viernes, 10 de junio de 2016

Propuesta Arriesgada: Capítulo 19

—Parece que Sabré estaba un poco cojo y lo llevó a revisar, Sheba está con él, es posible que no se haya dado cuenta de que ya llegaste.

Paula no tenía la menor idea de quiénes eran Sabré y Sheba, de lo único que estaba consciente era de que  Pedro no había aceptado la invitación a comer. Sería más agradable conocer el hornito hasta el otro día. No entendía por qué Pedro vivía de manera tan primitiva cuando Melanie Halliday tenía electricidad y agua potable.

—¿Estarán en el campo? —inquirió Pedro.

Melanie asintió.

—Jonathan traerá a Sabré al establo, no debe tardar.

—Voy a buscarlos. ¿Tú estarás bien, Paula?

—Sí —contestó, sería infantil reaccionar de otra manera aunque se sentía un poco avergonzada ante Melanie.

—¡Qué linda! —la besó con suavidad en los labios, lo cual la avergonzó mucho.

La casa quedó en silencio una vez que él se fue. Paula no sabía hacia dónde dirigir la mirada, estaba consciente de la mirada especulativa de Melanie. Pedro no era la clase de hombre que da explicaciones pero la había dejado con la impresión de que ella debía hacerlo.

—Pedro y yo…

—Se gustan —Melanie terminó la frase con dulzura—, no tienes que explicarme nada, Paula. Es suficiente que estés aquí con Pepe, ¿quieres un café?

—Sí, por favor —suspiró con alivio ame la actitud amable de Melanie para con ella.

Paula y Melanie sostuvieron una conversación muy animada mientras esperaban a los hombres. Paula le contó todo acerca de Inglaterra.

—Siempre he querido ir —confesó Melanie—. Alhena es bellísimo y no me gustaría irme de aquí, pero es un país tan nuevo. En cambio, Inglaterra tiene una larga historia.

Paula esbozó una sonrisa.

—No me gusta decirte esto, pero la mayor parte de la historia está casi en ruinas.

—¡No digas eso! —exclamó Melanie, sonriendo—. Casi he convencido a Jonathan de que me lleve el próximo año. Sí es que puedo separarlo de sus preciados caballos… —añadió con tristeza—. Criamos caballos árabes y Jonathan cree que nadie más puede cuidarlos como él lo hace. Separarse un mes de ellos, le parece un crimen.

—Son caballos bellísimos.

—Sí, de eso vivimos —Melanie estuvo de acuerdo.

—¿También a eso se dedica Pedro? —Paula preguntó en tono casual.

—¿Pepe? —Melanie la miró con asombro—. Pero si Pepe es… —interrumpió en el momento que escuchó que llegaban.

—Con permiso —se levantó para recibirlos.

¡Maldición! la curiosidad de Paula había estado a punto de ser satisfecha.

Melanie regresó a la sala tomada del brazo de un hombre pelirrojo de ojos azules. Pedro los seguía y miraba interrogante a Paula, le daba la impresión de que sabía que intentaba saber más de él.

—¿Me extrañaste, querida? —preguntó burlón, poniendo su brazo alrededor de los hombros de ella al sentarse en el sofá.

—¿Debía extrañarte? —repuso con indiferencia, estaba decidida a no permitirle avergonzarla una vez más frente a sus amigos. Jonathan Halliday soltó una carcajada.

—Creo que ya me simpatizas, Paula Chaves—sonrió—. No es muy frecuente que alguien ponga a Pedro en su lugar. Es bueno conocer a la mujer que puede hacerlo —su mano estrechó amigable la de Paula en un gesto de cordial bienvenida.

—Pues, yo estoy aún más interesado en poner a Paula en su lugar —dijo Pedro, sarcástico.

Paula se sonrojó ya que sabía a qué se refería él con "su lugar".

—Tenemos que seguir nuestro camino —se levantó y ayudó a Paula.

—¿Traerás a Paula antes que se vayan? —preguntó Melanie—. Es tan agradable conversar con otra mujer en vez de tener sólo hombres fuertes y musculosos como ustedes.

—Gracias —dijo Jonathan con frialdad—. ¿Vienen el sábado, Pepe?

—Ya veremos —la respuesta fue evasiva—. Ya saben que no me gusta hacer planes.

—Descansa Pepe —le aconsejó Melanie.

—Ya veremos —él le acarició la punta de la naríz—. No me presiones, primita.

—Siempre fuiste tan irritable —opinó Melanie—. Paula, cuando estés al borde de la histeria, hazlo que te traiga de inmediato.

—Lo intentaré —prometió Paula. Se preguntaba cuántas mujeres se habrían puesto histéricas por vivir con Pedro ¿con cuántas habría vivido?

—Bueno, vámonos —Pedro condujo a Paula desde la casa hasta la camioneta.

—No me… ¡Oh. Dios mío! —Paula saltó de pronto de la camioneta cuando un enorme perro se abalanzó sobre ella. Se escondió detrás de Pedro y puso las manos en los hombros de él a la vez que observaba cómo el animal lamía la mano del amo.

—Ven a conocer a Sheba —la hizo permanecer frente al perro.

—¿Y… de dónde salió? —se acercó más a Pedro en el momento que el perro empezó a olfatear sus piernas, sin importarle lo mucho que Pedro estaba disfrutando la escena.

—Melanie y Jonathan la cuidaron cuando yo no estaba —le murmuró al oído.

Paula tragó saliva.

No hay comentarios:

Publicar un comentario