viernes, 24 de junio de 2016

La Usurpadora: Capítulo 4

—Yo también —se levantó, estirándose—. Es agradable tenerte con nosotros, cariño —le confesó emocionado a Paula.

Ella lo abrazó con lágrimas en los ojos.

—Me da gusto estar aquí. Lástima que no vine antes en vez de esperar hasta… —se interrumpió.

Su tío le palmeó el hombro con torpeza.

—Ahora todo está bien, Paula. Somos tu familia, por el tiempo que quieras.

—Gracias —los besó a ambos en la mejilla antes de ir a su habitación.

Una vez que cerró la puerta de su cuarto las lágrimas fluyeron con facilidad; la pérdida de sus padres todavía era una herida abierta. No sabía qué hubiera hecho los últimos días sin el apoyo de sus tíos, porque tuvo una fuerte depresión en Estados Unidos.

Después de un agotador recorrido por la mayoría de los museos, Paula no tenía deseos de salir esa noche, pero le había prometido a Ezequiel que saldría con él y no podía defraudarlo.

—¡Estás hermosa! —exclamó su tía cuando Paula entró en la sala a esperar a Ezequiel.

Se sentía muy confiada de su aspecto, sabiendo que el vestido negro era apropiado para cualquier ocasión, y que servía tanto para el restaurante como para el club, aunque de estilo recatado, mostraba la perfección de su figura. Se sentó frente a su tía, con el largo cabello sostenido en lo alto de la cabeza, cosa que dejaba libre el cuello.

—¿En dónde está tío Arturo?

—Fue a tomar algo con uno de sus amigos —la tía siguió tejiendo, el suéter que casi tenía terminado para su esposo—. Es algo que hace con regularidad.

—Debiste habérmelo dicho y no hubiera hecho arreglos para salir esta noche.

—Tú diviértete —la animó—. Para decirte la verdad —confió con una sonrisa— yo generalmente me duermo a las nueve.

—Ya veo —Paula rió—. Una poca de paz y tranquilidad.

—Esa es la idea. Creo que llegó Ezequiel —dijo la tía Susana cuando sonó el timbre de la puerta.

Paula fue a abrir. Ezequiel tenía puesto un traje azul marino y una camisa azul claro que hacía contraste. Agrandó los ojos al verla.

—¿Estás lista? —entró en el recibidor.

—Por supuesto. ¿No son las ocho?

—Oh, sí, pero pensé que me tendrías esperando por lo menos hasta las ocho y quince.

Sonrió mientras lo precedía a la sala.

—Siempre trato de ser puntual. Mi madre acostumbraba decirme que si alguien se tomaba la molestia de llegar a tiempo, entonces era una cortesía estar lista.

—Creo que me hubiera simpatizado tu madre.

Se despidieron de la tía Susana.

El trayecto al restaurante fue corto, su mesa estaba en uno de los rincones de la habitación.

—Me gusta mucho la comida china —comentó Ezequiel una vez que habían ordenado—, pero como no sabía tus gustos, preferí ir a lo seguro y escogí un restaurante inglés.

—Te arriesgaste al pensar que me gusta comer. La mayoría de las modelos que conozco, viven a base de leche y hojas de lechuga.

—Oye, es cierto… eres modelo, ¿verdad? ¿Te interesaría recibir algunas ofertas? Me refiero al trabajo —agregó con sequedad.

—Me interesará cuando regrese a Estados Unidos. No tengo permiso para trabajar aquí. Este viaje sólo es de placer.

—Lástima. Tengo un amigo que es fotógrafo. De veras —insistió al ver su dudosa expresión—. Pablo y yo estudiamos juntos. Aquí ha tenido mucho éxito.

—Tal vez en otra ocasión —dijo Paula apesadumbrada.

—Está bien. Tal vez pueda presentarlos a los dos antes que te vayas a casa, así tendrás un contacto aquí si es que alguna vez decides trabajar en Inglaterra.

—Es muy amable de tu parte, gracias.

—No me causa ningún problema.

Eran más de las diez cuando salieron del restaurante para ir al club. Los ojos de Paula brillaban por la cantidad de vino que tomó durante la cena, y sonreía más que de costumbre. El club era elegante y exclusivo.

—Sé lo que estás pensando —Ezequiel hizo una mueca—, pero he estado aquí un par de veces con Pablo. Me gusta observar a los ricos perder su dinero —se refería a las mesas de juego, a las mujeres elegantes con hombres acaudalados—. Pablo es miembro —le explicó por el hecho de que hubieran podido entrar—. Y la gente de aquí me conoce.

Paula se sintió ligeramente incómoda.

—Eso suena como si hubieras estado aquí más de un par de veces.

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