonos de aquí! Quiero hablar contigo.

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