viernes, 24 de junio de 2016

La Usurpadora: Capítulo 5

—Más de las que crees —se mostró avergonzado.

Ella lo agarró del brazo, dejando a un lado cualquier sentimiento de timidez.

—Entremos a echar un vistazo.

Jamás había estado en un casino y durante la primera media hora todo le pareció fascinante. Se pararon detrás de una mujer de edad mediana, quien para conocimiento de Paula, perdía cada apuesta que hacía. A ella le pareció todo muy deprimente.

—Te traeré una bebida —sugirió Ezequiel.

Ella hubiera preferido irse, pero no quiso ser aguafiestas. Ezequiel se divertía. Aceptó el ofrecimiento de la bebida y siguió observando el juego, sin entenderlo, pero cada vez más fascinada al ver girar la ruleta mientras esperaba que él regresara.

Por fin una mujer del otro lado de la mesa, se rindió y se levantó para marcharse. Un hombre tomó su lugar y Paula lo observó cuando comenzó a ganar. Tenía aspecto de jugador experimentado: rostro inalterable y ojos azules astutos.

Paula lo observó y volvió a despertar su interés en la ruleta. Tenía las manos largas y delgadas y hacía sus movimientos sin prisa. Su comportamiento reflejaba seguridad y riqueza. El personal del club lo trataba con respeto, haciendo que Paula se preguntara quién podría ser. Tendría unos treinta y cinco años. De pronto levantó la vista y la sorprendió observándolo. Frunció el ceño, haciendo que su atractivo desapareciera. Ella se perturbó al percibir la mirada de disgusto y se volvió en busca de Ezequiel. Tardaba mucho en traer las bebidas.

Alguien le agarró un brazo y la hizo girar en redondo para enfrentarse al hombre que había estado observando en la ruleta. Debió haberse levantado de la mesa en cuanto ella se volvió.

—¿Qué estás haciendo aquí? —inquirió, molesto, a la vez que le apretaba el brazo.

Paula frunció el ceño ante su ataque, tanto físico como verbal.

—Yo… nos… yo firmé al entrar.

—¿Así que no estás sola?

—No.

El hombre la haló para apartarla de la mesa y llevarla a un rincón.

—¿Con quién estás? —quiso saber.

—Yo… ¡suélteme! —Paula trató de que le quitara de encima los dedos y lo miró aprensiva. ¿Si había hecho algo malo por qué no se lo decía y la dejaba ir? No tenía necesidad de tratarla con rudeza. ¿Y dónde estaba Ezequiel? Él podría explicar que su amigo era miembro—. ¡Me está lastimando! —gritó al ver que no la soltaba.

Apretó con fuerza los blancos y parejos dientes.

—¡Me gustaría hacer más que eso! —la alejó de su lado—. ¿Quién es el hombre?

Paula se frotó la piel adolorida.

—Ezequiel Mayer —murmuró.

La expresión del hombre era intimidante.

—No lo conozco, pero eso sucede siempre, ¿verdad? Bueno, como lograste que ese Ezequiel Mayer te trajera, también podrás hacer que te lleve a casa de regreso. Lo discutiremos mañana.

—¿Mañana…? —lo miró sorprendida.

—Sí, mañana. Y asegúrate de estar allí. Comienzo a cansarme de tus proezas, Priscilla. Creí que ya se habían acabado —suspiró—. Si tu padre lo supiera… —movió la cabeza.

¡Era Priscilla de nuevo! En dos días era la segunda vez que la equivocaban con esa otra chica.—Ha habido un error…—¡Sí! —exclamó furioso—, y comienzo a pensar que yo lo cometí —le dirigió una mirada de reproche—. Hablaremos mañana —se volvió y salió del club con rapidez.

Paula se quedó confundida. Quienquiera que fuera la tal Priscilla, llevaba una vida interesante y parecía que ese último hombre, estaba harto. Por lo visto la otra chica era una coqueta, pero no tenía por qué sufrir las consecuencias de algo que no había hecho. Tuvo curiosidad de saber la identidad del hombre y se le acercó al portero.

—Ese hombre… —titubeó—. El que acaba de salir…

—¿El señor Alfonso? —preguntó el hombre con cortesía.

—Oh, el señor Alfonso —fingió desilusión—. Al parecer cometí una equivocación.

—No, señorita —el portero negó con la cabeza—, ése era el señor Pedro Alfonso. Tiene que ver con cosas de ingeniería.

—Gracias —sonrió—. Me equivoqué.

Cuando el hombre dijo que Pedro Alfonso tenía que ver con cosas de ''ingeniería'' estuvo segura de que quiso decir que era el dueño de esas compañías. A pesar de la rudeza con que la trató, Paula lo encontró atractivo. Era una lástima que estuviera interesado en una chica llamada Priscilla, quien al parecer era su doble.

Ella había leído que todas las personas tenían un doble en alguna parte del mundo, pero parecía que el de ella vivía en Londres y que su parecido era tal, que aún los amantes de Priscilla parecían engañarse. Y Paula estaba segura de que ambos hombres habían sido sus amantes, la trataron con gran familiaridad… o más bien a Priscilla.

2 comentarios:

  1. Muy buen comienzo! Muero por saber de la vida que lleva Priscila! parece que le va a dar muchos dolores de cabeza a Pau!

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